ROMA, viernes, 23 marzo 2007 (ZENIT.org).- La defensa de los derechos de los niños ayuda a superar los debates ideológicos actuales que están teniendo por víctima a la familia, considera la profesora Janne Halaand Matlary.
Profesora de Ciencias Políticas de la Universidad de Oslo, ex secretaria de Estado para Asuntos Exteriores de Noruega, Matlary pronunció la conferencia inaugural del XVII congreso internacional «Derechos y responsabilidad de la Familia», que se celebra en Roma del 23 al 24 de marzo por iniciativa de la International Federation for Family Development (IFFD).
En la conferencia, que llevaba por título «La familia, ¿puede definirse por las políticas occidentales?», Matlary se preguntó si es necesaria una redefinición legal y política de la familia.
El debate político actual, considera Matlary, es testigo del debate entre dos perspectivas diferentes.
Por un lado está el constructivismo, que parte del presupuesto, según el cual, el género, la paternidad y la maternidad, son una construcción social, y por tanto están sometidos al cambio.
A esta visión se le opone la perspectiva de quienes apoyan la familia como institución natural en todas las culturas y sociedades.
La batalla tiene un argumento central: ¿puede el Parlamento cambiar la definición de familia? ¿Lo puede hacer un Estado? ¿Lo puede hacer un juez?, se preguntó.
Un problema crucial, añadió, es que, si los derechos humanos dependen de las diferentes interpretaciones, entonces, ¿pueden seguir definiéndose derechos humanos?
¿Cómo podría Europa defender los derechos humanos en el exterior si los Estados europeos comenzaran a redefinir los derechos humanos en su interior?, se preguntó por poner un ejemplo.
Si se dejara libertad a los estados «canallas» para interpretar los derechos humanos como quisieran, toda la política exterior de Occidente desparecería de un plumazo, reconoció.
Para superar los debates ideológicos, Matlary propuso una solución: «aceptar que los niños tienen derechos que los adultos no tienen, y que estos derechos están antes que los derechos de los adultos».
Concentrarse en los derechos de los niños no autoriza la falta de atención por la unidad de la familia, pues los niños necesitan atención y estabilidad, constató.
Si en vez de hablar del derecho de los adultos a casarse, se hablara del derecho de los niños a tener padres y familias estables, entonces se reduciría la fuerza de las reivindicaciones individualistas, concluyó la profesora.