Obispos de El Salvador afirman que la violencia puede y debe erradicarse de su país

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SAN SALVADOR, viernes 20 de octubre de 2006. (ZENIT.org / El Observador). Mediante un documento emitido el pasado 12 de octubre –día de «La Raza» en América Latina– los obispos de El Salvador han querido advertir a todos los habitantes de ese país centroamericano, que la paz es posible si participan en su construcción todos los sectores de la población.

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Después de una gran cantidad de conglictos armados, que asolaron por más de dos décadas a El Salvador, la violencia podría resurgir si la sociedad y el gobierno no enfrentan en conjunto la situación, por ejemplo, de la altísima proliferación de armas de fuego entre los salvadoreños.

Por el interés que reviste el documento, lo publicamos a continuación en su versión íntegra.

Todos contra la violencia para construir la paz

Mensaje de la Conferencia Episcopal de El Salvador

La Jornada de la Paz 2007 tendrá como tema Persona humana: corazón de la paz. El tema elegido por Su Santidad Benedicto XVI “expresa la convicción de que el respeto de la dignidad de la persona humana es una condición para la paz de la familia humana. (…) La familia humana se halla en el sendero que lleva a la paz y a la comunión con Dios si se reconoce la dignidad trascendente de cada hombre y de cada mujer”. Por eso “toda ofensa a la persona es una amenaza a la paz; toda amenaza a la paz es una ofensa a la verdad de la persona y de Dios: ‘La persona humana es el corazón de la paz’”.

1. Los múltiples rostros de la violencia
En esta visión de la persona humana como centro de la acción del Estado y de la misión de la Iglesia, se sitúan las reflexiones y orientaciones que ofrecemos a continuación. Nos dirigimos tanto a la comunidad católica salvadoreña como a los compatriotas que no comparten nuestra fe, porque todos estamos preocupados por el gravísimo problema de la violencia, la cual, a sus muchos rostros, ha sumado recientemente el terrible flagelo de la extorsión.

Los obispos de El Salvador hemos hablado constantemente acerca de la violencia, incluso antes de que se desatara el conflicto armado que nos ha dejado tantos males y que es una de las raíces más profundas de la terrible realidad que arrebata vidas preciosas todos los días en nuestro país. Por ejemplo, en el año 2000 afirmábamos:

La experiencia cotidiana deja en claro que somos una sociedad violenta. Aunque nos duele reconocerlo, la violencia se ha convertido en una cultura, es decir, en un estilo de vida. Hay violencia dentro del hogar, cuando los niños son maltratados y los esposos no pueden resolver pacíficamente sus diferencias; hay violencia en la calle: agresiones físicas, ataques, robos; hay violencia en muchos de los contenidos que difunden los medios de comunicación social. (…) Y es también violencia la pobreza y la falta de oportunidades para que miles de jóvenes puedan realizar sus mejores ideales (Mensaje De la violencia a la paz, 20.06.00, n. 2).

Los pronunciamientos más recientes de la CEDES son la Carta Pastoral “No te dejes vencer por el mal” (21 de noviembre 2005) y el Comunicado del 14 de julio del presente año, titulado “Vence al mal con el bien”. Entretanto, la situación se ha vuelto aún más grave y así lo percibe la población.

En la Carta Pastoral ya mencionada, después de describir el drama de la violencia, afirmábamos con preocupación: “Pero quizá lo más grave es que nos hemos acostumbrado a considerar la violencia como algo inevitable con lo que estamos condenados a convivir” (n. 18).

Afortunadamente, hay señales esperanzadoras de que los distintos sectores de la vida nacional están tomando conciencia de la gravedad de la situación y se están poniendo de pie para poner manos a la obra a fin de construir juntos una verdadera “cultura de paz”. Volvemos a insistir en que es indispensable contar con un diagnóstico objetivo de lo que pasa, porque, en palabras del recordado Papa Juan Pablo II, “el mal tiene siempre un rostro y un nombre: el rostro y el nombre de los hombres y mujeres que libremente lo eligen” (Mensaje para la Jornada de la Paz 2005, n. 2).

Debemos reconocerlo con franqueza: el rostro de la violencia homicida en El Salvador tiene incluso nombres que nos estremecen y que nos resulta difícil aceptar, como el del narcotráfico y del crimen organizado.

Al diagnóstico objetivo, para el cual vemos que hay suficientes elementos confiables a disposición, debe seguir lo que hemos llamado en la Carta Pastoral el análisis de las causas, “a fin de lograr un consenso básico que haga posible la construcción, con el concurso de todos los sectores, de una sociedad reconciliada y en paz” (Mensaje Vence al mal con el bien, n. 3).

2. La violencia, un problema complejo
La violencia tiene muchos aspectos y vale la pena analizar algunos de ellos.

– En primer lugar, la violencia es un problema humano y personal. Muchos salvadoreños hoy en día viven con gran temor. La inseguridad está generalizada en nuestra sociedad: en las ciudades, en los pueblos, en el campo. La alta tasa de homicidios nos hace dudar de nuestra seguridad personal.

– La violencia es un problema social. Las tensiones que crea el alto nivel de violencia constituye una dura prueba para todas las instituciones del país, desde la familia y la Iglesia, hasta las instituciones del Estado.

– La violencia es un gravísimo problema moral. La vida humana es sagrada. Nuestra Constitución afirma que la vida humana debe de ser protegida desde la concepción. La violencia es un reflejo de la crisis moral que sufrimos. La vida humana ya no es valorada. La deformación de la conciencia de tantos salvadoreños es la causa del salvaje comportamiento de los violentos.

