Dicha convocatoria tuvo lugar en el penúltimo discurso del presidente Bush sobre el Estado de la Unión en el Capitolio de la Washington. En ella, el Presidente de Estados Unidos, abogó por un «serio, civil y conclusivo debate que ustedes (dirigiéndose al Congreso) puedan aprobar y yo pueda firmar sobre una reforma legal y amplia en materia de inmigración».
«El tema de la reforma migratoria necesita con urgencia una acción federal», dijo en una carta dirigida al presidente Bush y al Congreso monseñor Barnes.
«La nación –agregó– ha debatido este controversial y complejo asunto por muchos años; en parte por la inacción a nivel federal, los estados y las municipalidades han tenido que moverse para adaptar sus propias leyes en esta materia: los estadounidenses, a lo largo de todo el país, desean, fuertemente, que el Congreso resuelva ya el problema de la inmigración ilegal», subrayó el prelado.
La Conferencia de los obispos de Estados Unidos mantiene una campaña intensa para lograr que la reforma migratoria contemple un programa que permita a los indocumentados obtener la residencia permanente y un programa para los trabajadores extranjeros que los proteja y evite que sean desplazados o explotados.
Así mismo, los prelados estadounidenses –recordó el obispo Barnes– están exigiendo que la reforma migratoria contemple una reforma que reduzca el tiempo de la reunificación entre el trabajador inmigrante y su familia.
Finalmente, el encargado del Comité de Migración de la Conferencia episcopal de Estados Unidos, argumentó –en su misiva– que los prelados de su país desean que siga el proceso de protección a los derechos de los inmigrantes y que exista un acuerdo definitivo para eliminar las raíces que originan la migración hacia el país del Norte.