El cardenal Bergoglio invita a los obispos a ser «pastores con olor a oveja»

PILAR, martes, 9 mayo 2006 (ZENIT.orgAica).- El presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, cardenal Jorge Mario Bergoglio, rogó a Nuestra Señora de Luján que ilumine a los obispos para ser «pastores con olor a oveja» y servir al pueblo que «nos muestra sus necesidades, su búsqueda de Dios, sus carencias y gozos más hondos, y nos pide que lo ayudemos a encontrarse y dejarse encontrar con Jesús».

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Al presidir la misa de apertura de la 91ª Asamblea Plenaria del Episcopado, que se clausurará el sábado el arzobispo de Buenos Aires invitó a sus hermanos a implorar de Dios que «nos haga más fieles, más hijos suyos, más seguidores de Jesús»

El cardenal Bergoglio consideró que «durante las reflexiones de esta semana buscaremos los modos y las palabras para poder realizar hoy lo que Isaías proclamaba: ‘Fortalezcan los brazos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes; digan a los que están desalentados: Sean fuertes, no teman; ahí está su Dios… él mismo viene a salvarnos’».

Pero reconoció que «no siempre resulta fácil anunciar estas palabras; hay que buscar, pensar, dialogar, rezar… y todo esto produce en nuestra vida de pastores aquella ‘peculiar fatiga del corazón’ que, al decir de Juan Pablo II, sufría la Virgen en su esfuerzo cotidiano por contemplar los signos de Dios en la vida de su Hijo».

«Ella, como primera discípula de Jesús, nos abre este camino de la fatiga pastoral, esa fatiga más bien interior de padre y hermano que no quiere que se pierda ninguno de los que le han sido confiados. Volvamos con la mente otra vez a Luján y, en medio del pueblo fiel de Dios, mirándola pidámosle la gracia de esta fatiga interior que nos unge en la cruz de cada día, muchas veces en claroscuros difíciles de comprender o en oscuridades que nos hacen tambalear la esperanza», reclamó.

El primado de la Argentina advirtió que esa esperanza «no puede ser negociada por quienes «hemos sido constituidos herederos y destinados de antemano… a ser aquellos que han puesto su esperanza en Cristo, para alabanza de su gloria»», y exhortó a «mirar nuevamente a nuestra Madre, a Ella que –desde Caná y a lo largo de toda la historia de los pueblos– se acercó a sus hijos en las más variadas situaciones para sembrar esperanza en los corazones».

«A Ella le pedimos la gracia de ser pastores de esperanza, que no se dejan ahogar por los conflictos ni por las pruebas; de ser pastores como Pablo que no cejaba de anunciar a Jesucristo a costa de su propia vida: anuncio martirial de cada día pero que vale la pena. A Ella le pedimos la gracia de creer firmemente que ‘la esperanza no defrauda’ y poder transmitir esta fe a nuestro pueblo».

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ZENIT Staff

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