– La violencia es un problema político. El Santo Padre, en su encíclica Deus Caritas est escribió que “El orden justo de la sociedad y del Estado es una tarea principal de la política” (n. 28). Incumbe al Estado asegurar la vida de los ciudadanos.

– La violencia es, en el fondo, un problema espiritual. Supone la esclavitud del pecado y es el fruto amargo de las malas inclinaciones de nuestra naturaleza caída. “La paz y la violencia no pueden habitar juntas: donde hay violencia no puede estar Dios” (Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, n. 488). Cuando el ser humano altera el orden divino, el mundo conoce el derramamiento de sangre y la división.

3. Algunas orientaciones pastorales
Desde que los ángeles anunciaron el nacimiento del Salvador, sabemos que la paz es un don de Dios confiado a los hombres y mujeres de buena voluntad. Por eso debemos ante todo pedirla al Señor y, al mismo tiempo, debemos asumirla como un compromiso personal y comunitario.

Sí, ante todo debemos orar con fervor, en una actitud de acogida de la palabra de Dios y de sincera conversión. La violencia pone de manifiesto nuestro rechazo como sociedad de aceptar la voluntad de Dios, que nos llama a vivir en comunión con él y en paz unos con otros. Comunicamos al pueblo católico que el 13 de noviembre iniciaremos a nivel nacional una novena por la paz que culminará el día 21, fiesta de la Patrona de El Salvador. Exhortamos a las parroquias, asociaciones y movimientos apostólicos a unirse a este llamado.

La doctrina social de la Iglesia no tiene soluciones específicas para los problemas de la sociedad. Sin embargo, representa, como nos enseña el Papa Benedicto XVI la combinación de la razón con la fuerza purificadora de la fe.

El Santo Padre considera como “una tarea humana primaria” de la Iglesia, “ofrecer, mediante la purificación de la razón y la formación ética, su contribución específica, para que las exigencias de la justicia sean comprensibles y políticamente realizables” (Deus Caritas est, n. 28).

Como pastores, invitamos a todos los salvadoreños y salvadoreñas a ser parte de la solución porque, de lo contrario, seremos parte del problema: “La paz se construye día a día en la búsqueda del orden querido por Dios y sólo puede florecer cuando cada uno reconoce la propia responsabilidad para promoverla” (Pablo VI, Mensaje para la Jornada de la Paz, 1974).

En sintonía con lo dicho hasta aquí en el presente Mensaje, quisiéramos presentar
respetuosamente las siguientes sugerencias:

1. Que los tres Supremos Poderes del Estado continúen buscando juntos, cada uno desde su propia área de responsabilidad, los caminos que nos conduzcan a la tan deseada paz social, teniendo como criterio supremo la dignidad de la persona humana.

2. Que se emprenda con decisión un esfuerzo sostenido para devolver al pueblo la confianza en las instituciones que tienen como finalidad asegurar la tranquilidad, la justicia y la dignidad de las personas que habitan en nuestra patria.

3. Que los distintos sectores de la sociedad civil ofrezcan con sentido patriótico su valiosa contribución a la construcción de una sociedad en paz. Como dijimos en el mensaje de julio, “los graves problemas económicos, sociales y de convivencia, demandan un esfuerzo concertado y generoso, para que el país que tanto amamos pueda seguir adelante” (Vence al mal con el bien, n. 4).

4. Es urgente enfrentar con audacia el gravísimo problema de la proliferación de armas de fuego en el país. La Santa Sede acaba de señalar con toda claridad que “las armas no pueden ser consideradas como un bien intercambiable. Su posesión, producción y comercio tienen profundas implicaciones éticas y sociales y deben ser reguladas”. Sin el control efectivo de las armas de fuego no podemos construir una verdadera cultura de paz.

Finalmente, queremos expresar nuestra confianza en Dios y en la capacidad del pueblo salvadoreño para superar el problema de la violencia. Hemos sobrevivido a muchas crisis en los últimos años. También podemos sobrevivir y superar las actuales y trágicas circunstancias con la ayuda del Señor.

Que el Divino Salvador del Mundo, con la intercesión poderosa de su bendita Madre, la Virgen de la Paz, mire con ojos de misericordia este pueblo que se honra en llevar su nombre. Ayúdanos, Jesús, para alcanzar la paz social que anhelamos.

+ Fernando Sáenz Lacalle
Arzobispo de San Salvador
Presidente de la CEDES

+Rodrigo Orlando Cabrera
Obispo de Santiago de María
Vicepresidente de la CEDES

+Romeo Tovar Astorga, ofm
Obispo de Santa Ana
Secretario General de la CEDES

+ Eduardo Alas Alfaro
Obispo de Chalatenango

+ José Adolfo Mojica Morales
Obispo de Sonsonete

+ Elías Samuel Bolaños Avelar, sdb
Obispo de Zacatecoluca

+ Miguel Ángel Morán Aquino
Obispo de San Miguel

+ José Luis Escobar Alas
Obispo de San Vicente

+ Gregorio Rosa Chávez
Obispo Auxiliar de San Salvador

+ Luis Morao, ofm
Obispo Auxiliar de Santa Ana

Mons. Fabio Reynaldo Colíndres
A. A. del Ordinariato Militar

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ZENIT Staff

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