KAMPALA, jueves, 2 febrero 2006 (ZENIT.org).- «La peste del aborto amenaza nuestra tierra»: es la voz de alarma lanzada desde el episcopado ugandés, que se pregunta si los habitantes de los 16 países africanos que han ratificado el Protocolo de Maputo son conscientes de lo que han hecho sus legisladores.
En una carta abierta al gobierno y al pueblo de Uganda –difundida el 26 de enero con la firma del arzobispo Paul Bakyenga, de Mbarara, presidente de la Conferencia Episcopal del país africano–, el organismo eclesial percibe la necesidad de sacar a la luz el contenido del protocolo sobre los Derechos de la Mujer en África, adoptado en la segunda sesión ordinaria de la Unión Africana en Maputo, el 11 de julio de 2003.
Implica que un texto legal se propone a todos los países de África para su incorporación a la legislación nacional de cada uno, advierte la misiva.
Y aunque no está exento de algunos elementos loables, «debemos observar con consternación que el mismo protocolo también contiene una afirmación explícita y aliento del aborto», alertan los prelados.
«Así que la ratificación de este protocolo por parte de un país introducen su ley nacional el derecho al aborto», recalca.
La carta del episcopado ugandés cita el artículo 14.2.c del Protocolo de Maputo, en el que bajo el título «Salud y derechos reproductivos», se establece «proteger los derechos reproductivos de las mujeres autorizando el aborto médico en casos de abuso sexual, violación, incesto, y cuando la continuación del embarazo ponga en grave peligro la salud mental y física de la madre o la vida de la madre o del feto».
La carta, fechada el 19 de enero, constata que 16 países africanos han ratificado tal protocolo. «Nos preguntamos –escriben los obispos en su misiva– cuántos de los ciudadanos de estos 16 países africanos son conscientes de la decisión de sus legisladores» y «de que la Unión Africana, con este protocolo, ha introducido el primer instrumento de los derechos humanos para articular expresamente un derecho de la mujer al aborto en circunstancias específicas».
«¡Nunca un protocolo internacional había ido tan lejos!», denuncian.
«Creemos firmemente que el pueblo de África no desea ver tal protocolo introducido en sus leyes. Estamos seguros de que el pueblo de Uganda jamás lo desearía –prosigue el episcopado–. Por eso vemos esencial sacar este asunto a la atención pública».
Y es que Uganda ha firmado tal protocolo, pero aún no lo ha ratificado, por lo que aún el texto carece de fuerza legal en el país.
En los últimos meses la prensa ugandesa hablaba de «un posible cambio en la legislación» del país «que buscaría introducir la legalización del aborto y derribaría el artículo 22.2 de la Constitución».
Ese punto constitucional «afirma y protege el derecho a la vida del más vulnerable de las personas humanas, el no nacido –recuerda la Conferencia Episcopal–. Estamos seguros de que este artículo de nuestra Constitución refleja una convicción profundamente enraizada de los ugandeses y un valor fundamental de nuestra cultura».
Los prelados «saben muy bien» que hay abortos en el país y en el mundo, y que a menudo se practican «en circunstancias dramáticas para las mujeres involucradas».
«No pretendemos juzgar a las madres que se sienten llevadas en un momento concreto –y frecuentemente por presiones de los que las rodean, quienes comparten la responsabilidad— a poner fin a la vida inocente que se desarrolla dentro de ellas», puntualizan los prelados.
«Preferimos exhortar a todos los hombres y mujeres de buena voluntad a apoyar resueltamente el respeto a la vida que representa la herencia tanto de nuestras tradiciones cristianas como africanas», recuerdan.
Sea cual sea la razón que conduce al aborto, «poner fin deliberadamente a un embarazo en cualquier etapa de su desarrollo es siempre un mal objetivo. Ninguna legislación puede cambiarlo en algo bueno», por lo que los prelados exhortan a los legisladores de Uganda a «no ceder en este punto fundamental».
Sugerencias prácticas
Visto el contenido del Protocolo de Maputo, los prelados ugandeses expresan su convencimiento de que «sólo un proceso de educación coherente y no ambiguo respecto a una práctica de la sexualidad correcta y completamente humana puede detener la difusión de comportamientos que conducen a la violación, al incesto, al asalto sexual y, eventualmente, a “embarazos indeseados”».
Se trata de una observación que dirigen a padres, educadores, pastores y la sociedad civil en general.
Igualmente alientan a todos los ciudadanos a plantear activamente a los candidatos que piden su voto el este período electoral –las elecciones presidenciales se celebran el 23 de febrero– preguntas específicas sobre sus intenciones respecto a la legalización del aborto en Uganda y la ratificación del Protocolo de Maputo.
«Animamos a todos los hombres y mujeres que comparten nuestras preocupaciones a condicionar específicamente sus votos a la seguridad y al compromiso de que el candidato no va a aprobar ninguno de los dos» antes citados, escriben.
Una elección
«En el libro del Deuteronomio, Dios pone esta opción ante su pueblo: “Te pongo delante vida o muerte, bendición o maldición. Escoge la vida, para que vivas tú y tu descendencia (Dt 30, 19)” –citan los obispos de Uganda–. Nunca esta elección ha sido tan dramáticamente relevante para nosotros como ahora».
«Ante nosotros –constatan– tenemos la opción y la responsabilidad de proteger la vida humana inocente e indefensa o de permitir que sea extinguida, abandonada o descuidada».
«La peste del aborto amenaza nuestra tierra. Escribimos para alertar al gobierno y al pueblo de Uganda de esta amenaza y para apremiar a todos: ¡Elegid la vida!», concluye la carta.
[ El texto íntegro de la carta en inglés está disponible en la web de la Congregación vaticana para la Evangelización de los Pueblos: http://www.evangelizatio.org]