ROMA, sábado, 11 febrero 2006 (ZENIT.org).- El futuro bienestar de la sociedad depende de que se robustezca la vida familiar. Este es un mensaje constante en muchos de los recientes discursos del Papa. El 1 de diciembre, en un discurso al recién llegado embajador de Santa Lucía ante la Santa Sede, Benedicto XVI indicaba que «la sagrada institución del matrimonio es vital para el bienestar de toda nación».
Advirtió que «cualquier esperanza de renovación de la sociedad que no se adhiera al plan de Dios para el matrimonio y la familia está destinada a derrumbarse, porque es allí donde se hace realidad por primera vez la dignidad dada por Dios a toda persona y se experimenta y consolida la autoestima necesaria para las relaciones maduras en la edad adulta».
Frente a los actuales desafíos al matrimonio, es necesario que las autoridades civiles y religiosas trabajen juntas para mantener esta vital institución, insistía el Papa.
En su discurso a otro nuevo embajador, el de Francia, el 19 de diciembre, el Pontífice pidió una «atención muy especial a la institución conyugal y familiar». Estas instituciones, afirmó, son el «fundamento de la vida social».
El Santo Padre se refirió a los recientes motines de jóvenes en Francia. El matrimonio y la familia, afirmó, tienen un «papel insustituible en la educación de la juventud, conjugando autoridad y apoyo afectivo, dando a todos los jóvenes los valores indispensables para su maduración personal y el sentido del bien común, así como todos los elementos necesarios para la vida social».
El Papa también ha planteado el tema de la vida familiar en algunos encuentros con obispos. El 18 de noviembre dijo a los obispos de la República Checa que haría bien en hacer de la vida familiar una de sus prioridades pastorales. La familia es el bloque constructivo básico de la sociedad, y juega un papel vital en la transmisión de la fe cristiana, observaba el Pontífice.
El 3 de diciembre habló a los presidentes de las comisiones episcopales latinoamericanas para la familia y la vida. El matrimonio y la familia, observaba Benedicto XVI, están amenazados tanto por el fenómeno de la secularización como por la presión de leyes injustas que desconocen sus derechos fundamentales. Por ello, «hoy es preciso anunciar con renovado entusiasmo el evangelio de la familia», afirmaba.
Verdades elementales
El Papa también habló sobre la vida familiar a un grupo de italianos. El 30 de diciembre, el día en que la Iglesia celebra la fiesta de la Sagrada Familia, visitó el dispensario vaticano de Santa Marta.
En su discurso a los trabajadores del mismo, Benedicto XVI les agradeció su devoción en la ayuda a los niños y a sus padres. La misión de ser padres, observó, suele recibir poca ayuda de la sociedad moderna.
Posteriormente, en un encuentro el 12 de enero con funcionarios del gobierno de Roma y de la región del Lacio, observó que en los últimos años la familia ha sido una prioridad de la diócesis local.
Benedicto XVI explicó que, al insistir en el apoyo a la familia, la Iglesia no está imponiendo la doctrina o moralidad católicas a una sociedad secular. Más bien, es una cuestión de «verdades elementales que preocupan a nuestra común humanidad». Es perfectamente legítimo que los funcionarios del gobierno respeten estas verdades puesto que estas realidades son «esenciales para el bien de la persona y de la sociedad», afirmaba el Papa.
Sostuvo además que el gobierno local puede jugar un importante papel al apoyar a las parejas jóvenes, especialmente en lo que respecta a temas como el coste de la vivienda, y la disponibilidad de guarderías y escuelas.
Y en clara referencia a los esfuerzos por dar estatus legal a las parejas de hecho y a las uniones del mismo sexo, el Santo Padre insistió: «Es un grave error obscurecer el valor y los papeles de la familia legítima fundada en el matrimonio atribuyendo reconocimiento legal a otras formas impropias de unión de las que verdaderamente no hay una necesidad social real».
Sus palabras tuvieron eco en el cardenal Camillo Ruini, vicario del Papa para la diócesis de Roma y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana. Dirigiéndose a un encuentro de obispos italianos el 23 de enero, el cardenal Ruini insistió en que, en las próximas elecciones, uno de los temas principales que los votantes deberían tomar en consideración debía ser la defensa de la familia y el matrimonio, junto con el respeto a la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural. Las elecciones nacionales al parlamento tendrán lugar el 9 de abril.
El cardenal precisó con claridad que la Iglesia no tenía intención alguna de aliarse con algún grupo o partido político durante la campaña electoral.
España y Escocia
También han hablado defendiendo la familia obispos de otros países. El 30 de diciembre la subcomisión para la familia y defensa de la vida de la Conferencia Episcopal Española publicó un mensaje sobre la transmisión de la fe a los hijos.
El documento también hablaba de las sombras que planean sobre la vida familia por la «culpable omisión» al no apoyar desde el estado a las familias en temas como la vivienda y la educación. Los obispos también renovaron sus críticas a la ley del gobierno socialista que ha dado reconocimiento a las uniones del mismo sexo, así como el que se haya suavizado las leyes para hacer más fácil el divorcio.
Y en Escocia, el 25 de enero el Catholic Media Office publicaba el texto de la carta pastoral sobre la familia, escrita por el arzobispo Mario Conti, en nombre de los obispos. «Nada es más fundamental para el bien común que la estabilidad de la vida familiar», indicaba la carta. Pero esto esta siendo ignorado por los líderes civiles y, por ello, hay «una sociedad en declive moral, una civilización que decae culturalmente».
En vez de apoyar a las parejas casadas y a la vida familiar, el gobierno está ampliando las ventajas «a las relaciones que son por su propia naturaleza incapaces de proporcionar a los ciudadanos del mañana aquellos valores que determinarán nuestra sociedad», lamentaba Mons. Conti.
La ley está creando «una ficción de matrimonio» al permitir que se registren las uniones civiles, observaba la carta. No se debería excluir a las personas de la sociedad basándose en su orientación sexual, afirmaba la carta. Pero tampoco deberíamos extender a las uniones del mismo sexo «una igualdad al amor conyugal ante la ley y ante la estimación pública», añadía.
«Este es un tiempo en que el matrimonio y la familia están en crisis con muchos de nuestros males sociales atribuibles a esta causa», observaba el arzobispo Conti. «De ahí que debamos estar en la vanguardia de la promoción de la vida familiar».
Esto implica actividades como ayudar a las familias a encontrar una vivienda digna y asequible, y ofrecer a los jóvenes consejo para prepararse al matrimonio, afirmaba. También se necesitan, en ocasiones, servicios de conciliación, en lugar de facilitar el acceso al divorcio.
En la homilía del día de año nuevo predicada en la catedral de Santa María, en Edimburgo, el cardenal Keith O’Brien también habló sobre temas familiares. Según una nota de prensa de su oficina, los comentarios del cardenal rondaron sobre la introducción de la legislación que permitirá los matrimonios del mismo sexo y la votación en el Parlamento Escocés para reducir drásticamente los periodos de espera para el divorcio.
La familia es «la unidad social básica, que es necesario reconocer, proteger y promover como la célula más vital de la sociedad», comentaba el cardenal. Desafortunadamente, esta verdad está siendo oscurecida hoy, decía. «No sin razón las sociedades humanas a lo largo de la historia y de las culturas han florecido sólo cuando han construido sus relaciones humanas s
obre la roca del matrimonio», Una sombría advertencia que la Iglesia espera que escuchen los gobiernos.