CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 20 enero 2007 (ZENIT.org).- Publicamos el documento final del Encuentro de Estudio de los Directores Nacionales de Pastoral de los Gitanos que convocó el Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes del 11 al 12 de diciembre de 2006.
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I. EL ACONTECIMIENTO
Del 11 al 12 de diciembre, 2006, se llevó a cabo en el Palacio de San Calixto (Roma) el Encuentro de Estudio de los Directores Nacionales de Pastoral de los Nómadas sobre las «Orientaciones para una Pastoral de los Gitanos. Examen detenido del Documento». Participaron 27 delegados procedentes de 21 países, que representaban tres continentes: Europa (Alemania, Austria, Bélgica, Croacia, Eslovaquia, España, Hungría, Francia, Irlanda, Italia, Portugal, Rumania, Serbia, Suiza y Ucrania); las Américas (EE.UU. y, por primera vez, Chile) y Asia (Bangladesh, Filipinas, India e Indonesia, presentes también por primera vez).
El objetivo de la reunión era –como lo dice el mismo tema– realizar un estudio más profundo de las Orientaciones para estimular una aplicación adecuada. Se trata del primer Documento de la Iglesia, en su dimensión universal, dedicado a los Gitanos y publicado por este Consejo Pontificio el 8 de diciembre, 2005.
El Encuentro comenzó con una Concelebración eucarística presidida por el Cardenal Raffaele Renato Martino, Presidente del Dicasterio, quien pronunció también la homilía. Al comentar los textos litúrgicos del día, después de las palabras de bienvenida, el Prelado afirmó que llevar la Buena Noticia a los Gitanos y ayudarles a reconocer en Jesucristo al Salvador que redime el espíritu y sana el cuerpo constituye el núcleo de la atención pastoral que se les presta; esta labor se debe realizar con un espíritu de paz, con justicia, verdad, caridad y libertad. Además Su Eminencia recordó que Jesús, con la palabra y las obras, nos invita a todos a acogerlo plenamente en la vida; a dejarnos plasmar por la escucha de la Palabra, por la Eucaristía y por la oración personal, para vivir más intensamente la comunión con Dios y con los hermanos. La comunión es un don que tiene consecuencias reales, pues permite salir de la propia soledad y de la cerrazón en sí mismos, para participar del amor de Dios y comunicarlo a los Gitanos.
El Presidente del Dicasterio comenzó los trabajos con la lectura del Mensaje telegráfico enviado por el Santo Padre Benedicto XVI para esta ocasión. El Pontífice expresa palabras alentadoras para que continúe «el importante trabajo apostólico en favor de la población gitana» e invoca la protección celestial de la Madre de Dios y la intercesión del Beato Ceferino Jiménez Malla. El Cardenal dirigió luego un saludo a la asamblea, deteniéndose en algunos aspectos destacados de las Orientaciones, fundamentales para una pastoral específica y adecuada del mundo gitano. En primer lugar, Su Eminencia subrayó la necesidad de un análisis atento y objetivo, capaz de permitir y, al mismo tiempo, de obligar a reconocer los valores de la cultura gitana, y a preservar y respetar la identidad de los Gitanos. Y manifestó enseguida el deseo de que se estimulen las iniciativas de promoción y defensa de sus derechos. Para la Iglesia es esencial –afirmó– responder a las expectativas de los Gitanos en su búsqueda de Dios, orientando sus pasos según la enseñanza de Cristo. Consideró también indispensable reconocer el itinerario doloroso de este pueblo en el transcurso de la historia, marcado por actos condenables y deplorables, a menudo perpetrados aún en el tiempo presente, contra su dignidad humana. Al respecto, refiriéndose al Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, el Cardenal Martino recordó que la Iglesia no permanece silenciosa, sino que responde a los desafíos actuales, basándose en una antropología cristiana que tiene en cuenta, entre otras cosas, la dignidad, la socialidad y el actuar humano en el mundo. De ello son signo concreto, precisamente, las Orientaciones, en las que no se vacila en denunciar las situaciones que se oponen a los Gitanos, ni se renuncia a solicitar una mayor justicia para ellos.
