BEIRUT, viernes, 26 enero 2007 (ZENIT.org).- La resolución de la renovada violencia y las amenazas de escalada de la misma en Líbano reside en el diálogo que incluye a todos los libaneses y a todos los credos, afirma la Cáritas de ese país.
En declaraciones hechas los días 24 y 25 de enero, en medio de tres días de conflicto que empezaron con la huelga de protesta de la oposición, en buena parte conformada por Hizbulá, contra el Gobierno, Cáritas Líbano subrayó la incertidumbre de la población nacional sobre su incolumidad y seguridad económica.
«La amenaza de la escalada genera grave incertidumbre sobre las actividades de todos los libaneses y tiene un impacto dramático, en especial sobre quienes con bajos ingresos dependen de pequeñas actividades de negocios, turismo local o ‘catering’», indica la organización católica de ayuda.
La oposición lanzó protestas a nivel nacional el día 23 de enero que paralizaron Líbano y desencadenaron una violencia que ocasionó la muerte de tres personas y 176 heridos. Una cuarta persona murió por disparos en choques entre activistas pro y antigubernamentales el 25 de enero, y unas 200 fueron heridas en la violencia que estalló tras una pelea entre estudiantes de la Universidad Árabe de Beirut.
El ejército libanés dictó un alto al fuego en Beirut el viernes, el primer alto al fuego nocturno en la capital desde la guerra civil de 1975-90. Escuelas y universidades permanecieron cerradas el día después de los choques entre chiítas y sunnitas que despertaron el miedo a una explosión sectaria parecida a la que hundió al país en la guerra civil.
La oposición ha protagonizado dos meses de manifestaciones y sentadas en un intento de hacer caer al Gobierno.
«Los líderes políticos que convocaron la huelga prometieron que la movilización sería pacífica, pero esta rápidamente evolucionó hacia enfrentamientos entre militantes en varias regiones, que causa extremo temor a una inminente explosión generalizada en todo el país», afirmó Cáritas.
«En este alarmante contexto, Cáritas Líbano considera que la resolución de la crisis reside en el diálogo, y llama a una reanudación de las actividades normales de las instituciones», dice la declaración, indicando que se deben hacer esfuerzos para asegurar una mayor participación de todos los libaneses en la vida económica del país.
La declaración recalca la necesidad de una «gestión transparente» de la deuda de Líbano estimada en 41.000 millones de dólares, un «peso» que «no debería recaer sobre los más pobres».
Mientras la violencia se extendía en Líbano, su primer ministro estaba el 25 de enero en París, en una conferencia internacional de países donantes que prometió más de 7.000 millones de dólares en ayuda para reconstruir Líbano, tras la devastadora guerra de este verano entre Hizbulá e Israel.
Mientras reconoce el beneficio de los planes de asistencia del Gobierno «encaminados a la mejora de las redes de seguridad social y los sistemas de salud y educación», Cáritas Líbano afirma que «reuniones semejantes mostraron en el pasado que estas medidas y planes de acción no son suficientes para restaurar la esperanza entre los libaneses, que destruyeron sobre todo sus líderes políticos».
En este clima, la organización de ayuda católica aludió a su programa de reconstrucción post-emergencia, lanzado tras la guerra del pasado verano, que ofrece, entre otros servicios, comidas diarias, clases de recuperación a los niños, combustible y paquetes de comida a las familias en todo el país
«Cáritas Líbano sigue expandiendo sus programas de apoyo para los más desfavorecidos llamando a la solidaridad de los libaneses de todas las denominaciones».
En un mensaje del 24 de enero, el padre Louis Samaha, presidente de Cáritas Líbano, confesó que el «movimiento de protesta masiva… nos ha preocupado mucho».
Mientras no ve claras las últimas consecuencias de la «grave» situación, el padre Samaha expresó la esperanza en el pueblo libanés «para un retorno rápido y definitivo a la calma».
«Todo lo que deseamos es volver a la vida normal –dijo–, un mejoramiento de la situación socioeconómica que sigue empeorando y afectando a la población con ingresos limitados, la puesta en marcha de un sistema económico que permita una expansión de la vida y el desarrollo de un plan de recuperación, y lo más importante, la creación de una firme y sólida paz que anime a los inversores a volver al país, así como que el negocio del turismo pueda recuperar su ritmo normal, y permita esencialmente a la gente vivir de nuevo».