CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 23 mayo 2007 (ZENIT.org</a>).- Benedicto XVI considera que el reconocimiento de las «sombras» de la evangelización de las poblaciones indígenas de América Latina no debe ocultar las luces de la «maravillosa obra que ha llevado a cabo la gracia divina entre esas poblaciones a lo largo de estos siglos».
El Papa hizo esta aclaración durante la audiencia general de este miércoles, en la que trazó un balance de su viaje apostólico a Brasil (del 9 al 14 de mayo) junto a unos 50.000 peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano.
En su discurso de inauguración de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, el 13 de mayo, Benedicto XVI afirmó: «el anuncio de Jesús y de su Evangelio no supuso, en ningún momento, una alienación de las culturas precolombinas, ni fue una imposición de una cultura extraña».
Esas palabras fueron criticadas por algunos representantes indígenas y por políticos latinoamericanos, como el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, quien había exigido que el Santo Padre pidiera perdón a los indígenas.
Las palabras del pontífice, en aquel discurso, como han aclarado muchos de los cardenales y obispos que participan en la Conferencia de Aparecida, no analizaban la cuestión de la colonización y evangelización de América, sino el proceso de apertura a la fe cristiana.
Este miércoles, el Papa ha querido aclarar la cuestión explicando que «el recuerdo de un pasado glorioso no puede ignorar las sombras que acompañaron la obra de evangelización del continente latinoamericano».
«No es posible olvidar los sufrimientos y las injusticias que infligieron los colonizadores a la población indígena, pisoteadas a menudo en sus derechos fundamentales», añadió.
Ahora bien, continuó diciendo en una calurosa mañana de sol, «el deber de mencionar esos crímenes injustificables, condenados ya entonces por misioneros como Bartolomé de las Casas y teólogos como Francisco de Vitoria de la Universidad de Salamanca, no debe impedir reconocer con gratitud la maravillosa obra que ha llevado a cabo la gracia divina entre esas poblaciones a lo largo de estos siglos».
«El Evangelio en el continente se ha transformado de este modo en el elemento clave de una síntesis dinámica que, con matices diversos según las naciones, expresa de todas formas la identidad de los pueblos latinoamericanos», constató.
«Hoy, en la época de la globalización, esta identidad católica sigue presentándose como la respuesta más adecuada, a condición de que esté animada por una seria formación espiritual y por los principios de la doctrina social de la Iglesia», aseguró.
Benedicto XVI concluyó su intervención encomendando los frutos de su viaje a brasil «a la materna intercesión de la Virgen María, venerada con el título de Nuestra Señora de Guadalupe, como patrona de toda América Latina», cuyo rostro de rasgos indios constituye el símbolo de la inculturación del cristianismo entre las poblaciones indígenas.