El Arzobispo Agostino Marchetto, Secretario del Dicasterio, introdujo a los Participantes en el estudio de las Orientaciones en sus distintos aspectos, ilustrando el programa del Encuentro. En el breve excursus sobre el íter del Documento, que recibió el beneplácito de Juan Pablo II, Mons. Marchetto recordó el amor y la solicitud de Pablo VI y de Juan Pablo II hacia los Gitanos, que fueron providenciales para el viraje mediante el cual fue otorgado un carácter especial a su pertenencia eclesial. Refiriéndose a las palabras de Pablo VI, que abrieron a los Gitanos las puertas de la Comunidad católica: «Vosotros no estáis al margen, sino, bajo ciertos aspectos, estáis en el centro, estáis en el corazón de la Iglesia», el Arzobispo observó que este llamamiento a la solidaridad y al amor fraterno hacia los Gitanos sigue conservando su validez, urgencia y actualidad. Luego recordó las palabras del siervo de Dios Juan Pablo II sobre la necesidad de prestar la debida atención a los valores espirituales y culturales de los Gitanos, brindándoles un apoyo concreto para afrontar las complejas problemáticas que acompañan su camino, como la dificultad de una recíproca comprensión con el ambiente que los rodea, la falta de estructuras de acogida adecuadas, los obstáculos en el campo de la instrucción y formación profesional y, en fin, los problemas relacionados con el proceso de integración en el territorio. Pasando a la reflexión sobre los varios aspectos del Documento, que hace un examen del complejo mundo de los Gitanos, con sus condiciones de marginación y pobreza que interpelan a la Iglesia, el Arzobispo observó que esta última reconoce, en realidad, el derecho que ellos tienen de «vivir con los demás» y sostiene las iniciativas de sensibilización para que se les brinde una mayor justicia, dentro del respeto mutuo de las culturas y de las leyes. La Iglesia se compromete, además, a renovar su acción pastoral específica, también para evitar desviaciones hacia las «sectas», la dispersión de su rico patrimonio religioso y la cerrazón en sí mismos. Esto se funda en una reflexión bíblica, a la luz de la cual el «ambiente» nómada encuentra una interpretación cristiana propia. Refiriéndose luego a los aspectos pastorales, Mons. Marchetto se detuvo, entre otras cosas, en la espiritualidad del agente de pastoral, deseando que se vea animado por la «reciprocidad del amor», tal como lo afirma el Papa Benedicto XVI en su Encíclica Deus caritas est. Y manifestó la esperanza de que se realice un cambio de mentalidad en la sociedad que rodea a los Gitanos, desafortunadamente demasiado estereotipada y condicionada, tanto por la educación que se imparte en las escuelas, como por la información de los mass-media. Mons. Marchetto insistió, en fin, en la necesidad de establecer actitudes de acogida y de confianza mutua, necesarias para poner en práctica y realizar el proceso de una efectiva integración, que no se debe confundir con la asimilación.
La primera relación del 11 de diciembre, sobre la visión general del Documento, estuvo a cargo del Rev. Padre René Bernard, S.J., ex-Director Nacional en Francia. El Relator examinó, en primer lugar, el proceso por el cual ha surgido un pueblo gitano a nivel europeo, con todas sus consecuencias. Luego habló de la actitud de rechazo hacia los Gitanos, que se presenta como una incontestable exclusión que se ha ido perpetrando en el transcurso de los siglos, generando discriminaciones y muchas injusticias hacia ellos. En este contexto, la Iglesia católica, que permaneció en silencio durante demasiado tiempo, se presenta como la Iglesia de los gağé y, por consiguiente, es necesario que pase el tiempo para que los agentes de pastoral sean plenamente aceptados por la comunidad
gitana. El relator subrayó enseguida la necesidad de tomar nota del lenguaje «evocador» de los Gitanos, cuya aceptación, y sucesiva comprensión de su significado profundo, permite realizar un discernimiento mental y, eventualmente, provocar una purificación de la cultura, a través del anuncio del Evangelio. Dicho anuncio, en realidad, es recíproco, ya que los Gitanos no carecen de gestos de generosidad y de iniciativas personales y colectivas que plantean interrogantes a la sociedad mayoritaria. Más adelante, el P. Bernard se pronunció sobre la oportunidad de crear «comunidades-puente», formadas por Gitanos y gağé, cuya mediación se hace indispensable ante la violencia y el rechazo padecidos por los primeros. En fin, trató del sacramento del Bautismo como encuentro y llamada de Cristo que remite a la presencia activa de una comunidad fraterna que no acepta la actitud de rechazo y lo demuestra con actos concretos. El P. Bernard terminó subrayando, entre otras cosas, la necesidad de una inculturación que se debe realizar dentro de la verdad y que revela la diversidad de culturas y tradiciones, de itinerarios y condiciones actuales de los Gitanos.
