El desafío de los cristianos venidos del Islam (II)

Entrevista a Giorgio Paolucci, redactor jefe de «Avvenire»

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ROMA, martes, 12 septiembre 2006 (ZENIT.org).- Giorgio Paolucci, redactor jefe de «Avvenire», ha escrito junto a Camille Eid, periodista libanés y enviado del mismo diario a Medio Oriente, un libro en italiano titulado «Los cristianos venidos del Islam» («I cristiani venuti dall’Islam», editorial Piemme), que recoge los testimonios de musulmanes residentes en Italia convertidos al cristianismo.

En esta segunda parte de la entrevista concedida a Zenit, Paolucci relata y describe algunas de estas historias de conversión, nacidas de un encuentro tan gozoso como misterioso con Jesús y del descubrimiento de las respuestas a las preguntas existenciales hasta entonces sin respuesta.

La primera parte de la entrevista fue publicada en el servicio del 11 de septiembre.

–Cuéntenos algunas de las historias contenidas en su libro.

–Paolucci: Una chica argelina, de padre católico y madre argelina musulmana, nacida en Varese, Italia, educada en el Islam. Un día fue al instituto y tenía al lado a una chica del movimiento eclesial «Comunión y Liberación» que se convirtió en su mejor amiga. Empezó a estudiar con ella, a los 15 años se preguntó por qué esta amiga suya siempre estaba alegre, feliz y le preguntó: ¿Puedo ir yo también a las excursiones y encuentros que organizáis? Sólo después de convivir con grupos de jóvenes unidos por la fe cristiana, comprendió que el origen de esta alegría era Jesús y su amor. Y dijo entonces: «también lo quiero yo». Al principio tuvo problemas con la madre que no aceptaba que fuera al centro juvenil de la parroquia, a misa, luego eligió ella.

A menudo, dentro de la familia musulmana, el padre, la madre, o la comunidad se oponen radicalmente a la conversión al cristianismo. Hay casos extremos, con personas que son asesinadas si se alejan de las costumbres musulmanas. De las diferentes historias, he sacado la convicción todavía más clara de que en el fundamento de la conversión está la atracción humana representada por el testimonio cristiano.

Un chico turco que no encontraba respuestas convincentes dentro de la tradición islámica, iba al imam y éste le respondía que leyera el Corán. El chico turco leía el Corán pero las respuestas no las encontraba. Así un día visitó a un franciscano, le hizo determinadas preguntas y recibió las respuestas precisas y satisfactorias, y esto le llevó a la conversión.

–¿Es verdad que algunos se han convertido leyendo el Evangelio?

–Paolucci: Exacto. Hay un bosnio que combatía en los Balcanes en las milicias musulmanas contra los serbios y los croatas. Durante la noche escuchaba en la trinchera una radio de Sarajevo que transmitía al mismo tiempo los discursos de Mustafa Ceric, jefe de la comunidad islámica de Bosnia-Herzegovina, y los discursos del cardenal Vinko Puljic sobre la guerra. Ceric decía: tenemos que hacer la guerra santa («yihad») y combatir para que esta tierra se haga musulmana, y es deber de cada musulmán hacer la «yihad». Por su parte, Puljic decía que no habrá paz en esta tierra hasta que no tengamos el valor de perdonarnos; la reconciliación, añadía, es la única vía que llevará a la amistad.

Y él quedaba impresionado por el hecho de que mientras su líder incitaba al uso de las armas, su enemigo invitaba a la reconciliación. Por motivos diversos vino a Italia donde acabó en la cárcel injustamente por un incendio con el que no tenia nada que ver y de hecho luego fue absuelto. En el tiempo pasado en la cárcel, encontró a una religiosa croata que iba a visitar a los detenidos, y le preguntó si quería leer el Corán, pero el oficial bosnio respondió que el Corán lo conocía ya y que quería leer el Evangelio, porque recordaba una frase del cardenal Puljic que decía que Jesús en el Evangelio nos enseña el perdón. La religiosa quedó impresionada, y le regaló un Evangelio en lengua croata. Él lo leyó e inició una amistad que al final le llevó al bautismo. Son historias milagrosas, como es milagrosa toda conversión.

Otra historia se refiere a la conversión de una chica turca que tuvo un sueño. Ella amaba a un italiano con el que se casó por lo civil en Turquía y enseguida vino a vivir a Verona; tenía que casarse pero el obispo tardaba en darles el consenso para el matrimonio mixto y había obstáculos de naturaleza burocrática. En ese momento la chica tuvo un sueño en el que se le apareció un hombre con la nariz curva y vestido blanco que le dijo: soy Juan, no te preocupes porque tu vida será feliz.

