Cardenal Cañizares: Totalitarismo, derechos humanos y democracia (II)

Entrevista al primado de España y vicepresidente de la Conferencia Episcopal

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TOLEDO, miércoles, 26 julio 2006 (ZENIT.org).- Con el trasfondo del V Encuentro Mundial de las Familias recientemente realizado en Valencia, Jaime Antúnez, director de «Humanitas», revista de antropología y cultura cristiana de la Pontificia Universidad Católica de Chile, entrevistó detenidamente al cardenal Antonio Cañizares, arzobispo de Toledo, primado de España y vicepresidente de la Conferencia Episcopal española. Publicamos la segunda parte de esta conversación (la primera parte fue publicada por Zenit el 25 de julio).

–Quisiera ahora tocar el tema de la educación, relacionado obviamente con el de la familia. Este es un tema que también se va haciendo extensivo a todo el mundo iberoamericano. Cuando allí hablamos de lo que sucede en este campo en España, hablamos de una realidad que es paradigmática, modelar para el resto del mundo de habla hispana. Es entonces muy importante que nos diga su apreciación acerca de lo que está en curso en el ámbito educacional.

–Cardenal Antonio Cañizares: El proyecto cultural que se está ensayando en España es más propiamente una «revolución cultural». En esta materia educacional el gobierno socialista de ahora y su precedente responden a un solo proyecto. Un proyecto cultural que supone la instalación en la sociedad, como criterio y medida de todo, el laicismo. Donde Dios no cuente. Donde Dios quede reducido a la esfera de lo privado.

Ya en el año 1976, poco después de morir el General Franco, hubo una moción para la enseñanza del Colegio de Licenciados y de Doctores, que se formulaba así: escuela única, pública, neutra, laica (añadía también autogestionaria, pero luego con la crisis y caída del Este esto se suprimió). El plan se llevó a cabo a partir de 1982, pero faltaba algo para concluir de este proyecto, y eso es lo que viene a ser la nueva ley de educación, la Ley Orgánica de Educación, la LOE. Donde claramente predomina la razón calculadora y por eso gran importancia dada a la educación para la convivencia. La educación para la convivencia es sencillamente una educación laica que impregna todo el proyecto educativo, pero que además tiene momentos fundamentales como es la asignatura de Educación para la ciudadanía. En ésta, para el ciudadano no cuenta en absoluto la realidad de Dios, sino simplemente cómo tiene que funcionar. Cuenta sólo la razón instrumental y la razón calculadora. Cuenta sólo cómo tiene que actuar para que entre los ciudadanos no haya coaliciones. Imponiendo este proyecto laico, el Estado está imponiendo una educación para que el ciudadano funcione y anulando una educación para que el hombre sea realmente hombre. Con lo cual, todo lo relativo con el sentido de la vida debe desaparecer, y se explica entonces que la enseñanza religiosa no pueda estar integrada dentro del conjunto armónico de la educación. Con lo cual, también, la libertad de enseñanza se da sólo hasta cierto punto. Porque todos los centros educacionales, sean estatales o de iniciativa social o de iniciativa religiosa, tienen que impartir ese proyecto educativo, tiene que impartir esa asignatura de Educación para la ciudadanía, coartando así la libertad de enseñanza. Porque es el Estado el que decide la inspiración que tiene la educación.

Yo defino esta situación de una manera gráfica: lo que está sucediendo en España es que no importa que el hombre sea bueno, sino que el hombre funcione bien. Posición que radica en un laicismo radical, porque la fe queda en la esfera de lo privado, la fe no tiene nada que decir sobre cómo tengo que relacionarme yo con el otro, con la economía, con la política, etc. Queda en tu propio interior.

–La ley natural reemplazada por unas «leyes de tránsito»…

– Cardenal Antonio Cañizares: Sí, pero estas «reglas de tránsito» las pone el poder, y nadie más. Con lo cual vamos a un régimen totalitario y a una democracia falsa. Y también a una libertad aparentemente omnímoda, pero que es la libertad del pez dentro de la pecera. El pez siempre esta moviéndose, parece que tiene mucha libertad, pero no tiene ninguna.

–Los obispos españoles se han reunido en pleno a fines de junio para analizar la situación de España. Analistas extranjeros muy autorizados han observado que España está en la alternativa de ser el primer país de Europa que se «de-construya». ¿Cuál es su parecer?