Su Eminencia el Cardenal Albert Vanhoye, S.J., Profesor emérito del Pontificio Instituto Bíblico, pronunció la segunda relación, que trata de los fundamentos bíblicos de las Orientaciones. En sus reflexiones fundamentales, el relator se concentró en dos constataciones del Documento: en primer lugar, que la evangelización de los Gitanos forma parte de la misión universal de la Iglesia; y, en segundo lugar, que dicha evangelización se ha de realizar de un modo específico. Después de haber puesto de relieve la novedad y el intenso dinamismo del Nuevo Testamento respecto al Antiguo, que se manifiestan ya en la vida pública de Jesús y se extienden por medio del misterio pascual, el Sr. Cardenal subrayó cómo estos dos elementos también tienen conscuencias para la pastoral de los Gitanos. En particular –subrayó el Prelado– ellos se refieren al carácter específico de dicha pastoral, reclamada y solicitada como exigencia interna de la catolicidad de la Iglesia y de su misión, e insertada en la actividad misionera de la misma. Por lo que se refiere a los aspectos específicos de la pastoral gitana, el Señor Cardenal presentó su lado negativo, es decir, lo que la hace más difícil, pero también el aspecto positivo que puede hacerla más fecunda. El primer aspecto está vinculado a la movilidad de los Gitanos; el segundo, se refiere a su tipo de vida, que da la posibilidad de una vida espiritual profunda, siguiendo el ejemplo de Abraham, modelo de docilidad con Dios y de gran fe. En fin, al presentar la vida itinerante de los patriarcas como espléndida manifestación de fe y de esperanza, el Señor Cardenal definió la itinerancia como «una gran oportunidad» para los Gitanos.
El Rev. Philip Goyret, Profesor de eclesiología en la Universidad de la Santa Cruz, consagró su reflexión a la dimensión eclesiológica de las Orientaciones y la desarrolló partiendo de la catolicidad de la Iglesia. En la primera parte de su relación, ilustró ampliamente el concepto y la idea de «catolicidad» de la Iglesia. En la segunda, la situó en la evangelización, lo que le llevó a considerar luego la catolicidad en la Pastoral de los Gitanos. En dicho contexto, el Profesor observó, muy oportunamente, que las Orientaciones deben prestar atención a la catolicidad «cualitativa» (condición necesaria para aquella cuantitativa o extensiva), que permite captar mejor la perspectiva de la aportación de los Gitanos a la Iglesia. En la conclusión, el relator insistió en que el estudio de la misión de la Iglesia con los Gitanos pone de relieve varias exigencias concretas sobre la manera de orientar su evangelización, con miras a una verdadera influencia en su vida y en su modo de ser Iglesia. Resumiendo su intervención, el Prof. Goyret subrayó que la evangelización de los Gitanos se ha de realizar conjugando, simultáneamente, la catolicidad extensiva, intensiva y cualitativa de la Iglesia y que esto dará a los agentes de pastoral la seguridad de que Jesucristo está realmente presente en ella.
