JERUSALÉN/CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 10 enero 2007 (ZENIT.org).- En la región de Oriente Medio se habla con frecuencia de territorios y de fronteras, pero se pone en segundo plano a la persona, alerta el padre Pierbattista Pizzaballa, custodio franciscano de Tierra Santa.

El religioso expresó su agradecimiento a Benedicto XVI desde los micrófonos de «Radio Vaticano» por «su interés muy cercano, muy concreto, por atraer a todos hacia esta realidad que verdaderamente está deteriorando y lacerando la vida de las personas».

Y es que Benedicto XVI, en la homilía que pronunció en la solemnidad de Santa María Madre de Dios, XL Jornada Mundial de la Paz, el 1 de enero, recalcó ante diplomáticos su convencimiento de que respetando a la persona se promueve la paz.

Igualmente subrayó que «ante las amenazas contra la paz, lamentablemente siempre presentes», «ante las situaciones de injusticia y de violencia», «resulta más necesario que nunca trabajar juntos en favor de la paz».

Y dirigió su mirada a la «dramática situación que caracteriza precisamente esa Tierra donde nació Jesús».

«¿Cómo no implorar con oración insistente que también a esa región llegue cuanto antes el día de la paz, el día en que se resuelva definitivamente el conflicto actual, que persiste ya desde hace demasiado tiempo? Un acuerdo de paz, para ser duradero, debe apoyarse en el respeto de la dignidad y de los derechos de toda persona», subrayó entonces el Santo Padre.

Una «afirmación muy importante --apunta el padre Pizzaballa acerca de la alusión del Papa a un acuerdo--, sobre todo aquí, en Oriente Medio, en Tierra Santa, donde con mucha frecuencia se habla de fronteras, de espacios, de territorios, y se ponen en segundo plano, tal vez involuntariamente, a las personas».

«Si pensáramos ante todo en la necesidad de la persona, de cada persona, tal vez las soluciones estarían más cerca», sugiere.

El conflicto en Tierra Santa «involucra la vida de todas las personas –confirmó el franciscano-, israelíes y palestinos. Naturalmente hay quien está peor: los palestinos, objetivamente, sufren más que cualquier otro a causa de la situación económica, de las divisiones internas, de la falta de un Estado. Pero la violencia golpea también a los israelíes de manera indirecta: es una situación que desgasta verdaderamente la vida de casi todas las familias de este país».

A la semana exacta de la mencionada homilía, en su discurso al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, Benedicto XVI volvió a dirigir la atención hacia Oriente Medio, «fuente de grandes inquietudes».

A los católicos de la región –como recordaba el lunes el Papa- envió una carta por Navidad para expresarles su solidaridad y cercanía espiritual, y animarles a continuar con su presencia en ese punto del planeta.

«Renuevo mi urgente llamada a todas las partes implicadas en el complejo tablero político de la región, con la esperanza que se consoliden las señales positivas, entre israelíes y palestinos, verificadas durante las últimas semanas. La Santa Sede no se cansará nunca de repetir que las soluciones armadas no conducen a nada...», expresó Benedicto XVI.

«Los llamamientos del Papa por una solución justa y pacífica de los conflictos en esta Tierra, así como por las condiciones de los cristianos que viven aquí, son cada vez más fuertes», constató el Custodio de Tierra Santa –a la agencia del episcopado italiano «Sir»- reflexionando sobre este discurso.

«Constituyen una advertencia a la comunidad internacional para que se movilice con urgencia. El Papa recuerda que la paz en el mundo está ligada también a la solución de los conflictos en Oriente Medio», prosigue.

De ahí la importancia, según el padre Pizzaballa, de que la comunidad internacional se mantenga muy pendiente de los líderes de la región «para que les importe cada vez más la suerte de sus pueblos».

«Es verdad que hay tímidas señales de diálogo entre israelíes y palestinos, pero aún resultan muy tibias. La situación sigue tensa y la crisis parece ampliarse también a países de la región, como Irán», apunta.

«Si no se detecta un cambio de rumbo radical, la crisis podría degenerar. Bien lo ha comprendido el Papa y lo recuerda siempre», concluye el Custodio de Tierra Santa.