CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 30 marzo 2007 (ZENIT.org).- De la experiencia de la misericordia de Dios -«pura gratuidad»- brota la capacidad y la exigencia de tener misericordia unos con los otros, recordó, ante Benedicto XVI, el predicador de la Casa Pontificia este viernes.
Por ello es clave tener una experiencia renovada de la misericordia de Dios, invitó el padre Raniero Cantalamessa, O.F.M. Cap. -en su cuarta y última predicación de Cuaresma, en torno a las Bienaventuranzas Evangélicas- a la Curia Romana.
Las palabras de Jesús en el sermón de la montaña: «Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia», fueron el eje de esta meditación, orientada sobre todo al perdón y a la remisión de los pecados.
El predicador del Papa propuso observar el reflejo de la misericordia de Dios, su Hijo, pues «es conocida la acogida que Jesús reserva a los pecadores en el Evangelio y la oposición que ello le procuró por parte de los defensores de la ley».
«Jesús justifica su conducta hacia los pecadores diciendo que así actúa el Padre celestial –recordó el padre Cantalamessa-. A sus detractores les recuerda la palabra de Dios en los profetas: «Misericordia quiero, y no sacrificios» (Mt 9, 13)»; de hecho, la misericordia «es el rasgo más sobresaliente del Dios de la Alianza y llena la Biblia de un extremo a otro».
«Ser misericordiosos se presenta así como un aspecto esencial del ser «a imagen y semejanza de Dios»», advirtió.
«Pero lo más sorprendente, acerca de la misericordia de Dios, es que Él experimenta alegría en tener misericordia», recalcó el padre Cantalamessa.
Y como la misericordia divina tiene «el carácter de pura gratuidad», «debemos, entonces, tener misericordia porque hemos recibido misericordia», de lo contrario «nos será retirada», apuntó el predicador de la Casa Pontificia siguiendo textos evangélicos.
«Si la misericordia divina está en el inicio de todo y es ella la que exige y hace posible la misericordia de los unos con los otros, entonces lo más importante para nosotros es tener una experiencia renovada de la misericordia de Dios», propuso a la Curia, dado que se trata de la «experiencia pascual por excelencia».
Y se puede tener esta vivencia a través del sacramento de la Reconciliación, por lo que ofreció al Papa y a sus colaboradores esta meditación «como preparación a una buena confesión pascual», examinando cada uno la propia conciencia siguiendo las bienaventuranzas.
«De una experiencia profunda de la misericordia de Dios se sale renovados y llenos de esperanza», y tras haberla tenido «tenemos, a nuestra vez, que mostrarla con los hermanos» «tanto en el nivel de la comunidad eclesial como en el nivel personal», recordó.
«También en la vida de la Iglesia, como en la de Jesús, deben resplandecer juntas la misericordia de las manos y la del corazón –expresó el padre Cantalamessa-, tanto las obras de misericordia como las «entrañas de misericordia»», reaccionando «con el perdón», esencial en las relaciones humanas.