NUEVA YORK, sábado, 20 mayo 2006 (ZENIT.org).- Los altos sueldos de los ejecutivos vuelven a los titulares una vez más. Es la época del año en la que las empresas en Estados Unidos informan sobre lo que pagan a sus principales ejecutivos (los CEOs) – y los críticos cuestionan las sumas.

Surge el asombro al saber que Lee Raymond, que se retiró el pasado diciembre tras 13 años como presidente y jefe ejecutivo del gigante petrolífero Exxon, recibió 686 millones de dólares en compensación desde 1993 al 2005. Durante este periodo el valor de mercado de la empresa se multiplicó por cuatro y los ingresos alcanzaron niveles de record, informaba el New York Times el 15 de abril.

Más de 400 millones de dólares de los beneficios de Raymond le llegaron en su último año en Exxon. La suma incluía sus beneficios de pensión, que optó por recibir en una suma conjunta de 98,4 millones de dólares. Otros ejecutivos de la industria petrolífera están recibiendo también hermosas sumas. Ray Irani, CEO de Occidental Petroleum, recibió cerca de 63 millones de dólares el año pasado.

Alan Murria, en su columna del Wall Street Journal el 19 de abril, defendía al CEO retirado de Exxon. «Los accionistas, generalmente, lograron dar valor a su dinero por el vigoroso liderazgo de Raymond», escribía. Exxon incluso superó a otras grandes compañías petrolíferas.

No obstante, Murria reconocía que muchos se sienten ultrajados ante la idea de que alguien en la posición de Raymond pueda ganar más en un día que muchos otros en un año.

Pero el problema real, sostenía Murria en su columna del 26 de abril, tiene que ver con los ejecutivos que no consiguen resultados pero que aún sí reciben sueldos principescos. Citaba el caso de Hank McKinnel, director ejecutivo de la empresa farmacéutica Pfizer. Durante los últimos cinco años las acciones han caído un 40% de su valor, aún así McKinnell recibió 79 millones de dólares en dicho periodo. Además, tiene una pensión garantizada de 6 millones de dólares al año de por vida.

Pero McKinnell no está solo. Reuters informaba el 31 de marzo de un estudio que muestra que CEOs de 11 grandes empresas estadounidenses recibieron pagos por un total de 865 millones de dólares en los dos últimos años, mientras presidían una caída colectiva de 640.000 millones de dólares en el valor de las acciones de sus empresas. Entre las 11 empresas citadas, que tenían grandísimas diferencias entre el sueldo de sus CEOs y los resultados, estaban Lucent Technologies, Home Depot, Hewlett-Packard y Wal-Mart Stores.

Sueldos grandes, valores en descenso
El estudio sobre los CEOs publicado por la organización Corporate Library afirmaba: «Se entrega una remuneración excesiva sin nexo alguno con los resultados, con ejecutivos a los que se ducha con bienvenidas de oro, adioses de oro, pagos de impuestos y gratificaciones antes, durante y después de desempeñar su empleo».

El New York Times publicaba el 9 de abril un reportaje especial sobre los sueldos de los ejecutivos en el que se mencionaba el caso de ConAgra Foods. Bruce Rohde se retiró de presidente y director ejecutivo el pasado septiembre. Durante sus ocho años en el cargo recibió más de 45 millones de dólares, más un retiro estimado en 20 millones de dólares.

Se le dieron estas recompensas a pesar de que la compañía no logró sus objetivos, y sus resultados fueron peores que los de sus competidores. El precio de sus acciones cayó en un 28% y se recortaron más de 9.000 empleos de la empresa durante el mandato de Rohde.

Según el New York Times, la media de sueldos a los CEOs creció un 27% en el 2005, hasta los 11,3 millones de dólares. La información se basa en un examen de 200 grandes empresas. En comparación, el sueldo medio llevó a casa en el 2004 43.480 dólares, según los datos del Departamento de Comercio de Estados Unidos.

Sigue creciendo la diferencia entre los altos ejecutivos y los trabajadores. El salario de un CEO en una gran empresa llegó a ser 170 veces mayor que el de la media de los trabajadores. Esto se puede comparar con la diferencia en 1940, que era de 68 veces. El cambio ha tenido lugar en los últimos años, cuando los salarios de los ejecutivos comenzaron a subir en los ochenta.

