ROMA, jueves, 2 febrero 2006 (ZENIT.org).- La Iglesia en Italia salvó a miles de vidas de judíos en Italia durante la Segunda Guerra Mundial, revela una investigación que será publicada a partir de este 7 de febrero.
Los resultados del estudio, que aparecen en el libro «Los Justos de Italia. Los no judíos que salvaron a los judíos, 1943-1945» (Mondadori). Fue presentada el viernes pasado en la Sala de Conferencias Internacionales del Ministerio de Asuntos Exteriores de Italia.
La presentación fue organizada por la Embajada de Italia en Israel y el Instituto Italiano de Cultura de Tel Aviv, con apoyo del Departamento de Publicaciones de la Presidencia del Consejo de Ministros.
La obra es fruto de una investigación del Instituto para la Memoria de la Shoah («Yad Vashem») de Jerusalén, que concede el título de «Justo entre las Naciones» a los no judíos que salvaron a judíos de la deportación y la muerte, arriesgando la propia vida.
Los «Justos entre las Naciones», reconocidos por Yad Vashem hoy, son más de veinte mil. De ellos, 400 son italianos.
De las historias de estos italianos, 387 están recogidas en el volumen, que quiere rendir homenaje a aquellos italianos que no permanecieron pasivos ante la tragedia del Holocausto, poniendo en práctica la máxima talmúdica «quien salva una vida, salva a toda la humanidad».
En el encuentro, el historiador Andrea Riccardi, presidente de la Comunidad de San Egidio e historiador, subrayó que aunque el mundo hebreo y el católico no se frecuentaban, muchísimos obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas intervinieron para salvar a los judíos.
Liliana Picciotto, historiadora de la Fundación CDEC (Centro de Documentación Hebrea Contemporánea de Milán) y responsable de la edición italiana del volumen, proporcionó las cifras del periodo: en 1943, había 43 millones de italianos, y unos 32.000 judíos. De estos, 8.000 fueron deportados y 24.000 se salvaron.
Con más del 65%, Italia ostenta una de las cifras más altas en Europa de judíos salvados del holocausto, y esta obra impresionante Picciotto la atribuyó a «la Resistencia civil que se produjo en toda Europa y también en nuestro país, empezando por el clero católico que no dirigió su caridad sólo hacia los judíos, aunque sí de modo especial».
El papel desempeñado por la Iglesia Católica emerge claramente en las historias de los Justos contenidas en el libro: de 387 justos reconocidos, 58 son obispos, sacerdotes, religiosos o religiosas, el 15%. Sin contar que son muchísimas las historias de laicos que salvaron a los judíos gracias al apoyo y ayuda de las nunciaturas, obispos, párrocos, conventos, etc.
Giovanni Palatucci contaba con el apoyo de su tío, obispo de Campagna; Giorgio Perlasca tenía el apoyo del nuncio de Budapest, en Hungría; por no hablar de los directores de hospitales como Giovanni Borromeo (Hospital de San Juan de Dios de Roma), entre otros.
Picciotto concluyó su presentación mostrando que habría sido imposible para los judíos salvarse sin disponer de una red de estructuras en las que poderse esconder y sin la capacidad de poder disponer de documentos falsos, exigencias en las que la red de los católicos suplió con eficiencia y caridad.