Pasado un mes, estaba lavando los platos en la cocina cuando vio en la televisión la plaza de San Pedro con una imagen del rostro de la misma persona que había soñado. Nariz curva, vestido blanco, un poco gordito. Llamó a su marido y le dijo: ven a ver, ése es el hombre con el que soñé. Se trataba de la beatificación de Juan XXIII: la chica turca había soñado con el pontífice. Y tras pocos días de esta revelación llegó a la Curia de Verona la notificación de que el matrimonio podía celebrarse. Ella quedó tan impresionada que pidió el bautismo. Todas son historias de personas que han sido tocadas por Cristo de manera misteriosa, absolutamente no programada.

–¿Es verdad que hay también quien se ha convertido escuchando «Radio María»?

–Paolucci: Exacto. Es un argelino que quería aprender italiano. La universidad estaba cerrada porque hubo desórdenes, él era un apasionado de los idiomas, había comprado un curso de casetes en italiano, y se encerró en casa a estudiar. Para mejorar su conocimiento de la lengua usaba la radio. Una tarde encontró una emisora que repetía continuamente las mismas palabras, y le servía mucho esta letanía para aprender la lengua. Era el padre Livio Fanzaga, que rezaba el rosario y las palabras repetidas eran el Avemaría.

El chico estaba aprendiendo italiano y quedó fascinado por esta oración. Siguió escuchando «Radio María», profundizó su conocimiento del cristianismo y de María en los libros.

Se convenció de que quería seguir la religión cristiana. Un sacerdote francés de Argelia no le quiso bautizar porque era muy peligroso en aquel momento. Y entonces vino a Italia, fue a visitar la redacción de «Radio María», se bautizó y ahora vive en Toscana. Se ha hecho un gran devoto de María, pero es todavía uno que vive escondido porque tiene la familia en Argelia y su hermano entró en un grupo islámico radical.

Anexa al libro está la historia muy hermosa de un libanés musulmán que se convirtió al cristianismo, se hizo sacerdote y luego convirtió a centenares de musulmanes. Su historia llegó hasta la Secretaría de Estado. El entonces pontífice Pablo VI lo invitó a Roma, y de rodillas le pidió la bendición, diciéndole: «Tú eres el ejemplo de que la libertad de Dios no tiene confines».

–Existe una pastoral para los convertidos del Islam?

–Paolucci: La Conferencia Episcopal Italiana ha preparado un documento, «Catecúmenos provenientes del Islam», escrito por Walther Ruspi. Hay justamente mucha cautela porque muchos de los musulmanes convertidos arriesgan la vida. Es un problema de libertad que no toca sólo a los países islámicos. Lamentablemente se está dando un problema de libertad también en un país como Italia, porque el Islam prevé sólo una religión de la que no se puede salir. Desde este punto de vista, es muy importante pedir a las comunidades musulmanas que reconozcan a sus hermanos la libertad religiosa para poderse convertir y vivir libremente.

–¿Cuáles son las conclusiones que han sacado de esta investigación?

–Paolucci: El libro lanza tres desafíos: desafía al Islam para que reconozca la libertad religiosa, desafía a las autoridades civiles para que garanticen esta libertad y nos desafía a nosotros, cristiano
s «tibios». para que se reencienda el amor a Jesús.

Como está escrito en el artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, aprobada en 1948, el derecho a la libertad religiosa es fundamento de toda sociedad civil. Es legítimo que las comunidades musulmanas presentes en nuestro país pidan la tutela de sus derechos religiosos, pero justo por esto deben reconocer el mismo derecho también a quienes libremente desean convertirse a otra religión.

Desde este punto de vista, las autoridades civiles italianas deben garantizar el derecho y la práctica de la libertad religiosa. No es admisible que un convertido del Islam tenga que vivir clandestinamente, ir a una iglesia que está a 30 kilómetros de su casa porque tiene miedo que la comunidad musulmana lo castigue.

En tercer la Iglesia tiene un desafío, porque estos convertidos son parte de la nueva primavera del cristianismo, en un país en el que el catolicismo se ha convertido a menudo en un adorno. Durante la investigación, Camille Eid y yo quedamos impresionados por la frescura y el coraje de estos convertidos del Islam, los cuales nos decían. «No os dais cuenta del tesoro tan grande que tenéis… Jesucristo ha revolucionado nuestra vida».

Un argelino nos dijo: «Vosotros tenéis el joyero con la tapa cerrada y dentro hay un tesoro. Nosotros vamos a vuestras iglesias y no vemos el tesoro, venimos a un país católico, como Italia, y vemos que el joyero está cerrado; en cambio debéis tenerlo abierto porque hay un tesoro que es para todos. Debéis comunicar a Jesús a los inmigrantes que llegan, y sin embargo sois tímidos y tenéis vergüenza».

En estos convertidos hemos visto una fe extraordinariamente vital que nos ha recordado la revolución que Cristo ha realizado en el mundo.

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ZENIT Staff

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