El Santo Padre recuerda la «vocación suprema» de toda persona humana

En su intervención antes de rezar el «Regina Caeli»

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 21 mayo 2006 (ZENIT.org).- La vida eterna en Dios es la «vocación suprema» de toda persona, recordó este domingo Benedicto XVI ante decenas de miles de fieles.

En su encuentro dominical, antes de entonar la oración mariana del «Regina Caeli» –propia de este tiempo pascual–, el Papa hizo una breve catequesis sobre la Ascensión del Señor, que la Iglesia celebra el próximo jueves, si bien en algunos países se traslada al domingo siguiente.

El libro de los Hechos de los Apóstoles narra el acontecimiento (Hch 1,9); «Jesús, tras su resurrección, se apareció a los discípulos durante cuarenta días y después fue elevado en presencia de ellos», mencionó el Papa.

Este «último gesto de Jesús» encierra un doble significado: «Ante todo, ascendiendo a lo “alto”, Él revela de modo inequívoco su divinidad», subrayó.

Y es que «regresa allí de donde ha venido –añadió–, esto es, a Dios, después de haber realizado su misión en la tierra».

«Además Cristo asciende al Cielo con la humanidad que ha asumido y que ha resucitado de los muertos: esa humanidad es la nuestra, transfigurada, divinizada, hecha eterna», escucharon los peregrinos que colmaron la Plaza de San Pedro en el Vaticano en la mañana de este domingo, soleado y caluroso.

Por lo tanto la Ascensión «revela la “vocación suprema” de toda persona humana: está llamada a la vida eterna del Reino de Dios, Reino de amor, de luz y de paz», recalcó Benedicto XVI.

Acogido e interrumpido en varias ocasiones por los aplausos de los fieles, el Papa encomendó a la Virgen María los frutos de su próximo viaje apostólico, que en cuatro días le llevará a tierras polacas «en recuerdo del amado Juan Pablo II».

Este segundo viaje apostólico internacional de Benedicto XVI, del 25 al 28 de mayo, tiene por lema «Sed fuertes en la fe». Tocará algunos de los lugares decisivos para la vida de Karol Wojtyla antes de que éste fuera elegido a la cátedra de Pedro.

Antes de despedirse de los peregrinos este domingo, el Papa dirigió en polaco su saludo a los presentes de esa nación. «A María Santísima confío el viaje y por su intercesión pido a Dios que en estos días reavive y consolide nuestra fe. Que su bendición nos sostenga siempre», expresó.

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ZENIT Staff

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