La exposición del Sr. Léon Tambour sobre el Forum Europeo de los Rom y los Viajeros, ante el cual él representa a la Iglesia católica en calidad de Observador, completó las intervenciones del primer día. El orador subrayó la importancia de esa estructura para la vida de todos los grupos que están en ella representados: Rom, Sinti, Calés, Viajeros y otros nómadas. Teniendo en cuenta los objetivos del Forum –es decir, promover en favor de esas poblaciones el respeto efectivo de los derechos humanos y de las libertades fundamentales garantizadas por el Consejo de Europa, fomentar la lucha contra el racismo y la discriminación, y facilitar la integración en las sociedades europeas y la participación en la vida pública y en la toma de decisiones– se entrevé en dicho organismo la manifestación de una atención concreta de los Estados por esta minoría. En fin, después de haber constatado que Europa y el Forum, a pesar de sus límites, afrontan el desafío de reunir las diversidades para darles voz, el Sr. Tambour insistió en que la Iglesia debe reflexionar y ampliar aún más su atención pastoral a todos los grupos de nómadas, sin tener en cuenta sus orígenes y sus expresiones de fe, y siguiendo la apertura propuesta precisamente por las Orientaciones.
El martes 12 de diciembre hubo dos ponencias y siguieron algunos testimonios de capellanes que trabajan con los Gitanos del mar (Bangladesh, Indonesia y Filipinas).
En la primera intervención, del Rev. Prof. Eduardo Baura, de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, fueron ilustrados los aspectos jurídicos (de jus, por tanto, justitia) inherentes a la actividad pastoral con los Gitanos. Al comenzar su exposición, el Prof. Baura insistió en que a pesar de que muchos elementos jurídicos se concretizan en las normas organizativas de esta pastoral específica, una consideración sobre los aspectos de justicia, presentes en la acción de la Iglesia en favor de los Gitanos, no se puede reducir únicamente a las meras cuestiones organizativas. Por tanto, para lograr una visión completa y profunda del tema, es preciso tener en cuenta algunos principios jurídicos presentes en la constitución misma de la Iglesia, que son el fundamento de los aspectos jurídicos de la pastoral de los Gitanos y que iluminan la comprensión de las normas organizativas específicas de este sector pastoral. Por lo que se refiere a la administración de los bienes espirituales, el Profesor indicó como principio jurídico fundamental aquel de igualdad: todos los fieles (no sólo algunos, ni la mayoría, sino todos) –y por consiguiente también los Gitanos– tienen igual derecho de recibir los auxilios espirituales de los sagrados Pastores. De esa exigencia, surge la necesidad de organizar una acción pastoral apropiada, y entre los principios jurídicos que la reglamentan, el relator recordó, en particular, el de la territorialidad relativa y el principio de cooperación entre los Pastores. Enseguida expuso las normas que reglamentan la pastoral de los Gitanos contenidas en el Documento, en particular en el Capítulo VI, titulado «Estructuras y Agentes de Pastoral». Para terminar, el Profesor Baura recordó que los aspectos organizativos que él tuvo en cuenta deben estar siempre sometidos al principio de la salus animarum como suprema ley de la Iglesia, es decir, por todo aquello que, en la Iglesia, tiene por objeto el bien de las almas.
La última relación, dedicada a la identidad del capellán en la pastoral de los Gitanos, prestando atención también al punto de vista de las Iglesias Orientales Católicas, estuvo a cargo del Rev. Padre Cyril Vasil’, S.J., Profesor en el Pontificio Instituto Oriental. Al comenzar su reflexión, el relator recordó la falta secular de un enfoque específico y especializado de la Iglesia, de sus pastores y de los agentes de past
oral, hacia el pueblo gitano. Luego examinó sintéticamente las estructuras de la pastoral de los Gitanos, en los distintos niveles eclesiales, tal como están presentadas en las Orientaciones. Antes de mostrar algunas características específicas del enfoque de un capellán oriental, el P. Vasil’ se detuvo, sobre todo, en una descripción de la figura del capellán/misionero en el contexto de las principales normas canónicas. Resumiendo sus características principales, a la luz de las Orientaciones, el P. Vasil’ esbozó el siguiente panorama: el capellán es una persona capaz de conocer a los Gitanos y de hacerlos conocer, y está dispuesto a compartir con ellos sus alegrías y sufrimientos. Partiendo de estas premisas, es posible, más adelante, llegar al testimonio personal y al anuncio directo de la fe, a la coparticipación del pan del Evangelio y de la Eucaristía. La eventual aplicación y la utilización de las relativas normas canónicas –ya sea comunes como específicas– para ese compromiso, deben constituir siempre una ayuda y no ser un obstáculo para el capellán, ya que la salus animarum suprema lex. El P. Vasil’ reiteró, pues, el concepto del Prof. Baura.
