CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 31 mayo 2006 (ZENIT.org).- «¡Que la humanidad de hoy no se olvide de Auschwitz y de las demás «fábricas de la muerte» en las que el régimen nazi trató de eliminar a Dios para tomar su puesto!», exclamó Benedicto XVI este miércoles al hacer un balance de su viaje apostólico a Polonia.
Como solía hacer Juan Pablo II, el Papa dedicó la intervención durante la audiencia general de este miércoles, a repasar los momentos más significativos de su segunda peregrinación internacional, que tuvo como meta las tierras de Karol Wojtyla, del 25 al 28 de mayo.
Concluyó su balance, junto a 35.000 peregrinos convocados en la plaza de San Pedro en una mañana de sol, evocando la emocionante visita al campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, que tuvo lugar el domingo, poco antes de tomar el avión de regreso a Roma.
Recordando aquella tragedia, el pontífice explicó: «Hitler hizo exterminar a seis millones de judíos. En Auschwitz-Birkenau murieron también unos 150.000 polacos y decenas de miles de hombres y mujeres de otras nacionalidades».
Según el Papa, «ante el horror de Auschwitz no hay otra respuesta que la Cruz de Cristo: el Amor que desciende hasta el abismo del mal para salvar al hombre en su raíz, donde su libertad puede rebelarse contra Dios».
Y exclamó: «¡Que la humanidad de hoy no se olvide de Auschwitz y de las demás «fábricas de la muerte» en las que el régimen nazi trató de eliminar a Dios para tomar su puesto!».
«¡Que los hombres vuelvan a reconocer que Dios es Padre de todos y que nos llama a todos en Cristo a construir juntos un mundo de justicia, de verdad y de paz!», insistió.
El resto de su intervención recogió notas de viaje de Benedicto XVI por tierras polacas para alentar en la fe al pueblo en el que nació Karol Wojtyla.
Evocó su visita a la capital, Varsovia, sus momentos de oración en los santuarios amados por Juan Pablo II, el santuario nacional polaco de Jasna Góra en Czestochowa, el de la Virgen de Kalwaria Zebrzidowska y el de la Divina Misericordia, así como su visita a Wadowice, ciudad natal de su predecesor, y a Cracovia.
En la ciudad de la que Karol Wojtyla fue arzobispo, el pontífice culminó su viaje con una misa en la que dejó el mensaje central que quiso transmitir a los polacos: «¡Permaneced firmes en la fe!».
«Esta ha sido la consigna que he dejado a los hijos de la querida Polonia, alentándoles a perseverar en la fidelidad a Cristo y a la Iglesia para que no falte nunca a Europa y al mundo la contribución de su testimonio evangélico», reconoció.
«Todos los cristianos tienen que sentirse comprometidos a dar este testimonio para evitar que la humanidad del tercer milenio pueda conocer de nuevo horrores semejantes a los que son evocados trágicamente por el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau», concluyó.