CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 5 abril 2007 (ZENIT.org).- Si bien no es posible ver a Dios con los ojos, sí podemos ver cómo actúa, explicó Benedicto XVI en la Misa Crismal del Jueves Santo.
En una Basílica de San Pedro llena de fieles, concelebrando con los cardenales, los obispos y los sacerdotes --diocesanos y religiosos-- presentes en Roma, el Papa ilustró la acción de Dios con una narración del escritor ruso León Tolstoy (1828-1910).
Se trata de una breve historia sobre un severo rey que pidió a sus sacerdotes y sabios que le mostraran cómo podía ver a Dios.
«Los sabios no fueron capaces de responder a su deseo. Entonces, un pastor, que volvía del campo, se ofreció para asumir la tarea de los sacerdotes y de los sabios», recordó el Papa.
«El rey aprendió de él que sus ojos no eran capaces de ver a Dios», añadió citando a Tolstoy. «Entonces, quiso al menos sabe qué es lo que hacía Dios».
«Para responder a tu pregunta --dijo el pastor al soberano-- tenemos que cambiarnos los vestidos».
«Dudando, pero movido por la curiosidad que sentía por recibir la información que esperaba, el rey aceptó; entregó sus regios vestidos al pastor y vistió con la ropa de un hombre pobre».
«Entonces le dio la respuesta: “Esto es lo que hace Dios”. De hecho, el Hijo de Dios, Dios verdadero de Dios verdadero, ha dejado su esplendor divino: “se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz”», explicó el sucesor de Pedro citando la carta de san Pablo a los Filipenses (2,6ss).
Dios, dijo, hizo un «sagrado intercambio: asumió lo que era nuestro para que pudiéramos recibir lo que era suyo, llegar a ser semejantes a Dios».
«Esto es lo que se realiza en el Bautismo: nosotros nos revestimos de Cristo, Él nos da sus vestidos».
«Significa que entramos en una comunión existencial con Él, que su ser y nuestro ser confluyen, se compenetran mutuamente. “Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí”», decía el mismo Pablo en la Carta a los Gálatas (2, 20).
Poco antes de que entrar en el triduo santo, el Santo Padre explicó que «Cristo se ha vestido con nuestra ropa: el dolor y la alegría de ser hombre, el hambre, la sed, el cansancio, las esperanzas y las desilusiones, el miedo a la muerte, todas nuestras angustias hasta la muerte».
En el curso de la celebración eucarística, todos los sacerdotes renovaron las promesas que pronunciaron en el día de su ordenación. Luego, el Papa bendijo los óleos de los catecúmenos y de los enfermos, así como el santo crisma.
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Apr 05, 2007 00:00