ROMA, lunes, 6 noviembre 2006 (ZENIT.org).- Lo que el mundo actual espera de las personas consagradas es “la comunión entre los carismas” para ofrecer un testimonio más eficaz de la fe, afirma sor Tiziana Longhitano, sfp.

Este es el mensaje fundamental que dejó en la lección inaugural del nuevo año académico 2006-2007, que tuvo lugar el 24 de octubre pasado en el Instituto Teológico de Vida Consagrada «Claretianum», de Roma, por parte de la religiosa franciscana sobre el tema «Justicia, paz, integridad de la Creación. La vida consagrada frente a las oportunidades y a los desafíos del tiempo presente».

El Instituto «Claretianum» es dirigido por los Misioneros Hijos del Corazón Inmaculado de María (Claretianos), y ofrece un plan de estudio sobre la vida consagrada válido para alcanzar diferentes títulos de diploma, maestría, licencia y doctorado.

Sor Tiziana reconoció que «recorrer las vías de la justicia, de la paz y hacer vivible el hábitat natural sobre todo donde está más degradado o se ha abusado más de él, se revela hoy como una gran oportunidad de renacimiento, una manera de concurrir a hacer mejor el mundo».

«Hemos sido colocados en un punto de la tierra pero toda acción inspirada en la fraternidad y en la esperanza tiene valor universal --subrayó sor Tiziana--. A la vida consagrada corresponde poner a disposición de la gente el propio carisma que se revela siempre vivo, si es comerciado del mismo modo que el talento evangélico».

Según la religiosa, «la peor plaga para la vida consagrada podría ser la de retener la sabiduría de los carismas y no hacerla circular. El futuro es ser generosos, amables y vivir la comunión con otros institutos, crear redes fuertes y visibles para emplear del mejor modo nuestras fuerzas».

Para sor Tiziana, profesora de Antropología Teológica en el «Claretianum» y en el Ateneo Pontificio «Regina Apostolorum» (APRA), sólo «manteniendo el pacífico progreso hacia un mundo mejor se hace posible la comprensión recíproca entre personas, grupos, pueblos y religiones para caminar hacia la redención y alcanzar la unión con el Señor».

La religiosa, Franciscana de los Pobres, afirmó que «Cristo Jesús viene a dar cumplimiento a esta humanidad» y «por esta razón, los gestos hacia la justicia, la paz, la integridad de la vida, puestos en correlación, gozan de esa espléndida belleza que brota de la sabiduría de personas que han puesto en el centro de la existencia el bien de cuantos aman y son sus amigos; quien lo realiza deja una estela luminosa que hace la existencia bella y digna de ser vivida».

Hablando de la vida consagrada, sor Tiziana subrayó que «consagradas y consagrados están empeñados en lo social en respuesta a la llamada carismática» y que «los fundadores no se detuvieron en los análisis sociológicos» sino que «encarnando la palabra del Señor, muchos de ellos han transformado a personas y territorios, volviendo a dar capacidad de vivir y luz a zonas y barrios degradados desde todos los puntos de vista».

En este sentido, la profesora recordó a San Benito, San Francisco, Santa Angela de Merici y entre los modernos a Ernesto Oliviero, fundador del Servicio Misionero Juvenil (surgido en Turín).

Entre las acciones en favor de la paz, la religiosa franciscana indicó que «la comunión entre antiguos y nuevos carismas se convierte en una oportunidad de promoción de la paz y desarrollo de una cultura consecuente».

«Las comunidades monásticas y las de vida apostólica --recordó--, a través de la traducción de libros, la creación de universidades y de cursos internacionales, desde siempre han sido los pilares culturales de la paz y pueden convertirse en los lugares públicos de la profecía en la realización de contactos de paz entre los pueblos».

Sor Tiziana citó las palabras de Benedicto XVI en el Congreso de Iglesia italiana de Verona, cuando afirmó: «Consagrados por la ‘unción’ del Espíritu Santo, ¡id! Llevad el alegre anuncio a los pobres, vendad las llagas de los corazones rotos, proclamad la libertad de los esclavos, la excarcelación de los prisioneros, promulgad el año de misericordia del Señor».

«Reconstruid las antiguas ruinas, realzad los antiguos escombros, restaurad las ciudades desoladas. ¡Son tantas las situaciones difíciles que esperan una intervención resolutiva! Llevad al mundo la esperanza de Dios, que es Cristo Señor», afirmó en aquella ocasión el Santo Padre.

La religiosa franciscana subrayó que «el testimonio profético que el mundo espera de las personas consagradas es la comunión entre los carismas», es la unión de las «fuerzas para acciones eficaces».

«Hay que ponerse a trabajar juntos, inmersos en el presente, hacerse todo para todos a fin de ganar al mayor número», concluyó.