CIUDAD DEL VATICANO, martes, 16 mayo 2006 (ZENIT.org).- Benedicto XVI ha reconocido que Europa necesita un «alma» para evitar que el proyecto de integración del viejo continente acabe reduciéndose a un «gran mercado».
Fue la constatación a la que llegó el pontífice este sábado en el discurso que dirigió al nuevo embajador de Bulgaria ante la Santa Sede, Valentin Vassilev Bozhilov.
La Comisión Europea indicó este martes la fecha del 1 de enero de 2007 para la adhesión Bulgaria y Rumanía en la Unión Europea, aunque ha hecho depender esta decisión del cumplimiento de una serie de condiciones que volverán a ser evaluadas en octubre.
En su objetivo de entrar a formar parte de la Unión, Bulgaria, país de mayoría ortodoxa, ha contado desde el primer momento con el apoyo de la Santa Sede.
Dirigiéndose al representante de Sofía en francés, el Papa deseó que ese país, entrando en la Unión, «desempeñe un papel importante, contribuyendo a volver a dar a nuestro continente el empuje espiritual que con frecuencia tanto necesita».
Pidió la ayuda de Bulgaria para que Europa «no sea sólo un gran mercado de intercambio de bienes materiales, cada vez más abundantes, sino para que tenga un alma, una auténtica dimensión espiritual».
En particular, el Papa se refirió «a la situación de los jóvenes de nuestros países» que no encuentran espacios a sus aspiraciones «en nuestras sociedades demasiado centradas en el consumo de bienes materiales y en la búsqueda, en ocasiones individualista del bienestar».
Los jóvenes, aseguró, necesitan «volver a encontrar confianza en el futuro y comprometerse sin miedo en proyectos a largo plazo, dando origen a nuevas familias, sólidamente edificadas sobre el matrimonio y abiertas a la acogida de los niños».
Al mismo tiempo, reconoció, los chicos y chicas europeos necesitan aprender «a ponerse al servicio del bien común de la sociedad a través de la actividad política, económica y social, preocupándose por la solidaridad con los más desfavorecidos, así como con los inmigrantes que vienen desde otros horizontes buscando un refugio o una nueva oportunidad».
«En nuestro mundo incierto y desestabilizado, Europa puede convertirse en testigo y mensajero del diálogo necesario entre las culturas y las religiones», indicó el Papa.
En este diálogo, confirmó el apoyo de la Santa Sede, pues, como constató, es necesario para «hacer retroceder la violencia que se desarrolla hoy peligrosamente, rompiendo los muros de la ignorancia y de la desconfianza que la pueden engendrar».
Para que Europa «no se repliegue sobre ella misma», el obispo de Roma propuso «compartir mejor las riquezas en el mundo y suscitar un auténtico desarrollo de África, que sirva para corregir las injusticias del desequilibrio actual entre el norte y el sur, factor de tensiones y amenazas para la paz».