FÁTIMA, lunes, 17 julio 2006 (ZENIT.org).- Una virtud ligada directamente a la dignidad del cuerpo humano y a la perspectiva de la resurrección: así es la pureza, explica el cardenal James Francis Stafford, Penitenciario mayor de la Iglesia católica.
El purpurado tuvo oportunidad de profundizar en el tema de la pureza y de la castidad cuando presidió, el miércoles y jueves pasado, la Peregrinación Internacional a Fátima en celebración de los 89 años de la tercera aparición de la Virgen –13 de julio de 1917– en la ciudad portuguesa.
«Creced y multiplicaos» fue el tema de la peregrinación, un contexto en el que el purpurado –durante la homilía que pronunció en la Eucaristía de la vigilia nocturna de oración del miércoles— habló de «la más misteriosa de las virtudes», la pureza, en la que los «cristianos ni habrían pensado» «si no hubieran mirado hacia la resurrección del cuerpo».
De acuerdo con el Penitenciario mayor, «muchos de cuantos aún están influenciados por las teorías mecanicistas del siglo XIX piensan que las enseñanzas de la Iglesia sobre lo relativo a la virtud son horribles, y en particular rechazan sus enseñazas sobre las virtudes de la castidad y de la pureza».
«Se burlan de la observancia del sexto mandamiento como causa de perturbaciones emocionales, afirmando incluso que es repugnante y contraria a la naturaleza», constató.
Aclaró el purpurado que es fundamental recordar el Misterio Pascual de Cristo y el Bautismo de cada uno, que proporcionan la base y la motivación para la práctica de la virtud de la pureza y de todas las demás virtudes.
«San Pablo –citó el cardenal Stafford— enseñó exactamente la misma norma cuando escribió: “Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús (…) a que viváis para agradar a Dios, según aprendisteis de nosotros, y a que progreséis más… Porque ésta es la voluntad de Dios: vuestra santificación; que os alejéis de la fornicación”(1 Ts 4, 1-3)».
«En todo el Nuevo Testamento, la práctica de la virtud estaba basada en la manifestación del eskaton, esto es, en la obra de salvación de Jesús a través de Su muerte y resurrección», apuntó el purpurado.
Y reconoció en su homilía «lo profundamente» que le impresionó la canonización, el 24 de junio de 1950, de la joven mártir María Goretti (Zenit, 6 julio 2006).
«Estaban presentes en la Plaza de San Pedro [en el Vaticano] en aquella ocasión la madre de aquella y quien la asesinó, Alessandro Serenelli»; el testimonio de María Goretti «de pureza y de valor se convirtió en la estrella polar de mi generación», dijo el cardenal Stafford.
«Santa María Goretti», cuya memoria celebra la Iglesia el 6 de julio, «percibió que la pureza está íntimamente ligada a la dignidad del cuerpo humano», explicó.
«Era consciente de que la Iglesia enseñaba» que «el cuerpo debía resucitar glorioso. En unión con la Iglesia profesaba todos los domingos: “Creo en la resurrección de la carne (del cuerpo)”. Dio testimonio de este misterio: que la Encarnación y Resurrección de Jesús constituyen las verdaderas leyes de la naturaleza, de la carne y del físico», puntualizó el cardenal Stafford.