ROMA, viernes, 4 mayo 2007 (ZENIT.org).- Del 16 al 20 de abril, los 19 miembros que integran actualmente la Pontificia Comisión Bíblica se reunieron en el Vaticano en Asamblea Plenaria anual con el fin de concluir la profundización del estudio sobre la relación entre Biblia y moral.
El documento resultante, aprobado por unanimidad por la Comisión en la última jornada, pone el acento en la moral revelada en las Sagradas Escrituras como don de Dios en el que está implícito el criterio para el recto actuar de los seres humanos.
Sobre todo ello Zenit ha entrevistado al padre Klemens Stock, sj, secretario de este organismo vaticano de carácter consultivo, instituido por León XIII en 1902 y reordenado por Pablo VI en 1971.
Objetivo de la Pontificia Comisión es promover eficazmente entre los católicos el estudio bíblico, afrontar con medios científicos las opiniones equivocadas en materia de Sagrada Escritura, y estudiar e iluminar las cuestiones debatidas en el campo bíblico a fin de «ofrecer su válida aportación al magisterio de la Iglesia».
–¿Podría comentar el documento titulado «Biblia y Moral»?
–Padre K. Stock: En cuanto a la génesis del documento, la Pontificia Comisión Bíblica recibió este tema relativo a la relación entre Biblia y Moral del presidente de la Comisión, que siempre es el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe; en 2002 era el cardenal Joseph Ratzinger.
El tema se afronta a partir del Libro del Génesis hasta llegar al Apocalipsis del Nuevo Testamento. En nuestros estudios hemos notado que en la Biblia las disposiciones morales, los mandamientos, las prescripciones y las prohibiciones no se encuentran nunca en una situación aislada. No hay prescripciones en sí mismas; hay siempre un don de Dios que precede e implica el modo adecuado de acogerlo y administrarlo.
En concreto, en la Biblia hemos constatado tres dones principales de Dios:
1. La Creación, en la que están ya implícitos los modos adecuados de aceptar, vivir como criaturas de Dios.
2. Su Alianza con el Pueblo de Israel. Y en efecto, según el relato bíblico, cuando se estipula la Alianza en el Monte Sinaí, está también la proclamación del decálogo, que es precedido por la auto-presentación de Dios: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te he hecho salir del país de Egipto, de la condición de esclavitud» (Ex 20, 2). El Decálogo es directamente precedido de esta proclamación de la liberación.
3. La venida del Hijo de Dios y luego la obra, el ejemplo, el destino del Hijo de Dios, que se auto-proclama como «el Camino, la Verdad, la Vida» (Jn 14, 6). Jesús es por tanto el don de Dios a la humanidad y al mismo tiempo el ejemplo más alto de un justo comportamiento moral.
Por tanto ésta es la idea de fondo en la primera parte de nuestro texto, que queremos presentar como la estructura principal de la moral bíblica. También en este sentido la moral bíblica no es un moralismo, un conjunto de mandamientos y prohibiciones aisladas, sino que está siempre el don de Dios que pide la respuesta humana.
Está claro que para muchas cuestiones actuales relativas a la bioética, la ecología, etcétera, no se pueden encontrar formulaciones precisas en los textos bíblicos, pero de todos modos hemos desarrollado una serie de criterios que nos pueden ayudar en la búsqueda de soluciones precisas a los diversos problemas. En este sentido, señalamos dos criterios principales: la conformidad con la imagen bíblica de la persona humana, basada sobre todo en el Antiguo Testamento, y la conformidad con la persona de Jesús, su modo de actuar, su ejemplo, su obra, su camino.
Luego se formulan criterios más específicos como:
1) La ‘convergencia’. En la Biblia, se observa, aunque no siempre, una convergencia con las reglas, las leyes y las prescripciones morales de los otros pueblos. Interpretamos este hecho como un estímulo a dialogar con todos.
