Grito de ayuda de los obispos bolivianos a favor de los damnificados

De las catástrofes naturales que azotan al país

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LA PAZ, jueves, 2 febrero 2006 (ZENIT.org).- El episcopado boliviano ha lanzado un apremiante llamamiento para que la población del país, en particular sus cristianos, salga en ayuda de las víctimas de las catástrofes

En varias regiones, Bolivia está sufriendo los efectos negativos de la naturaleza: desborde de ríos, pérdida de vidas humanas, de cosechas, de ganado y de viviendas, además de enfermedades, carencia de alimentos y de medicinas, siendo los más afectados los niños y las personas mayores.

«Tanto dolor y desesperación no puede dejar indiferente a ningún boliviano», afirma en un mensaje monseñor Jesús Juárez Párraga, SDB, obispo de la Diócesis de El Alto, secretario general de la
Conferencia Episcopal Boliviana

«Todos los obispos de Bolivia estamos sufriendo con cada uno de los damnificados. ¡Cuánto quisiéramos estrecharlos contra nuestro pecho y aliviar todas sus penurias!», asegura.

A imitación de Jesús, el Señor de la Vida, explica el prelado, «unimos el consuelo espiritual con la solidaridad material. Por eso, nuestras Instituciones de Iglesia, dedicadas a obras sociales ponen todos sus esfuerzos de solidaridad efectiva».

Los prelados agradecen «al Gobierno nacional, a las autoridades prefecturales, edilicias y a cuantos colaboran con tanta abnegación a los hermanos y hermanas que son victimas de las inclemencias de la naturaleza». Y les aseguran: «Cuenten con nuestro apoyo».

Los obispos hacen un «ferviente llamado a toda la población, especialmente a quienes profesan la fe en Cristo a solidarizarse con nuestros hermanos y hermanas que pasan penurias. No olvidemos el mensaje del Señor, que se hace más apremiante en momentos como éste: Tuve hambre, y ustedes me dieron de comer…».

Los prelados de Bolivia exhortan «a los queridos hermanas y hermanos sufrientes a no perder la esperanza ni la fe. No están solos. Estamos con ustedes, todos quienes consideramos la vida de cada persona, el tesoro más importante de la creación», les dicen.

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ZENIT Staff

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