Siguieron los testimonios de los capellanes que trabajan con los nómadas de Bangladesh, Indonesia y Filipinas, presentes por primera vez. Se trata, en este caso, de los «gitanos del mar».
El primero que habló fue el Sr. Prodyut Prodip Mondol, representante del grupo de catequistas que forman parte de la Pastoral Care of Nomads in Bangladesh (PNB). Al informar sobre su trabajo pastoral, se remitió a las Orientaciones, que constituyen el fundamento del servicio que se presta regularmente a los grupos gitanos Jajabor (Bede), Mahali y Kowra. El Sr. Mondol describió luego brevemente las características de estos nómadas y se detuvo más que todo en el diálogo, formal y teológico, entre cristianos y musulmanes, que se lleva a cabo a pesar de las tensiones y, algunas veces, de las «guerras» reales.
La situación de los nómadas en Filipinas fue presentada por el Rev. P. Tennis G. Tamayo, C.M.F., que realiza su apostolado con los Bajaus, «los más pobres entre los pobres». Llamados también «los gitanos del mar», ellos viven sobre todo en el suroeste de Filipinas, en el noroeste de Malasia y en el norte de Indonesia. La mayoría de los Bajaus –afirmó el Padre– son pescadores y viven de la generosidad del mar. Su creencia fundamental en los espíritus ha contribuido a la formación de una comunidad tranquila y serena, que se distingue por el recto comportamiento social. Al contrario de lo que de ellos dicen los antropólogos (los llaman «islamistas populares»), no son musulmanes y no se dejan influenciar por ellos. El P. Tamayo ilustró brevemente los dos encuentros de los agentes de pastoral y de los trabajadores sociales que viven con los nómadas, promovidos por la Iglesia local, que se celebraron, respectivamente, el 8 de abril, 2005, y del 27 al 29 de abril, 2006, en Zamboanga City. En los dos encuentros se trataron los principales problemas de la vida de los Bajaus: la pobreza, la falta de instrucción, la marginación y la discriminación, que se manifiestan, entre otras cosas, en la explotación por parte de los sindicatos.
Sobre la cura pastoral de los migrantes, itinerantes y de la gente del mar (nómadas) en la diócesis de Pangkalpinang, Indonesia, habló el Rev. P.bro Bernardus Somi Balun. En su testimonio, dió a conocer la obra de la cual se benefician los niños, pero sobre todo las prostitutas, víctimas del «tráfico» de seres humanos que representa uno de los desafíos más apremiantes para la atención pastoral en la diócesis. El Rev. Balun explicó luego el empeño de la Iglesia en favor de la gente del mar de origen nómada denominada Suku Laut. Ese trabajo se ha realizado tanto en el ámbito pastoral y con relación a la vida de comunión y fraternidad, como en el campo socioeconómico, prestando especial atención a la educación y a la salud.
Los trabajos del segundo día terminaron con la lectura y la aprobación general de las conclusiones y de las propuestas que se presentan a continuación.
II. CONCLUSIONES
Del análisis profundo de las Orientaciones, en su dimensión antropológica, sociológica, teológica y eclesial -sin olvidar los aspectos históricos y jurídico-legislativos-, así como de las discusiones en grupos de estudio, surgieron las siguientes consideraciones:
1. Los Directores Nacionales reconocieron la importancia de tener finalmente un Documento (Orientaciones) que dé testimonio de los esfuerzos realizados por la Iglesia católica en la cura pastoral de los Gitanos, que reconozca su espiritualidad y quiera ofrecer a los nómadas la enseñanza del Evangelio en su totalidad. Se trata de un Documento que describe la pastoral de los Gitanos, no como mera beneficencia, sino como una exigencia de la catolicidad de la Iglesia.
