ROMA, martes, 10 abril 2007 (ZENIT.org).- Aumenta la preocupación de la Iglesia por la situación política y económica de Zimbabue, hasta el punto de que Benedicto XVI en su mensaje de Pascua salió en apoyo de los llamamientos de los obispos de ese país africano.
Tras la creciente violencia del gobierno contra los opositores políticos, el arzobispo Pius Ncube pidió a los Zimbabuenses que protestaran por estas acciones estatales, informaba el 22 de marzo Associated Press.
«Tenemos que levantarnos contra la opresión», afirmaba el arzobispo de Bulawayo en un encuentro con sacerdotes, activistas y diplomáticos.
A principios de marzo, Morgan Tsvangirai, el líder del principal partido de la oposición en Zimbabue, fue hospitalizado tras ser golpeado por la policía tras su arresto en un mitin, informaba el Times de Londres el 13 de marzo. El líder del Movimiento por el Cambio Democrático (MDC) fue arrestado junto a docenas de miembros de la oposición, activistas de derechos y clérigos. La oposición culpa al presidente Robert Mugabe de muchos de los problemas de la nación.
Además de los problemas políticos, la economía está en peligro. Recientemente, el gobernador del banco de la reserva nacional, Gideon Gono, admitía que se habían acabado los fondos, informaba el periódico Guardian el 1 de marzo.
En su testimonio ante el comité parlamentario de defensa e interior, Gono afirmó que no había dinero para comprar vehículos para la policía o imprimir pasaportes. Las fuentes de electricidad y el transporte también están en riesgo, afirmó, con el poco dinero disponible para financiar las operaciones.
Un informe publicado el 5 de marzo por el International Crisis Group, una ONG, presentaba el grave panorama de la situación del país. El Fondo Monetario Internacional predice que la inflación podría sobrepasar el 4.000 % a finales de este año. Los salarios de la mayoría de los funcionarios públicos están por debajo del nivel de pobreza, y se planea una nueva serie de demoliciones de hogares y negocios, según el informe del International Crisis Group. Un programa de demoliciones parecido en el 2005 supuso el desplazamiento de cerca de 700.000 personas.
El informe explicaba que la economía de Zimbabue se contrajo un 40% entre 1998 y el 2006. El producto interior bruto se espera que se contraiga un 4,7% más este año. El desempleo alcanza ya el 80%.
A mediados de 2005, el ingreso per cápita cayó a los niveles de 1953, una caída mayor que la experimentada durante los conflictos de países como Costa de Marfil y el Congo.
Según datos del gobierno, el 80% de la población de Zimbabue estaba ya bajo el nivel de pobreza en el 2002.
La esperanza de vida es una de las más bajas del mundo, con sólo 36,6 años. Según las estadísticas del 2005, el 20,1% de la población entre 15 y 49 años está afectada de Sida. Se trata de uno de los índices de infección más altos del mundo.
Llamadas al diálogo
La agencia de noticias Fides publicaba el 22 de marzo una declaración conjunta de los líderes de las Iglesias cristianas de Zimbabue. La declaración fue firmada por la Conferencia Episcopal de Zimbabue el 17 de marzo. La declaración hablaba de la situación del país como de «extremo peligro y dificultad».
«Sin embargo, también puede convertirse en un momento de gracia y de un nuevo comienzo, si aquellos que son responsables, en todos los bandos, de causar la crisis se arrepienten y escuchan el grito de la gente», añadían los obispos.
La declaración confirmaba su apoyo a la autoridad política legítima, pero al mismo tiempo estipulaba que no debe abusarse de este poder a través del recurso a la violencia, la opresión y la intimidación.
«Invitamos a los responsables de la actual crisis de nuestro país a arrepentirse y escuchar el grito de sus ciudadanos», indicaban los obispos. Al mismo tiempo, pedían al pueblo de Zimbabue «paz y calma al expresar sus justificados agravios y al manifestarse por sus derechos humanos». La declaración continuaba con un llamamiento al diálogo para resolver la crisis y construir una democracia que respete los derechos de cada ciudadano.
Poco antes, el 13 de marzo, el Consejo Sudafricano de las Iglesias (SACC) publicaba una declaración llamando la atención sobre la grave situación de Zimbabue. El SACC se compone de 26 iglesias y organizaciones asociadas paraeclesiales, y representa a la mayoría de los cristianos de Sudáfrica.
