VALENCIA, domingo, 9 julio 2006 (ZENIT.org).- Desde primeras horas de la tarde de este sábado, con un sol inclemente, el más de un millón de personas de todo el mundo que ha llegado a Valencia, España, para el acto conclusivo con el Papa del V Encuentro Mundial de las Familias, esperó la llegada de Benedicto XVI a la plaza de Europa, en la Ciudad de Las Artes y de las Ciencias, en medio de cantos y lemas como «Benedicto, amigo, la familia está contigo».

A las nueve de la noche, llegó el Papa desde el Palacio Arzobispal, al altar construido sobre el puente de Monteolivete, haciendo un recorrido por la ciudad en papamóvil, en medio del lanzamiento de globos blancos y amarillos, pétalos de flores y papeles de colores.

Al entrar en el recinto, donde iba a tener lugar la celebración conclusiva, hizo un amplio recorrido por todos los sectores del inmenso círculo que rodea al altar, por lo que todos los asistentes pudieron verlo de cerca.

Al inicio de la celebración festiva, no podía faltar aquí la tradición de esta tierra. Las falleras mayores de Valencia, así como las reinas de las fiestas de Castellón y las Belleas del Foc de Alicante, hicieron una ofrenda floral ante el icono de la Sagrada Familia situado en un lado del escenario, que ha presidido todos los Encuentros Mundiales de la Familia y saludaron al Santo Padre.

Mientras tanto, la Orquesta de Valencia y el Coro de la Generalidad Valenciana, dirigidos por Yaron Traub, entonaban un Avemaría que suena todos los años en la Misa d’Infants, antes del traslado de la «Mare de Déu», como los valencianos llaman a la patrona de la ciudad.

El cardenal Alfonso López Trujillo, presidente del Consejo Pontificio para la Familia, organizador del evento, hizo al Papa un saludo de bienvenida.

Tras las lecturas bíblicas, dieron su testimonio familias que han participado en los precedentes cuatro Encuentros Mundiales, comunicando los frutos que supuso su celebración para las familias que asistieron.

Un momento muy emotivo fue la interpretación de un canto de esta tierra, «Valencia Canta», del maestro José Serrano.

A continuación, tres grupos de matrimonios ofrecieron su testimonio: jóvenes (que expresaron el por qué de tener hijos), maduros (comunicando su experiencia de vida en común) y mayores (dando testimonio de una vida entera compartida).

Fue especialmente emotivo el testimonio de un matrimonio que perdió a una hija de 18 años y decidió adoptar a cuatro hermanos huérfanos. También fue conmovedor el de una familia numerosa con un hijo minusválido que ha sido el centro del amor de padres y hermanos.

Las bellas y elegantes evoluciones del ballet de Taiwán, que quiso hacer un homenaje al mar de Valencia, fueron agasajadas por Benedicto XVI con un espontáneo aplauso.

Otro momento muy sentido correspondió a la cantante brasileña Fafá de Belem, quien deleitó a los asistentes sólo con su voz y un micrófono, interpretando un Ave María brasileña.

También subieron al escenario para dar su testimonio representantes ecuménicos: el metropolita Kirill, arzobispo de Yaroslav y Rostov, representante del Patriarcado de Moscú y un obispo alemán de la Iglesia Evangélica. Es la primera vez que otras Iglesias cristianas participan en un Encuentro Mundial de las Familias.

Inmediatamente antes del discurso de Benedicto XVI que cerraba el acto, hacia las 11,30 de la noche, hizo una sentida actuación la soprano española Monserrat Caballé, acompañada del músico José María Cano.

Tras el discurso de Benedicto XVI, llegó el turno del pirotécnico Vicente Caballer, quien hizo un ramillete de fuegos artificiales con 200 kilogramos de pólvora durante cuatro minutos.

Posteriormente, José María Cano y la Orquesta de Valencia siguieron ofreciendo un concierto para poner el broche final a esta fiesta de las Familias de Valencia.

Benedicto XVI comenzó su discurso cuando ya casi eran las once de la noche, media hora después de lo esperado. Pero el rostro sonriente del Papa, que al final de su intervención bromeó, recordando que en esa velada el actor italiano Lino Banfi le llamó «el abuelo del mundo», demostraba que no le importó lo más mínimo dormir pocas horas en la única noche que pasó en Valencia.