2. Las Orientaciones son fruto del empeño pastoral desarrollado hasta ahora y del intercambio de las experiencias realizadas. Marcan, por lo tanto, un momento importante en la historia de evangelización y promoción humana de los Gitanos. La declaración del Papa Pablo VI al respecto: «Vosotros estáis en el corazón de la Iglesia» (Pomezia, 1965), y la afirmación del Concilio Vaticano II de que la Iglesia no establece diferencias entre los hombres (cf. Gaudium et spes), terminaron con el silencio histórico con relación a este pueblo.
3. El siglo XX, en todo caso, aportó un cambio fundamental a la visión del mundo de los Gitanos con dos acontecimientos de gran valor histórico: el primero fue la beatificación de Ceferino Jiménez Malla, humilde Gitano español, mártir de la guerra civil de 1936; el segundo, la solicitud de perdón a Dios por los pecados cometidos por los hijos de la Iglesia, también contra los Gitanos, pronunciada por el Papa Juan Pablo II el 12 de marzo, 2000, durante las celebraciones litúrgicas del Gran Jubileo.
4. Entre dichos pecados –si no eran de acción, fueron de omisión– se puede incluir una tibieza secular, aún más, la falta de un enfoque específico y especializado de la Iglesia, y también de sus pastores, sacerdotes y otros agentes de pastoral, con relación a la misión entre los Gitanos. A este respecto, las Orientaciones exhortan a todo el pueblo cristiano a una conversión de la mente y de las actitudes, con el objeto de establecer una relación positiva con la población gitana.
5. En sus actitudes hacia los Gitanos, la Iglesia no debe solamente «acoger» (la acogida se practicaba ya en el Antiguo Testamento), sino que debe correr el riesgo de ir hacia el otro, sobre todo al encuentro del que es distinto, del que es rechazado, del que no es aceptado, como se ve en el Nuevo Testamento. El Cristo del Evangelio rompe con los tabús culturales.
6. El Evangelio –misterio de salvación confiado por Cristo a la Iglesia– debe ser predicado a los hombres de todas las culturas. En la obra de evangelización de los Gitanos, el proceso de inculturación, entendida como encarnación del Evangelio en las culturas y su introducción en la vida de la Iglesia, debe recuperar su validez y prioridad. En este contexto, las Orientaciones enumeran una serie de opiniones, pero muestran también la posibilidad de lograr el equilibrio deseado. Esencial, al respecto, es la afirmación por la cual, siguiendo el camino de la auténtica catolicidad, la Iglesia debe llegar a ser, en cierto sentido, gitana entre los Gitanos, para que ellos puedan participar plenamente en la vida eclesial.
7. La «promoción humana» y la «evangelización» son dos aspectos complementarios e inseparables para la difusión del Reino del Padre, que es un reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz. En la actividad pastoral en favor de los Gitanos, por consiguiente, la ayuda humanitaria y la verdad del Evangelio deben caminar juntas, y es necesario que la justicia, la fraternidad y
la igualdad las acompañen.
8. Por lo que se refiere a la «purificación» de la cultura gitana, ese proceso se debe llevar a cabo por medio del Evangelio y encontrar su plena realización en Cristo. En las Orientaciones se subraya que, junto con la «aceptación» de la cultura gitana, la Iglesia debe orientar la pastoral de modo que sea posible superar los aspectos que una visión cristiana de la vida no puede compartir o que, de alguna manera, constituyen un obstáculo en el camino de la reconciliación y comunión entre Gitanos y gağé.
9. El Gitano experimenta un sentimiento de exclusión, el deseo de conservar la propia movilidad y la propia familia. La solidaridad es central en su mentalidad. Su concepción religiosa y su fe se fundan en la existencia de un Protector poderoso.
