MADRID, jueves, 15 marzo 2007 (ZENIT.org).- El arzobispo de Granada, monseñor Francisco Javier Martínez ha lamentado la muerte de Inmaculada Echevarría, de 51 años, en la noche del miércoles después de que le fuera retirado el respirador artificial.
Horas antes, la señora, que padecía distrofia muscular progresiva, había sido trasladada desde el hospital donde había pasado los últimos diez años, perteneciente a una congregación religiosa, hasta un centro público de Granada.
En declaraciones a la cadena radiofónica COPE, monseñor Martínez ha criticado la aplicación de la eutanasia y considera que se trata de una decisión «terrible», «equivocada» y que además, «supone un gran sufrimiento».
Al mismo tiempo, ha asegurado que no se atrevería a juzgar la decisión de Inmaculada puesto no es misión de la Iglesia juzgar a las personas.
Por otro lado, el cardenal Carlos Amigo Vallejo, arzobispo de Sevilla, cree que es «indigno» ayudar a morir a una persona.
El cardenal ha asegurado que este caso se ha utilizado políticamente y desde un punto de vista ideológico.
«Se ha hecho de este caso una utilización fuera de lo ideológica y comercial por parte de algún medio de comunicación», ha dicho monseñor Carlos Amigo quien también ha recordado que hay muchas personas y enfermos terminales que pasan por dificultades pero ante ello, «también existen muchos medios para ayudarles a vivir y no a morir».
El cardenal Antonio Cañizares, arzobispo de Toledo, calificó este acto de eutanasia como uno de los «hechos dolorosos que estos días nos hacen sufrir a todos y que denotan una situación social en España que debemos superar, si no queremos conducirnos por derroteros de quiebra de humanidad y moral».
«Que Dios tenga misericordia de doña Inmaculada: es lo que nos cabe hacer, orar por ella», afirmó el cardenal Cañizares, pidiendo un despertar de la conciencia ante «tanta propaganda que dispone favorablemente a la eutanasia».
En particular, pidió ofrecer con toda generosidad cuidados a los enfermos con enfermedades incurables y degenerativas para acompañarles, «estar a su lado con amor, ayudarles a descubrir el sentido del dolor y el sufrimiento, mostrarles nuestra solicitud humana y cristiana, y levantar su ánimo, su fe y su esperanza».
Antes de que se le quitara a la mujer la respiración artificial, el Hospital Universitario San Rafael de Granada, dirigido por la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios publicó un comunicado en el que afirmaba que aceptaba «la interrupción de un tratamiento, respetando el principio de autonomía del enfermo, y del documento de voluntades», como había expresado la paciente.
Para los religiosos era algo, interrumpir la respiración artificial ha sido algo «correcto y aceptable desde el punto de vista jurídico y ético».