El Wall Street Journal también publicó el 10 de abril un estudio a fondo de los sueldos de los ejecutivos. Sus cifras, basadas en el examen de las 350 principales empresas, mostraban que la remuneración de los CEOs creció un 15,8% en el 2005, hasta una media de unos 6 millones de dólares. Esta suma cubre salarios y bonus, más las ventas de stocks.

El reportaje observaba que las empresas están reaccionando ante las quejas por los altos salarios de sus ejecutivos. Delphi Corporation, que está en bancarrota, había propuesto dedicar 500 millones de beneficios para cerca de 600 de sus ejecutivos. La suma fue reducida tras las presiones de los sindicatos y los acreedores.

De igual forma, John Mack, CEO del banco de inversiones Morgan Stanley, tuvo que volverse atrás en medio de amplias protestas y olvidar un trato que le garantizaba 25 millones de dólares para el 2005 y el 2006 si el sueldo medio de los CEOs rivales en Wall Street alcanzaba un cierto nivel.

Pero sigue habiendo interrogantes. Entre ellos está el caso del CEO de Gillette, James Kilts, al que se le fijó que recibiría una suma estimada en 185 millones de dólares después de que Procter & Gamble asumiera el control de la empresa.

Los accionistas están proponiendo medidas en las asambleas generales anuales de las empresas que presionen a las empresas a limitar los sueldos y hacer pública más información sobre las ventajas de sus ejecutivos, informaba el 28 de abril el Washington Post.

Un ejemplo al respecto es el de Lucent Technologies, donde se aprobó por votación en febrero una medida que liga los bonus y ciertas recompensas al funcionamiento de la empresa.

El presidente de la Comisión de Seguros y Cambio también hizo hincapié en el tema. Christopher Cox ha propuesto obligar a las empresas a divulgar más información sobre cuánto pagan a sus ejecutivos, incluyendo revelar muchas de las gratificaciones ocultas.

Una de las gratificaciones que ha atraído más atención últimamente es el uso de los aviones de empresa. El 10 de mayo el New York Times llamaba la atención sobre el tema, observando casos como el de Richard Parsons, presidente y director ejecutivo de la Time Warner. Parsons posee una pequeña viña en la Toscana, en Italia, y, dos veces al año, utiliza el avión de la empresa para hacer una visita. Parsons tiene unos ingresos totales de 16 millones de dólares al año.

Otras empresas permiten que sus CEOs usen sus aviones para viajar a casa los días de fiesta. Y como este beneficio cuenta como ingreso sujeto a impuestos para los ejecutivos, algunas empresas incluso pagan una cantidad extra para rembolsar los impuestos sobre los viajes.

Directrices éticas
La enseñanza social de la Iglesia no ha tratado directamente la cuestión de los límites de los sueldos. Reconoce claramente la libertad de mercado y de los hombres de negocios para organizar sus asuntos y gozar de los beneficios de su trabajo. El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, en el No. 336, «considera la libertad de la persona en materias económicas un valor fundamental y un derecho inalienable a promover y defender».

Sin embargo, esto no quiere decir que se despreocupe de los temas de la desigualdad y la riqueza. «Los desequilibrios económicos y sociales en el mundo del trabajo deben tratarse restaurando una justa jerarquía de valores y poniendo la dignidad humana antes que cualquier otra cosa», indica el No. 321 del Compendio.

En cuanto a la actividad económica y la riqueza, la Biblia tiene palabras de estímulo. En la parábola de los talentos del Nuevo Testamento (Mat eo 25:14-30), por ejemplo, se exhorta a un uso productivo de nuestras capacidades. Y el No. 323 del Compendio indica que en el Antiguo Testamento no se condena tanto las riquezas en sí mismas sino su mal uso.

No obstante, la Iglesia insiste en la importancia de la solidaridad y de ocuparse de las necesidades de quienes tienen menos. El Compendio llama a «un desarrollo más humano en la solidaridad», que afronte la cuestión de la desigualdad social (No. 374).

De hecho, el bienestar económico de un país debería medirse no sólo por la cantidad total de bienes producidos, sino también considerando la forma en que se distribuyen (No. 303). Puntos que deberían guiar las conciencias al hablar de los salarios.