MADRID, sábado, 19 mayo 2007 (ZENIT.org).- Publicamos los «10 consejos para usuarios de los medios de comunicación», en particular de la prensa, el cine la radio, y la televisión, publicados por el secretariado de la Comisión de Medios de Comunicación Social de la Conferencia Episcopal Española (CEMCS).
PRENSA
PARA LEER UN PERIÓDICO
1. Lo ideal es leer dos o más periódicos de tendencias contrarias, para poder contrastar y discernir con más elementos de juicio. Pero si usted sólo es lector de un periódico, elija habitualmente el mismo; aquel cuyo ideario le sea más afín y le agrade más el proyecto informativo que desarrolla. Esto es, el estilo, la selección y valoración de informaciones, la manera de titularlas, cómo las destaca, etcétera.
2. Tenga presente que la objetividad pura no existe. Idénticos hechos son publicados por cada periódico en función del ideario y presentados según el proyecto o estilo propio del periódico.
3. Aceptando esa objetividad tendenciosa (dicho sea sin ánimo peyorativo) hay que distinguir qué es información y qué es opinión. Aquella debe ser sólo eso, mera noticia, y hay que exigirle que ni oculte datos ni los desvirtúe. Cuando la información va acompañada de opinión, infórmese de quien la firma, porque a la difícil objetividad hay que añadir la subjetividad de quien la escribe.
4. Un periódico bien hecho es aquel cuyo contenido puede captarse durante los diez minutos del desayuno. Haga esa primera observación mientras va seleccionando aquellos temas que leerá después con más detenimiento.
5. No se deje deslumbrar por los titulares de una noticia, pues no siempre reflejan sumariamente su contenido. Hay que leerla íntegramente antes de emitir un juicio. Si lo hace con espíritu crítico, podrá darse idea de la desinformación que puede padecer aquel que sólo es lector de titulares.
6. No olvide nunca que la letra impresa no es dogma de fe ni siquiera signo de veracidad. Los hechos han podido ocurrir de manera diferente a como se cuentan. Guárdese, por tanto, de toda información que no vea debidamente contrastada o no recoja la versión de todas las partes. Las noticias suelen ser incompletas en el momento de su publicación. Es necesario, pues, un seguimiento de las mismas en días sucesivos para disponer de más datos.
7. Los columnistas no son infalibles en sus observaciones. Léalos con espíritu crítico, con la intención de encontrar discrepancias con su propio criterio. Es un buen ejercicio para desarrollar la capacidad de análisis.
8. No desdeñe la lectura de los editoriales. Si se identifica de alguna manera con el ideario de su periódico, los editoriales le ayudarán en la formación de un criterio serio y fundamentado.<br>
9. En los contenidos relativos a la religión o a la vida de la Iglesia, conviene acudir a las publicaciones o revistas especializadas, ya que, por lo general, salvo algunas excepciones, estas informaciones suelen ser en los periódicos menos objetivas que las demás, bien sea por ignorancia, ligereza o prejuicios.
10. Si en lo esencial está de acuerdo con su periódico, escríbale al director cuando encuentre algo que razonablemente él debería evitar. Muchos directores suelen ser muy sensibles a las críticas razonadas, sobre todo si son constructivas y afectuosas.
Unión Católica de Informadores y Periodistas de España (UCIP-E)
CINE
PISTAS PARA UN ESPECTADOR AVISADO
1. Elige tu película a través de una orientación previa, ajena, por supuesto, a los reclamos publicitarios.
2. Procura verla el día, a la hora y con el estado de ánimo más propicio para su degustación.
3. Trata de ampliar cada vez más tus gustos por los diversos géneros, estilos y nacionalidades contra la inercia de lo ya conocido.
4. No digas nunca esa tontería de que «Yo voy al Cine a pasarlo bien y distraerme porque bastantes problemas tiene ya la vida».
5. Mientras contemplas la película, trata de descubrir sus valores argumentales, estéticos, interpretativos y humanos.
6. Si puedes, cuando estés realizando tu propia rumia de la película -no antes-, trata de leer una crítica solvente que te ayude, en diálogo silencioso, a descubrir sus valores.
7. Mejor aún, comenta, si puedes, la película con los amigos, con la esposa, con los hijos, enriqueciendo y contrastando tu opinión con la de los otros.
8. Recomienda la película que a ti te ha gustado. No hay publicidad más eficaz que la de «boca a oído».
9. Tampoco te importe volver a ver una película, cuando te haya gustado mucho y veas que no la has abarcado.
10. Y, por fin, valora y agradece la capacidad creativa de los buenos directores, guionistas e intérpretes, que te han hecho disfrutar y te han enriquecido y hecho crecer como persona.