La Redención –como plenitud de la solidaridad– no concierne solamente al alma, sino al hombre en todo su ser, incluso su cultura, el tipo de relaciones, etc. Por consiguiente, en la transmisión del Evangelio es extremamente importante considerar los valores y la riqueza de la cultura gitana, conocer el idioma y apreciar sus tradiciones y costumbres. En realidad, compartir la vida con los gitanos lleva a un enriquecimiento mutuo.
10. De todos modos, un respeto exagerado por la tradición gitana puede dar lugar al aislamiento o al rechazo. Pertenece a los gağé, en todo caso, la responsabilidad en los siguientes campos: educación, formación profesional, igualdad ante la ley, dignidad humana, perdón mutuo, interrupción de una serie de ofensas que se transmiten de generación en generación. El ya mencionado acto de confesión de las culpas de los hijos de la Iglesia, con miras a una «purificación de la memoria» también con relación a los Gitanos, dá la posibilidad de mejorar las relaciones, hoy. El primer paso del diálogo consiste en aceptar que somos distintos.
11. La ausencia o la insuficiencia de reconocimiento de la identidad gitana, por parte de la sociedad y/o de la Iglesia, implica un proceso de asimilación y no de integración. Digna de alabanza, pues, es la afirmación de las Orientaciones, por la cual sólo la integración, entendida como introducción armoniosa, dentro de la plena aceptación de la diversidad, lleva hacia la deseada unidad. Acoger a los Gitanos, sin asimilarlos, ayudándoles preferiblemente a conservar su carácter específico, se presenta, sin embargo, como un equilibrio difícil de realizar.
12. Los Gitanos han sobrevivido, y siguen sobreviviendo a un real rechazo secular, con un modo de reaccionar que ha llegado a ser parte integrante de su cultura. Ese elemento cultural los hace partícipes de la preocupación de Cristo de romper con los tabús y de Su amor privilegiado hacia los más débiles. La Iglesia, siguiendo las huellas de Cristo, tiene la misión de reconocer y estimular este amor.
13. El carácter específico de la pastoral gitana no puede, sin embargo, eliminar el sentido de responsabilidad universal y territorial de la Iglesia. Los Gitanos interpelan, en efecto, a toda la Iglesia; de esto se desprende la necesidad de una articulación entre pastoral específica y territorial, parroquial. Incumbe al Obispo la responsabilidad de animar a los Gitanos a que conserven su propia identidad y unidad. Ellos deben sentirse bien acogidos en la Iglesia local y en la comunidad a la que pertenecen, cuando se desplazan. Esto lo indican claramente las Orientaciones.
14. En el actual contexto sociopolítico surgen nuevos fenómenos que interpelan a la Iglesia, es decir:
– las nuevas migraciones gitanas preocupan a los Estados y asustan a las poblaciones, dando vida a un renovado racismo o a una xenofobia preocupante, por ser la negación a la apertura del corazón querida por Cristo;
– estas nuevas migraciones crean encuentros entre las poblaciones y entre grupos que antes se ignoraban;
– paralelamente, los gitanos hacen lo posible por librarse del asistencialismo y afirmarse en cuanto tales;
– los organismos civiles tratan de dar a los gitanos una voz que les permita afirmarse.
III. RECOMENDACIONES
Considerando todo lo expresado arriba, los Participantes confirmaron las siguientes necesidades:
– que la Iglesia asuma las angustias y las esperanzas de los Gitanos, para que el Evangelio sea vivido y anunciado de manera adecuada a su mentalidad y a sus tradiciones. Esta preocupación debe tener consecuencias en el campo litúrgico y catequético y
– que ella acepte enriquecerse con los valores gitanos, nacidos de la resistencia a la asimilación y a las persecuciones, ya que la universalidad misma de la Iglesia lo requiere.
