CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 27 enero 2006 (ZENIT.org).- Al recibir este lunes a un grupo de sacerdotes y seminaristas de la Iglesia ortodoxa griega, Benedicto XVI presentó la promoción de los valores cristianos como un terreno de colaboración particularmente necesaria entre ortodoxos y católicos.
Sus huéspedes eran alumnos de la Apostolikí Diakonía, el Colegio Teológico de la Iglesia ortodoxa de Grecia, quienes estaban acompañados por su director general, Su Excelencia Agathanghelos, obispo de Fanarion.
Las relaciones entre la Iglesia ortodoxa griega y la Santa Sede han recibido un impulso inesperado desde que Juan Pablo II visitó Grecia en mayo de 2001 y fue recibido por Su Beatitud Christodoulos, arzobispo de Atenas y de toda Grecia, según ha reconocido públicamente en varias ocasiones el cardenal Walter Kasper, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos.
El compromiso por presentar las raíces cristianas de Europa ante los grupos ideológicos que han pretendido negarlas en estos últimos años, ha sido uno de los motivos que han favorecido este diálogo entre las Iglesias de Atenas y Roma.
En el discurso que les dirigió Benedicto XVI a los alumnos ortodoxos, aseguró que «la caridad recíproca alimentará nuestra inventiva y nos permitirá recorrer nuevas vías».
«Debemos afrontar los desafíos que amenazan la fe, cultivar el «humus» espiritual que ha nutrido durante siglos Europa, reafirmar los valores cristianos, promover la paz y el encuentro, incluso en las condiciones más difíciles», indicó.
En particular, sugirió «profundizar en aquellos elementos de la fe y de la vida eclesial que pueden conducir a la meta de la plena comunión en la verdad y en la caridad».
En este sentido consideró como una gran oportunidad el diálogo teológico oficial que acaba de reanudarse entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa.
El obispo de Roma confesó que los pasos dados en estas últimas cuatro décadas por el diálogo entre católicos y ortodoxos permiten «entrever una nueva aurora, la del día en el que comprenderemos plenamente que estar enraizados y fundados en la caridad de Cristo significa encontrar concretamente un camino para superar nuestras divisiones».
Este itinerario, explicó, exige «una conversión personal y comunitaria, la escucha de los demás y la oración en común por nuestra unidad».