Santiago Gil del Muro
RADIO
PARA ESCUCHAR LA RADIO
Decimos «escuchar», que no es lo mismo que «oír». Hay que escuchar la radio. Hay que escuchar una radio que cada vez se plantee nuevos géneros con unas mayores exigencias de preparación técnica y planificación económica. De la radio de transistores hamos pasado ya al RDS y a la radio digital. Esto nos abre el abanico no solamente de ofertas sino de posibilidades de oír, mejor dicho, de escuchar lo que queremos y en el momento que queremos. Los periodistas deben persuadirse de que no hay noticias donde no haya un hecho comprobable. Por su parte, el oyente tiene el derecho a ser correctamente informado, una prioridad que debe existir sobre el deseo de una u otra emisora a ser la primera en dar una información. Hechas estas consideraciones y aparte de tener el aparato de radio que a cada uno le permita su economía, los diez consejos que daríamos son los siguientes:
1. Encontrar la hora adecuada. Cada oyente debe saber cuando puede estar mejor o peor informado. No todas las horas son las mismas para todos.
2. Buscar la sintonía amiga. Cada uno debe intentar «sintonizar» con la emisora que responda a sus inquietudes o preferencias políticas, económicas, religiosas, etc.
3. Diversificar la audiencia. Pero a pesar de lo dicho en el anterior apartado, es conveniente que se oigan varias emisoras para poder encontrar el punto medio de influencia y de credibilidad.
4. Discrepar a menudo. Conviene no asentir a todo lo que se dice por el medio radio. De ahí la necesidad de diversificar las preferencias y de discutir, aunque sea mentalmente, con lo que se está diciendo en las distintas emisoras.
5. Huir de los santones. Los tertulianos son los nuevos santones de las emisoras de radio, son los que hablan y saben de «todo» sin conocer «todo». Pueden ayudar a completar la información, pero nunca a dirigir nuestra opinión personal.
6. Huir del sensacionalismo. Aquellas emisoras que hacen del sensacionalismo su primera premisa informativa, no son aconsejables para el oyente. Hay que buscar la información sin alharacas.
7. Huir del personalismo. Aquellos que hacen información muy personalizada transmiten sus propias sensaciones a los oyentes. Sensaciones que en la mayoría de los casos no responden a la realidad ni a las señas de identidad de la emisora escuchada.
8. Ser muy crítico. Tenemos que escuchar la radio con criterios propios y, por tanto, no tener miedo a criticar a aquello o aquellos que nos parece que no están acertados en sus apreciaciones sobre informaciones y comentarios. Es conveniente hacérselo saber a la emisora a través de cartas o de llamadas telefónicas.
9. La información es lo primero. La noticia debe ser el catecismo de la emisora. Tenemos que aprender a distinguir noticias de opinión. Tenemos que saber seleccionar lo que es noticia. La noticia más relevante no puede ser el hecho de que sea un acontecimiento
interesante o espectacular, sino su importancia o significado.
10. Escuchar, no oír. Retomamos el inicio del escrito. Tenemos que aprender escuchar la radio y no solamente a oír. Escuchar una transmisión de noticias y valorar que tengan siempre en cuenta las peculiaridades, posibilidades y limitaciones del medio radiofónico.
Rafael Ortega
Presidente de la Unión Católica de Informadores y Periodistas de España (UCIP-E)
TELEVISIÓN
DIEZ PALABRAS AL PRINCIPIO
Se pone usted ante el televisor y de entrada no se da cuenta –quizás no lo advierte- que está usted ante la gran pitonisa de nuestro tiempo. Ella, a poco que usted se descuide, se puede convertir en el gran compulsor de sus emociones y aun en el gran devorador de sus decisiones de conciencia. Opina uno que no sería malo tomar, previamente al hecho televisivo, una serie de precauciones que se me ha ocurrido fijar exactamente en diez. Son éstas.
1ª. Conozca usted la televisión.
No es el aparato ante el que se pone usted. Es más bien el producto plástico y sonoro que ha requerido para su factura muchos esfuerzos personales y económicos, más de un quebradero de cabeza y hasta es posible que algún acomodamiento de la conciencia. Decía Francois Truffaut que un simple movimiento de cámara es de por sí un problema moral.