2) La ‘contraposición’. En la Biblia hay también una clara separación y distinción entre el comportamiento que se observa en el Pueblo de Dios y fuera de éste.
3) La ‘progresión’. Se observa una evolución de las reglas morales desde el Antiguo Testamento al Nuevo Testamento, de manera que no son del mismo nivel.
4) La ‘dimensión comunitaria’. La persona humana no es un individuo aislado, sino un miembro de una comunidad que determina las reglas de la convivencia.
5) La ‘finalidad’ Según la Biblia, nuestra vida terrena no está cerrada en sí misma porque vivimos en un horizonte escatológico inscrito en la Resurrección de Jesús.
6) El ‘discernimiento’. Hay que evaluar correctamente el contexto de las prescripciones morales que encontramos en la Biblia, y usar el mismo discernimiento en nuestras decisiones cotidianas.
Hemos cerrado la discusión del documento y hemos hecho también dos votaciones, una sobre las partes y otra sobre el texto global, que ha sido aceptado por unanimidad por los miembros de la Comisión.
Ahora, tras la redacción final, en la que se incluirán las modificaciones aceptadas en la Asamblea, habrá una revisión de la corrección formal del italiano. El texto será luego entregado al presidente de la Comisión, el cardenal William Joseph Levada, al que corresponde la decisión final.
–¿Se puede decir que la moral es el deseo de actuar según la voluntad de Dios, que gratuitamente da las normas que comprometen y llaman a la libertad del ser humano?
–Padre K. Stock: En sí, la moral es la doctrina del recto actuar, y en concreto la moral cristiana es el recto actuar según la voluntad de Dios revelada por Jesús. Por ejemplo, al final del Sermón de la Montaña, Jesús insiste afirmando que «no el que me dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (Mt 7, 21), y enseguida añade: «Quien escucha mis palabras y las pone en práctica es semejante a un hombre sabio que ha construido su casa sobre roca» (Mt 7, 24). Es decir, en la palabra y en la enseñanza de Jesús se revela la voluntad del Padre que es la norma para el recto actuar. Pero el don fundamental de Dios no está constituido por normas para el justo actuar. Los dones fundamentales de Dios son la Creación, luego la Alianza con el Pueblo de Israel y por último la venida y la presencia de Jesús, su Hijo, y en ellos están ya dadas implícitamente también las normas adecuadas para acogerlos.
Así, con la Creación, con la presencia del hombre y de la mujer, y de una multiplicidad de personas humanas, la convivencia está ya implícitamente exigida y determinada por la existencia. La Alianza, en cambio, es el regalo mediante el que Dios se ha obligado a proteger y conducir a su Pueblo liberado de la esclavitud de Egipto. Pero este don y compromiso están unidos al primer mandamiento -con el que el Pueblo de Israel está obligado a adorar sólo al Señor, su Dios, y a no venerar a otros dioses- y a los otros mandamientos del Decálogo.
Y por último con el don de la presencia de Jesús está relacionada la norma global, por la que quien quiere entrar en la comunión de vida ofrecida por Jesús debe seguir su ejemplo No es posible desear la comunión de vida con Jesús y luego comportarse de modo egoísta, que en ningún modo corresponde al modo de vivir de Jesús.
–En el Nuevo Testamento se cumple una especie de evolución moral que tiene su origen en la Ley/Alianza dictada/estipulada en el monte Sinaí. ¿Cuál es la novedad moral introducida por Jesús en el Sermón de la Montaña respecto a los preceptos del Decálogo?
