ROMA, miércoles, 9 mayo 2007 (ZENIT.org).- Tras confesar «amo mucho a América Latina», Benedicto XVI explicó este miércoles a los periodistas, rumbo a Brasil, que en el continente de la esperanza la Iglesia tiene el desafío de promover condiciones justas de vida.
Hablando sobre la teología de la liberación, el Santo Padre reconoció en el avión que le llevaba de Roma a Sao Paulo que hay siempre espacio para «un debate legítimo sobre cómo crear las condiciones para la liberación humana y sobre cómo hacer eficaz la doctrina de la Iglesia e indicar las condiciones humanas y sociales, las grandes líneas en las cuales los valores pueden crecer».
«Con el cambio de la situación política también ha cambiado profundamente la situación de la teología de la liberación y es evidente que fáciles milenarismos que prometían inmediatamente condiciones concretas de una vida justa estaban equivocados», aclaró.
«Lo saben todos –añadió–. Ahora la cuestión está en cómo la Iglesia debe estar presente en la lucha y en las reformas necesarias para garantizar condiciones justas. Precisamente sobre esto hay división entre los teólogos».
El Papa habló también de monseñor Óscar Arnulfo Romero, el arzobispo de San Salvador, asesinado en 1980, mientras celebraba misa: es un «gran testigo de la fe», dijo.
El Santo Padre no tiene dudas sobre el hecho de «que su persona merezca la beatificación»¸ aunque considera que es necesario evitar las manipulaciones de «una parte del mundo político» que «ha intentado usarle como bandera y eso ha sido injusto».
«El arzobispo Romero fue un gran testimonio de la fe cristiana un hombre de paz y que estaba contra la dictadura», aclaró el Papa, explicando que ahora está esperando las conclusiones del estudio que está haciendo sobre el arzobispo de San Salvador la Congregación para la Doctrina de la Fe.