–Cardenal Antonio Cañizares: Si España se disgrega, si España se fragmenta, si España se «de-construye», tendrá que buscar otras raíces, otros fundamentos para esa construcción de la nueva España o de lo que sea. Entonces las comunidades que pidan una especie de autodeterminación o una autodeterminación plena, tendrán que buscar unas señas de identidad que ya no será la identidad cristiana, esa identidad que ha unido a todos los pueblos de España a raíz del tercer Concilio de Toledo, con San Leandro, en el siglo VI. Tendrán que buscar algo que sea diferenciador, que ciertamente no podrá ser la fe, no podrá ser la raíz cristiana, pues éste será siempre un factor unificador.

–¿Puedo pedirle que se explaye sobre el alcance que otorga, en orden a esa unidad, a ese tercer concilio celebrado en la diócesis primada de España, que usted hoy preside?

–Cardenal Antonio Cañizares: Lo ha explicado el propio Papa Benedicto XVI, quien ha dicho en cierta ocasión que el tercer Concilio de Toledo es fundamental para Europa, que a partir de él empieza de alguna manera a crearse Europa. Porque muestra cómo es posible la unidad de pueblos contrapuestos, el visigodo y el romano, y también muestra cómo es posible la unidad de credos contrapuestos como eran los arrianos y los fieles a Roma. Y todo esto dentro de una unidad del espíritu, que define la identidad de España. Con la invasión musulmana, España sufre una primera «deconstrucción», pero se recupera de ella precisamente por la vuelta a las raíces cristianas. La Reconquista no es exactamente reconquista de territorios, sino reconquista de la fe, o dicho de otra manera, de territorios para la fe. Y eso es lo que hace que después, en el siglo XV, los Reyes Católicos, a pesar de las separaciones y enfrentamientos que había entre los distintos reinos -Reino de Castilla, Reino de León, Reino de Aragón, Reino de Navarra, Señoríos de Vizcaya, Guipúzcoa, Álava- se pudiesen todos integrar en una unidad que es la unidad de la fe. No es por otra razón que se pretende en estos momentos que los Reyes Católicos no aparezcan para nada. Por eso mismo también se pretende, por parte de alguna comunidad, que no se hable de las raíces cristianas de los primeros siglos, como si esa comunidad simplemente comenzase a existir a partir de la invasión musulmana: es el caso de Andalucía.

El intento, en estos momentos que romper la unidad de España, el esfuerzo por «deconstruir» España, asentada sobre esa unidad del espíritu –de que hablaba el Papa Juan Pablo II en su último viaje de mayo del 2004- es algo que asimismo está detrás de ese proyecto cultura desintegrador. Todo va enfocado en la línea del mismo proyecto cultural.

–Eminencia, usted acaba de ser hecho miembro del Colegio Cardenalicio en el último consistorio y ha pasado por tanto a ser uno de aquellos miembros de la Iglesia llamados a colaborar más cercanamente con el Papa. ¿Quisiera decir algo de la persona de Benedicto XVI?

Cardenal Antonio Cañizares: Yo digo que el actual Papa es un hombre de fe, un hombre de Dios, «un amigo fuerte de Dios» en expresión teresiana. Por eso es un buscador de la verdad y esa verdad es inseparable de Dios; como a su vez la verdad del hombre es inseparable de esa verdad con mayúscula que es Dios. Es una constante en el pensamiento del papa Benedicto XVI y lo ha reflejado magníficamente en su carta «Dios es
amor». Yo podría de alguna manera decir, de lo que lo conozco personalmente, que el Papa es esa encíclica. Así es él. Incluso, si nos damos cuenta, cuando él comenzó su pontificado, con aquella homilía preciosa, emocionante –»no tengo ningún programa más que hacer lo que Dios quiere, no quiero llevar a cabo mis propias ideas, sino que las ideas de Dios»- todo esto está expresado en que Dios es lo único fundamental, pero no Dios en abstracto, sino Dios revelado en Jesucristo, hecho carne y crucificado en Jesucristo. Que es amor. Y ese es el futuro. El Papa es un hombre, por eso, que va siempre a lo importante, a lo fundamental.

