SAO PAULO, jueves, 9 mayo 2007 (ZENIT.org).- La tarde fría y la fina lluvia no desanimaron a los miles de fieles que se aglomeraban en las calles de Sao Paulo a finales de la tarde de este miércoles para saludar a Benedicto XVI.
El Papa aterrizó a las 16,02 (hora de Brasilia) en el Aeropuerto Internacional de Guarulhos. Recibido por el presidente Lula da Silva, en su discurso afirmó que «Brasil ocupa un lugar muy especial en el corazón del Papa».
Junto al Papa, se vio al cardenal primado de Brasil, Geraldo Majella Agnelo; el arzobispo de São Paulo, monseñor Odilo Scherer; el nuncio apostólico en Brasil, Lorenzo Baldisseri; el presidente de la Conferencia Episcopal de Brasil (CNBB), monseñor Geraldo Lyrio Rocha, entre otras autoridades eclesiásticas y civiles.
Benedicto XVI, en su discurso de llegada, señaló la importancia de la Conferencia de Aparecida e hizo un llamamiento en defensa de la vida «desde su concepción hasta su declive natural». Por su parte, el presidente Lula destacó la importancia de la lucha contra la pobreza y el trabajo en favor de la educación.
Tras la ceremonia de bienvenida, que duró 50 minutos, el Papa y las autoridades continuaron en siete helicópteros hasta el Aeropuerto Campo de Marte, dentro de la ciudad de São Paulo.
El mal tiempo casi impidió que pudieran ir por aire. Se pensó en seguir en caravana por tierra.
Ya en el Campo de Marte, el Papa recibió las llaves de la ciudad de manos del alcalde Gilberto Kassab.
Una coral de veinte jóvenes del proyecto Guri entonó el Himno Oficial de la acogida a Benedicto XVI. Al oír a los niños, el Papa abrió los brazos para saludarlos. Una amplia sonrisa afloró en su rostro.
Tras una breve ceremonia, de diez minutos, el pontífice siguió en papamóvil por las calles de la región central de São Paulo. Durante el trayecto, el Papa saludó y recibió los aplausos de los miles de fieles que se aglomeraban en el camino.
Al llegar al Monasterio de San Benito, fue recibido por los benedictinos que entonaban cantos gregorianos de la Basílica de Nuestra Señora de la Asunción.
En seguida se dirigió al balcón del Monasterio, donde saludó a los cerca de cinco mil fieles presentes. Se veían adultos y niños, entre mujeres que oraban con los rosarios en las manos.
Al final de su discurso, improvisando, dijo en portugués «muito obrigado» (muchas gracias) y deseó a todos una «boa noite» (buena noche).