El proyecto del cristiano, modelar su vida sobre la imagen de Jesús; asegura el Papa

Al comentar en la audiencia general el himno a Cristo de la carta a los Colosenses

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 7 septiembre 2005 (ZENIT.org).- Benedicto XVI invitó a todo cristiano a modelar su vida sobre la imagen de Cristo al meditar en la audiencia general que concedió este miércoles en la plaza de San Pedro del Vaticano a unos veinte mil peregrinos.

El pontífice continuó con la serie de comentarios a los salmos y cánticos de la Biblia reflexionando sobre el himno a Cristo que presenta la carta de san Pablo a los Colosenses en su primer capítulo.

«Tenemos que modelar continuamente nuestra imagen sobre la del Hijo de Dios, pues «Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas», «nos ha trasladado al reino de su Hijo querido»», exhortó citando pasajes de la profunda composición teológica del Nuevo Testamento.

En su cántico, el apóstol de las gentes presenta a Jesús como «primogénito (engendrado antes) de toda criatura», pues «por medio de Él fueron creadas todas las cosas», recordó el obispo de Roma.

De este modo, san Pablo recoge lo que se afirmaba en la antigua tradición judía, cuando afirmaba que «todo el mundo ha sido creado por causa del Mesías» (Sanhedrín 98b).

«Cristo es tanto el principio de cohesión («todo se mantiene en Él»), el mediador («por medio de Él»), como el destino final hacia el que converge todo lo creado. Él es «el primogénito entre muchos hermanos» (Romanos 8, 29), es decir, es el Hijo por excelencia en la gran familia de los hijos de Dios, de la que se pasa a formar parte por el Bautismo», indicó.

De estas densas afirmaciones, el Papa teólogo sacó conclusiones: «La convivencia y el crecimiento de la humanidad tienen su raíz, su fulcro vital, «el principio», en Cristo».

Cristo, «es la plenitud de la divinidad que se irradia ya sea en el universo ya sea en la humanidad, convirtiéndose en manantial de paz, de unidad, de armonía perfecta», aseguró.

«Esta «reconciliación» y «pacificación» es actuada a través de la «la sangre de su cruz», por la que hemos sido justificados y santificados –indicó–. Al derramar su sangre y entregarse a sí mismo, Cristo ha difundido la paz que, en el lenguaje bíblico, es síntesis de los bienes mesiánicos y plenitud salvífica extendida a toda la realidad creada».

El sucesor de Pedro concluyó dirigiendo esta invitación a quienes le escuchaban: «Ante este Señor de la gloria, signo del amor supremo del Padre, también nosotros elevamos nuestro canto de alabanza y nos postramos para adorarle y darle gracias».

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ZENIT Staff

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