TEGUCIGALPA, domingo, 28 agosto 2005 (ZENIT.org).- El responsable del Departamento de Pastoral Juvenil de la Conferencia de Obispos de Honduras, monseñor Rómulo Emiliani CMF, obispo auxiliar de San Pedro Sula, advirtió que ese país está «viviendo un genocidio juvenil».
«Una juventud esclavizada, silenciada y adormecida nos augura un futuro deprimente en Honduras. Los bajos niveles de escolaridad, los altos índices de adicciones y SIDA, el desempleo y la falta de familia, junto con la muerte violenta y la migración forzosa a los Estados Unidos de miles de jóvenes tocan los cimientos de nuestra patria socavando la estructura social productiva», subrayó en un comunicado.
Según datos citados por el prelado, en Honduras más de 300.000 niños dejan la escuela para trabajar y el 60% de esa población pide limosna en las calles para alimentar a su familia.
De acuerdo con organismos humanitarios, cada mes en Honduras son asesinados entre 40 y 50 jóvenes por causas que en la mayoría de los casos nunca son esclarecidas por las autoridades.
El prelado hondureño insta a «tomar conciencia de que el drama está creciendo y hay que invertir nuestros mejores recursos humanos y materiales en la formación de la niñez y juventud hondureña».
«Eso implica mejorar nuestro ministerio pastoral juvenil de la Iglesia –apunta- redoblando esfuerzos en todas las diócesis, con la suficiente creatividad y audacia para atraer a miles de jóvenes apartados de las cosas de Dios por ignorancia».
«No podemos contentarnos con los jóvenes que asisten a nuestros templos y grupos, que no suman el 20 por ciento de los chicos y chicas católicos, viviendo la mayoría alejados de la Iglesia», insiste.
Monseñor Emiliani reconoce que a los obispos «nos duele como Iglesia contemplar este baño irracional de sangre que con una violencia demoníaca se ensaña sobre todo en los jóvenes que ponen la mayor parte de los muertos. Policías, pandilleros, estudiantes, obreros y campesinos jóvenes mueren todos los días asesinados en el país».
«Estamos hablando -alerta- de un genocidio juvenil que es alimentado por una juventud sin oportunidades, hambrienta, sin familia, que no tiene futuro y que cae presa de las drogas o huye desesperadamente a los Estados Unidos en un afán de agarrarse a un clavo ardiendo, fracasando muchos en su sacrificado intento».
«Algunos mueren en el camino, otros vuelven mutilados por accidentes y otras terminan en burdeles de Guatemala o México engañadas por viles explotadores del sexo», denuncia.
De «los que llegan, unos logran trabajar, mientras otros acaban en pandillas o en la vagancia y muchos son rebotados a nuestro país, cargando con ellos una gran frustración y algunos de ellos malos hábitos adquiridos. Esto no puede continuar», advierte.
«Nuestra generación y las anteriores tienen una carga enorme de culpa por no habernos preocupado por los jóvenes. El gran robo de recursos destinados al pueblo que engrosó los bolsillos de los corruptos en largos años de impunidad y la desidia con que se ha tratado esta problemática ha dado como resultado lo que estamos viviendo: un mundo juvenil desamparado y desorientado», concluye el comunicado.