La evangelización, «futuro de libertad y dignidad para los gitanos»

Entrevista al cardenal Péter Erdő, primado de Hungría

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DOBOGÓK, lunes, 16 abril 2007 (ZENIT.org).- Del 23 al 25 de marzo tuvo lugar en Dobogók, Hungría, el encuentro anual de la Comisión Católica Internacional para los Gitanos sobre el tema «Evangelización: futuro de libertad y dignidad para los gitanos».

En la asamblea, organizada por el Consejo Pontificio de Pastoral para los Emigrantes y los Itinerantes, intervinieron el cardenal japonés Stephen Fumio Hamao, presidente emérito del mismo Consejo, el cardenal Péter Erdő, primado de Hungría, y el obispo Szilárd Keresztes, presidente de la Comisión de Pastoral para los Emigrantes e Itinerantes de la Conferencia Episcopal Húngara.

Asistieron también ponentes de más de 20 países que presentaron sus experiencias en el ámbito de la pastoral de los gitanos y debatieron los problemas y las cuestiones actuales relativas al empeño pastoral.

Con este motivo, el Consejo Pontificio de Pastoral para los Emigrantes e Itinerantes envió un mensaje a los participantes en el que se subraya que «la evangelización y la promoción humana son dos aspectos complementarios inseparables para la difusión del reino de Dios, por consiguiente, en la actividad pastoral dirigida a los gitanos la ayuda humanitaria y la verdad del Evangelio deben caminar juntas, sostenida la primera por elementos de justicia, fraternidad e igualdad».

El mensaje afirma que «respecto a los gitanos se pide a la Iglesia, y por tanto a cada uno de nosotros, no sólo la disposición a acogerles, sino la voluntad de asumir el riesgo de salir a su encuentro y ayudar a su inserción armoniosa en la sociedad, en la plena aceptación de su legítima diversidad».

En Dobogók, el 24 de marzo el cardenal Péter Erdő celebró una misa para los participantes en la conferencia. En su homilía, el purpurado subrayó que «sólo con humildad, una actitud de penitencia, generosidad, pero también de máxima seriedad respecto a los valores humanos comunes, podemos afrontar el problema pastoral de los diversos grupos étnicos, y por tanto también los de los gitanos en Europa».

El cardenal recalcó que «debemos comprender verdaderamente las relaciones sociales y humanas dentro de estas comunidades y ayudar a quienes han reconocido la luz de Cristo en la Iglesia a acercarse libremente a la fe y a los sacramentos sin ningún impedimento sociológico ni por parte de la propia comunidad, ni por parte de algunos católicos que juzgan según cosas externas y secundarias y no como Cristo, según la verdadera intención del corazón».

«Sobre todo los sacerdotes deben tener una gran apertura para no obligar a la gente de buena voluntad a responder a criterios puramente humanos, demasiado rígidos, quizá arbitrariamente establecidos por algunos párrocos, para poder acceder a los sacramentos y formar parte de la comunidad eclesial», indicó.

Con motivo de este encuentro, Zenit entrevistó al cardenal Erdő.

–¿Cómo han considerado los participantes en la conferencia las experiencias en la pastoral de los gitanos?

–Cardenal Erdő: Las experiencias son diferentes y hay hechos en el oeste del continente europeo que parecen nuevos como una creciente emigración de la población gitana de los países de Europa del Este a los países occidentales. Esta emigración sin embargo no tiene dimensiones demasiado grandes respecto a las otras migraciones, por ejemplo la población musulmana, etc. Por esto el problema pastoral, aún siendo muy específico, se mantiene en dimensiones más bien modestas. En Italia, hace algunos años vivían cerca de cien mil gitanos, ahora son doscientos mil. Mientras que en la pequeña Hungría actualmente viven al menos seiscientos mil, o quizá setecientos mil, por no hablar de otros países como Rumanía con un número mucho más elevado.

Por esto, en nuestros países la cuestión pastoral es un poco distinta de la de occidente. Y sin embargo está clarísimo que tanto en oriente como en occidente tal labor pastoral exige una gran competencia, una gran tolerancia, una buena preparación específica para decir la verdad, y también mucha paciencia. No son las grandes organizaciones públicas las que pueden resolver este problema, que no es un problema social, sino que hace falta verdaderamente la caridad pastoral necesaria para esta comunidad.

–¿Cómo describiría la situación de la pastoral de los gitanos en Hungría?

–Cardenal Erdő: La situación pastoral es distinta en cada país. En primer lugar, los gitanos en Hungría no son nómadas. Estaban ya en vías de integración en la sociedad y también en el mundo del trabajo a finales de la época comunista. Sobre todo en la industria y en el sector de la construcción, o incluso en otros sectores de la industria pesada, había muchos puestos de trabajo para gente menos cualificada. Así oficialmente pero también prácticamente muchísimos gitanos tenían algún trabajo fijo, a menudo lejos de su familia y de su aldea a la que volvían durante el fin de semana.

Estaban, por tanto, de algún modo integrados en el mundo del trabajo. A ellos les afectaron quizá con más dureza los cambios económicos. Perdieron su trabajo y la nueva industria mucho más modesta en su dimensión no tiene tanta necesidad de obreros sin capacitación. Por este motivo, el paro entre ellos está muy extendido y es difícil encontrar actividades económicas que puedan servir como base de existencia para esta comunidad. Y sin embargo se debe evitar volver a proponer situaciones en las que aldeas enteras o regiones enteras vivían únicamente de algún subsidio social proveniente del gobierno o de algún organismo público.

Tenemos ante nosotros, en primer lugar, tareas muy concretas en el campo de la enseñanza. La Iglesia católica tiene aquí centenares de escuelas: en estas escuelas no usamos nunca el método de la «segregación» y los chicos están junto a los demás.

Más de la mitad de estos jóvenes tiene como lengua materna el húngaro; a los otros se les enseña también su lengua, aunque es un programa bastante laborioso porque hay muchos dialectos y diferentes idiomas que usan los diversos grupos. Por tanto es muy difícil conocer toda la situación familiar y lingüística de cada uno de estos grupos.

Otra oportunidad muy atrayente y muy prometedora es desde siempre la liturgia en los lugares de peregrinación, en los grandes santuarios, donde gente de diversa proveniencia, gitanos, no gitanos, húngaros y fieles de otras nacionalidades, coinciden para rezar, adorar al Santísimo Sacramento, acercarse a visitar a la Virgen María y sentirse una sola comunidad cristiana. Por tanto, se manifiesta la fuerza de nuestra fe que logra unir a la gente de cualquier proveniencia.

Ciertamente existe también una tendencia más peligrosa: la sociedad de los gitanos está también muy estructurada. Existen rígidas relaciones de dependencia personal y familiar. Cuando el jefe de una comunidad pasa a otra comunidad religiosa, a menudo también los demás, que dependen de él, ya no tienen la libertad de practicar su religión anterior, por ejemplo la católica.

Por tanto, hay que estar atentos también a estas circunstancias y mantener un diálogo constructivo y formativo con estos individuos que tienen autoridad en ese ambiente, sobre todo con los intelectuales, artistas o músicos que gozan a menudo de un prestigio internacional.

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ZENIT Staff

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