Hay qua:
– dar la prioridad a la tarea del Promotor episcopal. Su presencia y su actitud son esenciales para los agentes de pastoral que necesitan apoyo y solicitud, cuidados y atención para sus necesidades particulares;
– solicitar un compromiso mayor por parte de los Obispos, sobre todo en la acogida y en la creación de espacios de escucha a los Gitanos, así como en la prevención de la discriminación. Hay que considerar la posibilidad de utilizar la «advocacy» eclesial en defensa de su causa, de sus derechos;
– favorecer las asociaciones políticas y culturales de los Gitanos, aunque ello supone riesgos. Se trata de la dignidad, condición de la adhesión personal a Jesucristo;
– fortalecer el protagonismo y la responsabilización de los Gitanos en la Iglesia;
– intensificar el empeño y la solicitud por las vocaciones, dada la importancia de la presencia de sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas gitanos en esta pastoral específica;
– multiplicar los lugares en los que los gitanos puedan expresar lo que son y su fe, por ejemplo, con la formación de Escuelas de Fe, fermento de un diálogo respetuoso en el cual los Gitanos expresan su propia fe;
– salir del esquema «acostumbrado» de preparación a los sacramentos, teniendo en cuenta el elemento cultural y existencial de la emotividad (sentimientos) y de lo inmediato, que es propio de los Gitanos. Una «continuidad» pastoral será preferible, mucho más que una monitorización esporádica;
– promover las peregrinaciones, ocasiones de encuentro, para acabar con la imagen todavía demasiado fuerte de que la Iglesia pertenece a los gağé y que es preciso renunciar a la propia identidad gitana para ser un «buen cristiano». Una Eucaristía en el campo puede significar una presencia de Cristo en el corazón de la vida gitana;
– manifestar la solidaridad de la Iglesia con los objetivos de justicia de la sociedad civil hacia los Gitanos y favorecer el florecimiento de una cultura gitana para darla a conocer también en su dimensión de fe;
– hacer hincapié en la conveniencia del reconocimiento, por parte de la diócesis, del carácter específico de la pastoral de los Gitanos y, por tanto,
– informar a las Autoridades religiosas sobre la existencia de las Orientaciones, destacando las expresiones particularmente significativas que suscitan la preocupación y la responsabilidad pastoral;
– hacer lo posible por favorecer la acogida y una apropiada aplicación de las Orientaciones. Dada la diversidad y complejidad de las situaciones en que viven los Gitanos en los distintos países, habrá que pensar en elaborar una especie de Directorio nacional;
– coordinar mejor el ministerio de los capellanes de los Gitanos con el de los párrocos locales, en el territorio. Que las comunidades parroquiales se abran a la acogida y reconozcan el aspecto positivo de lo que han realizado los agentes de pastoral;
– proyectar caminos de catequesis en función de las características específicas locales;
– promover los encuentros organizados entre agentes de pastoral y gitanos responsables, para establecer relaciones auténticas y suscitar una «vida compartida». Actuar según el principio: «nada en vez de ellos, sino todo con ellos», es decir, sostener y acompañar a los Gitanos, pero no actuar en vez de ellos por temor a la derrota; colabora
r, abstenerse de juicios morales y comenzar con amor;
– renunciar a dar una lectura demasiado «literal» al nomadismo de los Gitanos. Muchas de las características del nomadismo son aún válidas para los gitanos. La tierra es de todos, por consiguiente, también los Gitanos tienen derecho a la vivienda, al voto, a ser considerados como ciudadanos por todo concepto;
– afrontar lealmente el desafío que implican para la pastoral las nuevas migraciones gitanas, mediante el encuentro con otras religiones y confesiones, es decir, con un espíritu enriquecedor de adhesión al Evangelio y a la Iglesia, y de apertura;
– ofrecer más ocasiones de conocimiento mutuo de los responsables pastorales. Verificar juntos sus relaciones con los Gitanos y las de éstos últimos entre sí, para dar vida, progresivamente, a una espiritualidad pastoral común, adaptada a las nuevas situaciones. Esta debe ser viva, no puede ser estereotipada;
– intensificar la colaboración con las instituciones civiles para que den voz a los Gitanos, y considerar la posibilidad de crear, en la Iglesia, foros, en los que los Gitanos puedan presentar sus problemas, sus solicitudes y algún caso particular propio.
– Por lo que se refiere al fenómeno de las sectas, es necesario tener en cuenta el n. 77 de las Orientaciones como base para nuestras actitudes.