Principios para un debate sobre política migratoria en los Estados Unidos

Sugiere la presidenta de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales

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NUEVA YORK, domingo, 28 mayo 2006 (ZENIT.org).-Parte de la solución de los problemas de la inmigración hacia Estados Unidos exigirá un renovado compromiso de solidaridad, afirma Mary Ann Glendon.

Glendon, presidenta de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales y profesora de Derecho de Harvard, escribe en la próxima edición de junio/julio de la revista «First Things» afirmando que semejante compromiso de solidaridad es necesario para maximizar las ventajas y minimizar las desventajas de la inmigración para todos los implicados.

Su comentario llega en pleno debate en los Estados Unidos en los que con frecuencia los medios de comunicación dan particular espacio a las voces más alarmistas.

Por su parte, Glendon observa que el mundo está experimentando una etapa de gran movimiento de población. En todo el mundo, hay 200 millones de emigrantes y refugiados.

Glendon afirma que, aunque hay un debate abierto, especialmente en los Estados Unidos sobre qué hacer ante el gran flujo de migrantes, ha sido silenciado durante mucho tiempo el debate respecto a la relación entre este fenómeno y el «invierno demográfico» que se está produciendo en Europa y Norteamérica.

La presidenta de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales indica que, a causa de la experimentación social, así como lo que ella llama la «cultura de la autosatisfacción» en estas regiones, «las personas tienen menos hijos y la estructura social básica de la familia está siendo gradualmente alterada».

El aspecto que a menudo se deja de lado es que las sociedades que aceptan menos niños tendrán que aceptar más inmigrantes.

«La cuestión no es quién realizará los trabajos que los estadounidenses no desean hacer –escribe Glendon–. La cuestión es quién llenará las filas de una fuerza laboral que la generación que se jubila dejó de reponer».

No obstante, Estados Unidos tiene varias ventajas para resolver su problema demográfico que Europa no tiene, según la doctora en Derecho.

Estados Unidos tiene una historia de pluralismo y experiencia en absorber y asimilar a millones de inmigrantes de todo el mundo. Además, la mayoría de los inmigrantes estadounidenses provienen de países cristianos, por lo que comparten una herencia cultural semejante a la de Estados Unidos.

Sin embargo, para que cualquier proceso de asimilación sea exitoso, los estadounidenses deberán evitar el que los inmigrantes queden encerrados en subgrupos culturales, como el «latino», aclara.
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Glendon concluye pidiendo a todos los participantes en el debate que reexaminen los cinco principios de la declaración conjunta de los obispos estadounidenses y mexicanos, titulada «Juntos en el camino de la esperanza ya no somos extranjeros».

Estos principios son:

1.- Las personas tienen derecho a encontrar oportunidades en su tierra natal.

2.- Cuando no hay oportunidades en la patria, las personas tienen derecho a emigrar para mantenerse a sí mismas y a sus familias.

3.- Los estados soberanos tienen el derecho de controlar sus fronteras, pero las naciones económicamente prósperas tienen la obligación de admitir flujos de migración.

4.- Debe protegerse a quienes buscan refugio y asilo.

5.- Deben respetarse la dignidad y los derechos humanos de los inmigrantes indocumentados.

A estos cinco principios, Glendon añade un sexto: «la necesidad de que una sociedad basada en el dominio de la ley, sumamente diversa, sea cuidadosa con los mensajes que envía a las personas que desean formar parte de esta sociedad».

Citando a Juan Pablo II, Glendon afirma que la solidaridad impone obligaciones a los desfavorecidos y a los aventajados. Mientras que los aventajados deberían preocuparse de las necesidades de los desfavorecidos, éstos no pueden ser recipientes pasivos de ayuda o socavar el tejido social, sino que deben contribuir todo lo que puedan al bien común.

Aunque estos principios podrían inquietar a algunos, Glendon afirma que son la base de soluciones válidas para una batalla política excesivamente dura.

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ZENIT Staff

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