CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 7 marzo 2007 (ZENIT.org).- Al presentar la figura de san Clemente Romano, tercer sucesor de san Pedro, Benedicto XVI constató este miércoles que ya desde el siglo I el obispo de Roma ejercía su Primado sobre las demás iglesias.
Al dirigirse a los 16.000 peregrinos que al no caber en el Aula Pablo VI se congregaron también en la Basílica de San Pedro del Vaticano, el pontífice comenzó un segundo ciclo de catequesis sobre «los padres apostólicos», «la primera y segunda generación de la Iglesia, después de los apóstoles».
En su primer capítulo, dedicado al Papa de los últimos años del siglo I, tercer sucesor de Pedro, después de Lino y Anacleto, quien «había visto a los apóstoles», la meditación se concentró en su «Carta a los Corintios».
Tras recordar que los cristianos de los primeros siglos atribuían a esa carta un valor casi tan importante como el de los escritos del Nuevo Testamento, explicó que Clemente la escribió pues los cristianos de la Iglesia de Corinto vivían agudas divisiones.
«Los presbíteros de la comunidad habían sido depuestos por algunos jóvenes contestadores», testimonio el mismo san Ireneo (130-202), obispo mártir de Lyón.
Por eso, recuerda el mismo Ireneo en su famoso «Adversus haereses», «bajo Clemente, al surgir un gran choque entre los hermanos de Corinto, la Iglesia de Roma envió a los corintios una carta importantísima para reconciliarles en la paz, renovar su fe y anunciar la tradición, que desde hace poco tiempo ella había recibido de los apóstoles».
«Podríamos decir que esta carta constituye un primer ejercicio del Primado romano después de la muerte de san Pedro», afirmó Benedicto XVI.
La carta, añadió, dio «al obispo de Roma la posibilidad de exponer ampliamente la identidad de la Iglesia y de su misión».
En el escrito, el santo obispo de Roma hace una «neta distinción entre “laico” y la jerarquía», pero el Papa aclaró que esto «no significa para nada una contraposición», sino que ilustra «la relación orgánica de un cuerpo, de un organismo, con las diferentes funciones».
«La Iglesia no es un lugar de confusión y de anarquía, donde cada uno puede hacer lo que quiere en todo momento: cada quien en este organismo, con una estructura articulada, ejerce su ministerio según su vocación recibida», indicó.
En particular, al referirse a «los jefes de las comunidades, Clemente explicita claramente la doctrina de la sucesión apostólica».
«Las normas que la regulan se derivan, en última instancia, del mismo Dios –aclaró el Papa–. El Padre ha enviado a Jesucristo, quien a su vez ha enviado a los apóstoles. Éstos luego mandaron a los primeros jefes de las comunidades y establecieron que a ellos les sucedieran otros hombres dignos».
Por tanto, «todo procede ordenadamente de la voluntad de Dios», subrayó el Papa.
«San Clemente subraya que la Iglesia tiene una estructura sacramental y no una estructura política», recalcó el pontífice.
«La Iglesia es sobre todo don de Dios y no una criatura nuestra», concluyó.