El SACC llamaba la atención sobre las violaciones de derechos humanos en Zimbabue y el hecho de que los líderes religiosos estén siendo acosados por la policía.
Eddie Makue, secretario general del SACC, también acusaba a las autoridades de intentar causar y sacar partido de las divisiones entre las iglesias en un intento de «dividir, dirigir» y sofocar a la oposición.
«Las actuaciones inhumanas de las fuerzas de seguridad de Zimbabue están cerrando rápidamente las opciones abiertas para el pueblo de Zimbabue de encontrar soluciones amistosas a muchos desafíos a los que se enfrenta su problemática nación», advertía el SACC.
Impacto en la región
La declaración también comentaba que el caos está causando una emigración masiva de Zimbabuenses a otros países de la región, superando la capacidad de los servicios de ayuda de las iglesias.
Como resultado, la situación de Zimbabue amenaza con desestabilizar toda la región.
En cuanto a la actuación de otros países de la región, el arzobispo Ncube criticaba recientemente al gobierno de Sudáfrica por no haber presionado suficientemente a Zimbabue.
Según un reportaje publicado el 20 de marzo por el Voice of America radio service, el arzobispo declaró que Sudáfrica está en una buena posición para presionar a Zimbabue. Pero, afirmaba, el gobierno sudafricano se queda simplemente mirando.
El 22 de marzo el Financial Times observaba que los gobiernos de la zona estaban tradicionalmente a favor de una política de «diplomacia silenciosa» en cuanto a Zimbabue. No obstante, el presidente de Zambia, Levy Mwanawasa, pidió una nueva postura.
«La diplomacia silenciosa no ha logrado resolver el problema político y económico de Zimbabue», afirmó. Mwanawasa comparó la situación de Zimbabue con «el hundimiento del Titanic cuyos pasajeros saltan para salvar sus vidas», en referencia a los millones de ciudadanos que han abandonado el país.
No obstante, una reunión el 30 de marzo de las 14 naciones de la Comunidad de Desarrollo del Sur de África (SADC) optó por continuar con una postura de perfil bajo. La cumbre, reunida en Tanzania para discutir la situación de Zimbabue, acordó simplemente que el presidente sudafricano, Thabo Mbeki, debería intentar mediar en la crisis política de Zimbabue, informó la BBC el mismo día. Mbeki intentará establecer conversaciones entre Mugabe y la oposición.
¿Escuchará?
Queda por ver si el presidente de Zimbabue escuchará a sus vecinos. Poco antes del encuentro, la policía rodeó las sedes del partido del Movimiento para el Cambio Democrático en la capital del país, Harare, informaba el 29 de marzo Reuters. La policía detuvo brevemente a su líder, Morgan Tsvangirai, junto a otros miembros de su partido.
Además, al día siguiente del encuentro del SADC, la postura política de Mugabe se vio robustecida, cuando el comité central de la Unión Nacional Africana de Zimbabue y el Frente Patriótico lo eligieron como su candidato presidencial para las próximas elecciones.
El fin del mandato del presidente Robert Mugabe se cumplirá el próximo marzo. Mugabe, de 83 años, ha gobernado Zimbabue desde 1980. Mugabe dijo al comité central que resistiera «las maquinaciones de Occidente», informó Reuters el 30 de marzo.
Ese mismo día, el Simposio de Conferencias Episcopales de África y Madagascar (SECAM) publicaba una declaración sobre Zimbabue. La declaración siguió al encuentro del comité permanente del SECAM, reunido en Accra, Ghana.
«La situación de Zimbabue no es resultado de una catástrofe natural o únicamente de condiciones internacionales adversas», observaba la declaración. «Es auto inflingida. Es una crisis de liderazgo moral y de mal gobierno».
«Hacemos un rotundo llamamiento al gobierno de Zimbabue, en nombre de Jesús, para que ponga fin a la violencia inmediatamente», declaraba el SECAM. La declaración también pedía a los líderes políticos del país que «fueran justos y compasivos al gobernar a la gente». Un llamamiento que muchos esperan que no caiga en oídos sordos.