2ª. Ámela en lo que vale. No crea usted que la mejor solución a los problemas que puede plantear la televisión en casa es la de dejarla afuera. La de no tener televisión. La televisión, tan aparentemente apisonadora, es sumisa y es modesta. Es sencilla y no avasalla a nadie. Se sabe en manos del destinatario y respeta las decisiones del mismo. La televisión, sencillamente, oferta su producto. Y hay que amarla porque ese producto es múltiple y respetuoso. Usted tiene en la mano el mando a distancia. Y puede hacer con él lo que le parezca más oportuno. Y la televisión no se va a quejar a nadie.
3ª. No hay que verla solos. La televisión no tiene que ser la sacudida del aburrimiento en esas largas horas en que no hacemos nada porque nada se nos ocurre. El espectador de la televisión tiene que ser generoso consigo mismo y con los demás. Y, hasta donde pueda, debe convocar a los demás a un espectáculo que enriquecerá a todos en la misma medida en que sepan compartirlo. El destinatario verdadero de la televisión no es el individuo, sino el grupo familiar. Entre dos o cuatro o cinco puede ver más y mejor que lo que es capaz de ver una persona sola… y solitaria.
4ª. No exija a la tele lo que la tele no puede dar. Se le pide cultura. Una cultura uniforme. Se le pide que edifique virtudes en los ciudadanos, como si la moral fuera unitaria y catequética. Se le pide que no nos aburra. Se le pide que dé a nuestros ocios el divertimento que más vaya con nuestra capacidad de distracción. Hay que convencerse: la televisión no está para suplir las carencias de algo o de alguien. La televisión, sencillamente, señala caminos. Para eso no hay que pedirle, además, que nos empuje por ellos.
5ª. Seleccione los programas. Echen lo que echen, no se lo trague todo. Si usted es un consumidor a esgaya, acabará por hastiarse de la televisión y llegará imprudentemente a la conclusión de que no hay en ella nada que valga la pena. Yo le digo a usted que sí: que a diario hay en la televisión (en las muchas televisiones que tenemos), bastantes programas apetecibles. Inevitables, incluso. Hay que buscarlos, claro está. Y hay que hacer de entre ellos el menú de cada jornada.
6ª. Busque usted la almendra de cada programa. Ya está hecha la selección. Ya nos sentamos a desmenuzar el menú que hemos preparado. Y bien: se va a dar cuenta de que cada programa tiene su exigencia: de tema, de realización, de compromiso. Reexamine usted la calidad de estos elementos. Comprométase con ellos. Retire la paja que pueda encontrar. Quédese con el grano, con la almendra. Es decir: conviértase de espectador pasivo en espectador inteligente.
7ª. Cambiar de canal es cosa sabia. Le pedirán a usted que no cambie. Le pedirán que aguarde un poquito mientras le tiran encima la red de la publicidad. No haga caso de esas instancias. Si a usted le gusta el programa que está viendo, siga usted con él pero sin que nadie le empuje. Pero si el programa no le gusta, sepa usted por qué lo abandona, pero abandónelo.
8ª. Rechace la violencia. Toda la violencia. La que viene en las películas con series contadas a propósito y conveniencia de la misma –la violencia- o la que se filtra en los documentos de la guerra abierta o de las facciones revolucionarias. La juventud que puede haber en la casa acabará por no distinguir la violencia de verdad –documental- de la violencia construida. Y, violencia por violencia las imágenes son las mismas.
9ª. Hay que hablar de lo que se ha visto. Los programas no deben morir una vez que han pasado por televisión. Los programas buenos tienen derecho a que se los discuta y a que se llegue con ellos a conclusiones estéticas o morales. O a las dos a la vez. Y el espectador inteligente hará bien en llevar sus ideas –las que se le hayan promovido por un programa- a la conversación de la casa o de la calle o de las reuniones de amigos. La escasa imaginación que padecen algunos para acercarse a determinados temas, puede ser aliviada generosamente por la televisión.
10ª. No todos los programas son iguales. Ni son iguales sus formulaciones. Ni son iguales los destinatarios. Hay programas en diferido y hay programas en directo. Los “en directo” son la televisión más verdadera y habrá que tenerlo en cuenta. Los montados en estudio o los que van en diferido con posibilidad de manipulación de sus imágenes, siempre ofrecen sospechas. El espectador inteligente deberá tener en cuenta esas condiciones inevitables. Y esto y poco más se puede sugerir al actual o futuro espectador de esa maravilla de la cultura de hoy llamada Televisión. Digital o de la otra.
Eduardo T. Gil de Muro