Cuando ya en 1966, recién acabado el Concilio, escribe un artículo sobre la verdadera renovación de la Iglesia, dice que ella no está en la reforma de estructuras, no está en ver que hacemos nosotros con la Iglesia, sino en ver qué es lo que Dios quiere de la Iglesia, en estar atento a lo que Dios quiere. Nos ha dicho que la Iglesia se renueva por la vuelta a la fuente, por la vuelta a la gracia, y cuando ha dicho posteriormente que la Iglesia necesita una reforma, ha dicho que la verdadera reforma es la purificación, y la purificación es lo que está entrañado en el sacramento de la penitencia, porque es Dios quien purifica, es Dios quien quita las ramas secas, Dios quien infunde vida. Siempre es la realidad de Dios, es la iniciativa de Dios, es la gracia de Dios, es la acción de Dios, no la iniciativa del hombre, no mi pensamiento, no mis ideas. Siempre es Dios, apasionado por el hombre, un Dios que se vuelca en favor de los últimos y más pequeños.

–¿Quiénes son hoy esos más necesitados?

–Cardenal Antonio Cañizares: El Papa Benedicto XVI tiene una grandísima sensibilidad por los pobres, pero no hace demagogia de ello. Le preocupa la persona y sabe también que la pobreza más radical que el hombre de hoy padece es la indigencia de Dios. Lo ha repetido constantemente, de una manera o de otra, y por eso también dice, refiriéndose a Europa, que no es posible un Estado ateo, que un Estado ateo se vuelve contra el hombre. Y en donde falta la realidad de Dios, como realidad que da intangibilidad a la ley, que da intangibilidad a los principios fundamentales, a los derechos, etc., no puede haber una sociedad libre.

Eso de la indigencia de Dios tiene una estrecha relación con el problema que vive la familia, recordaba usted.

–Cardenal Antonio Cañizares: Cuando hay una indigencia de Dios en la familia, hay una indigencia del amor, y la familia entonces entra en crisis, porque la familia es amor o no es nada. Una reflexión que en oportunidades el Papa ha usado es que un mundo sin Dios es un mundo infernal, es un infierno. Y que a veces, so capa de bien, se está llevando al hombre al infierno, refiriéndose en tal caso a cuestiones sobre la vida que tienen que ver también con la fe.

–¿Tiene presente en este momento alguna impresión o recuerdo de carácter personal del Papa que quisiera referir?

–Cardenal Antonio Cañizares: Benedicto XVI es un hombre muy sencillo. Y aunque siempre se dice que es tímido, no lo es, no es tímido. Delicadísimo, siempre está atento a la persona. Yo en eso tengo anécdotas conmovedoras de actitudes que ha tenido para conmigo desde el año 87, cuando le conocí directamente en Viena. Por contar algo, cuando me hicieron Obispo de Ávila, yo era secretario de la Comisión Doctrinal Española, y había quedado con antelación para verme con él cuatro días más tarde que se hiciese público mi nombramiento. Salió un viernes y al martes siguiente tenía que audiencia con él. Estaba citado a las 10 menos cuarto, y me dice el secretario, Monseñor Clemens, si podía volver a las doce porque así el Cardenal Ratzinger me dedicaría más tiempo. Vuelvo a las doce y en lugar de un cuarto de hora que tenía de entrevista, en diez minutos despachamos el asunto que traía yo desde España, y estuvimos hasta la una y media a solas hablando de los que es ser obispo, hablando de Ávila, hablándome de como el obispo debe situarse ante la actual situación de la Iglesia en el mundo. Ese es el Papa Benedicto XVI, con esa delicadeza hacia la persona, siempre atento. Los gestos que ha tenido conmigo los tiene constantemente con todos, y eso lo da el preocuparse de Dios; no puede menos que estar atento a la persona y es delicadísimo en el trato. Es un hombre además que no es impositivo, nunca le he escuchado una palabra de condena. Habrá dicho esta doctrina no es consecuente con la Iglesia, pero eso no es condenar, eso es defender al hombre frente a la mentira. Incluso yo he asistido a algún caso en donde se la comunicado a algún autor, por parte de la Iglesia, el juicio definitivo de su doctrina y decir el autor «voy con mucho temor» y responderle uno «no tengas ningún temor», y al final de la reunión escucharle: «es verdad, teníais razón, vosotros habéis estado muy bien, pero no os igualáis con el Cardenal Ratzinger, por la delicadeza, por querer ver cuáles eran mis razones, etc.». Ese es el Papa Benedicto XVI, campeón de la verdad, pero de la verdad que nos hace libres y se realiza en el hombre.

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ZENIT Staff

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