La conversión es la respuesta más eficaz al mal; asegura el Papa

«Es mejor encender una cerilla que maldecir la oscuridad», dice al rezar el Ángelus

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 11 marzo 2007 (ZENIT.org).- La conversión es la mejor manera de luchar y prevenir el mal, «aunque no siempre pueda evitar sus consecuencias», reconoció Benedicto XVI este domingo.

En plena Cuaresma, dedicó sus palabras a los peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano para rezar la oración mariana del Ángelus a «redescubrir la grandeza» e incluso «la belleza de la conversión».

Lo hizo basándose en el pasaje evangélico de la liturgia de ese día, en el que ante sucesos dramáticos de la época, Jesús recomienda conversión (Lucas, capítulo 13).

Como constató el obispo de Roma hablando desde la ventana de su estudio, Cristo no presenta la conversión «en términos moralistas, sino realistas, como única respuesta adecuada a sucesos que ponen en crisis las certezas humanas».

«Cristo invita a responder al mal ante todo con un serio examen de conciencia y con el compromiso de purificar la propia vida», subrayó.

«De hecho, las personas y las sociedades que viven sin ponerse en discusión tienen como único destino final la ruina», afirmó.

Sin embargo, reconoció, «la conversión, por el contrario, a pesar de que no preserva de los problemas y adversidades, permite afrontarlos de “manera” diferente».

«Ante todo ayuda a prevenir el mal, desactivando algunas de sus amenazas –aclara–. Y, en todo caso, permite vencer al mal con el bien, si bien no siempre a nivel de los hechos, que a veces son independientes de nuestra voluntad, ciertamente siempre a nivel espiritual».

«En definitiva –señaló el Papa–: la conversión vence al mal en su raíz, que es el pecado, aunque no siempre pueda evitar sus consecuencias».

Por este motivo, alentó a todos los cristianos a «redescubrir la grandeza, diría incluso la belleza de la conversión».

«Hacer penitencia y corregir la propia conducta no es simple moralismo, sino el camino más eficaz para mejorarnos tanto a nosotros mismos como a la sociedad», indicó.

Y concluyó presentando un conocido proverbio: «es mejor encender una cerilla que maldecir la oscuridad».

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ZENIT Staff

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