–Padre K. Stock: Es verdad que hay una evolución del Antiguo al Nuevo testamento. En el último documento de la Pontificia Comisión Bíblica titulado «El Pueblo Judío y sus Sagradas Escrituras en la Biblia cristiana», esta relación es descrita como una relación de «
continuidad», discontinuidad» y «progresión». Y así Jesús, en la parte inicial del Sermón de la Montaña, dice: «no penséis que he venido para abolir la Ley o los profetas; no he venido a abolir sino a dar cumplimiento» (Mt 5, 17). El significado más concreto de esta afirmación fundamental de Jesús se ve en la parte que sigue inmediatamente y que es llamada por los exégetas la «sección de las antítesis» en el Sermón de la Montaña, donde Jesús afirma: «Habéis oído que se mandó a los antiguos: No matarás (…) Pero yo os digo: Todo el que trate con ira a su hermano será sometido a juicio (Mt, 5, 21-22).
En general, Jesús trae una profundización y una interiorización, insistiendo en que no sólo las acciones realizadas externamente pueden ir contra la voluntad de Dios, sino que las intenciones deben ser purificadas y corresponder a la voluntad de Dios.
Por poner otro ejemplo, cuando a Jesús se le hace la pregunta: «¿Cuál es el mayor mandamiento de la Ley? (Mt 22,36), se remite al Antiguo Testamento: «Amarás al Señor Dios tuyo con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente» (Mt 22, 7; cfr. Dt 6,5) y «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mt 22, 9; cfr. Lv 19,18).
Y cuando le preguntan: «¿Y quién es mi prójimo? (Lc 10, 29b) –en general, según la interpretación veterotestamentaria, el prójimo es el miembro del propio pueblo-, Jesús, a través de la parábola del Buen Samaritano, hace comprender que no es importante la pertenencia a un mismo pueblo, a una misma clase social, y que el prójimo es toda persona necesitada de mi ayuda y a la que yo puedo ayudar.
Cuando se habla del elemento nuevo aportado por Jesús se alude a su persona y luego en consecuencia a su ejemplo, al que Él alude en forma explícita y que constituye la norma suprema para el cristiano. En la Última Cena, Jesús, tras haber lavado los pies a sus discípulos, dice expresamente: «Os he dado ejemplo para que lo mismo que he hecho yo lo hagáis vosotros» (Jn 13, 15).
La relación entre la Alianza estipulada al pié del Monte Sinaí con el Pueblo de Israel y la nueva Alianza estipulada por Jesús mediante su sacrificio en la cruz, es tratada en manera exhaustiva en este documento anterior de la Comisión, en el que se insiste mucho en el hecho de que la Nueva Alianza estipulada por Jesús no cancela, deroga o sustituye la anterior Alianza. Y esto San Pablo lo dice en la Carta a los Romanos en el capítulo 9-11, en el que explica que Dios permanece fiel a sus palabras y a sus acciones, pero que luego llega el cumplimiento, la perfección en la Alianza dada por Jesús. Y a fin de cuentas Jesús representa la Nueva Alianza. En la persona de Jesús, el Hijo de Dios y el hombre Jesús de Nazaret están unidos íntimamente y en modo inmutable y definitivo, y así Dios se ha vinculado de modo inseparable a la humanidad.
–¿Existe un punto de contacto sólido entre la moral bíblica y los sistemas morales de otras religiones o doctrinas filosóficas que permita una convergencia en el enfoque de los distintos problemas actuales?
–Padre K. Stock: Lo que se advierte en los libros del Nuevo Testamento es una cercanía notable entre los principios morales, especialmente, de los estoicos, y lo que por ejemplo enseña San Pablo a sus comunidades. Por tanto, se puede observar una convergencia en las normas concretas de comportamiento. Hoy, además, se puede uno remitir a lo que contempla la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Allí hay muchas convergencias con lo que nosotros consideramos como la moral fundada en la Palabra de Dios y por ello también la Iglesia, en las intervenciones del Magisterio, se dirige no sólo a los católicos, sino también a las personas de buena voluntad. Después, es posible que existan puntos concretos en los que no hay convergencia, sino más bien contraste y contraposición. Sin embargo, tantos puntos de convergencia requieren un compromiso común en llevar adelante el bien de los pueblos y de la humanidad.