Durante su primer viaje a las Américas, el Pontífice trató muchos temas importantes en sus discursos y homilías. Algunos de ellos iban más dirigidos a Brasil, pero muchos de los puntos planteados tenían implicaciones para la Iglesia en general.
La evangelización, una tarea urgente
Benedicto XVI mencionó repetidamente la necesidad de que la Iglesia esté imbuida de una actitud misionera. En su breve discurso al llegar a Brasil, el Papa comentó que la Iglesia tiene un “profundo compromiso con la misión evangelizadora, al servicio de la causa de la paz y de la justicia” (No. 3).
El Santo Padre volvió a tocar el tema en su discurso a los 400 obispos, reunidos el 11 de mayo para las vísperas en la catedral de Sao Paulo. Dios desea que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, observó. “Esta, y no otra, es la finalidad de la Iglesia: la salvación de las almas, una a una” (No. 2).
De ahí que sea una necesidad urgente instruir a las personas en la fe y celebrar los sacramentos. De hecho, al explicar el porqué tantos han abandonado la Iglesia Benedicto XVI sostenía que: “Parece claro que la causa principal de este problema, entre otras, se puede atribuir a la falta de una evangelización en la que Cristo y su Iglesia estén en el centro de toda explicación” (No. 3).
En general, observaba, las personas más vulnerables al proselitismo de las sectas, e incapaces de resistir las embestidas del secularismo y el relativismo, son generalmente los bautizados no suficientemente evangelizados.
El Papa animaba a los obispos a poner en práctica un plan pastoral que busque y haga volver a aquellos católicos que abandonaron la Iglesia, o tienen poco conocimiento de Cristo.
¿Qué debemos hacer para alcanzar la vida eterna?
Durante su encuentro con la juventud, tenido el 10 de mayo en el estadio de Pacaembu en Sao Paulo, el Papa reflexionaba sobre las implicaciones de la pregunta que hizo el joven a Jesús al preguntarle qué debería hacer para alcanzar la vida eterna (cf. Mateo 19:16-22).
Esta pregunta también la podemos entender como: “¿Qué debo hacer para que mi vida tenga sentido?”, observaba el Pontífice (No. 3). “Jesús es el único capaz de darnos una respuesta, porque es el único que nos puede garantizar la vida eterna”, añadía.
Parte de la respuesta, continuó, es estar abiertos a la bondad, y a ver a Dios en todo lo que nos rodea y en todo lo que ocurre. También es necesario que guardemos los mandamientos, pero no sólo conociéndolos, debemos guardarlos y dar testimonio de ellos en nuestras vidas. Esto es mucho más que obedecer únicamente unas reglas externas, comentaba Benedicto XVI. En el corazón de los mandamientos encontramos tanto gracia como naturaleza, y al seguirlos cumplimos nuestro potencial. Sólo tenemos una vida que vivir y es importante no malgastar esta oportunidad, insistía.
El Papa también alentó a los jóvenes a evangelizar, y a invitar a sus amigos y a quienes les rodean para encontrar a Jesús, para que también puedan experimentar su amor. Invitó a la juventud a demostrar su fe en su compromiso por el matrimonio y la familia, y construir también una sociedad más justa.
En todo esto es importante permanecer cercanos a Jesús prestando suficiente atención a la vida interior. “La vida de fe y de oración os llevará por los caminos de la intimidad con Dios y de la comprensión de la grandeza de los planes que tiene para cada uno” (No. 5).<br>
El papel de los obispos
Durante su discurso el 11 de mayo a los obispos en la catedral de San Pablo, el Papa dio algunos consejos sobre lo que él considera como prioridades para quienes han sido escogidos para ser pastores de la Iglesia. “La fidelidad al primado de Dios y de su voluntad, conocida y vivida en comunión con Jesucristo, es el don esencial que los obispos y los sacerdotes debemos ofrecer a nuestro pueblo” (No. 2).
Los obispos deben también asegurarse de que la labor de catequesis se lleva a cabo de modo apropiado. La tarea del catequista, explicaba el Santo Padre, no es meramente comunicar “experiencias de fe”, sino ser “auténticos transmisores, bajo la guía de su pastor, de las verdades reveladas” (No. 4). Esto se compendia en dos palabras: conversión y seguimiento.
Parte de esta catequesis, continuaba, consiste también en asegurar la correcta puesta en práctica de los principios litúrgicos. “Redescubrir y valorar la obediencia a las normas litúrgicas por parte de los obispos, como ‘moderadores de la vida litúrgica de la Iglesia’, significa dar testimonio de la Iglesia misma, una y universal, que preside en la caridad” (No. 4).
Los obispos deben evitar también cualquier visión reductiva de la misión que se les ha confiado, advertía el Papa. “No basta observar la realidad desde la fe personal; es necesario trabajar con el Evangelio en las manos y arraigados en la auténtica herencia de la Tradición apostólica, sin interpretaciones motivadas por ideologías racionalistas” (No. 5).
El Papa también recomendó a los obispos que aplicaran la doctrina social de la Iglesia al tratar los problemas económicos y sociales de Brasil, y que consideraran estos temas desde la perspectiva de la dignidad humana, que es una visión que supera la mera interacción de las fuerzas económicas.
Cristo Salvador
El 13 de mayo, Benedicto XVI dio el discurso inaugural de la V Conferencia General del Episcopado latinoamericano y del Caribe, reunida en el Santuario de Aparecida. En sus comentarios introductorias el Papa hacía notar que el continente cuenta con una rica cultura cristiana, cinco siglos después del comienzo de la evangelización, pero, al mismo tiempo, se enfrenta a graves desafíos.
Un punto interesante subrayado por el Pontífice fue la llegada de la fe cristiana a la región. Este evento significa la llegada de Cristo, que las gentes que vivían en aquellas naciones habían estado buscando, sin lograrlo, en sus tradiciones religiosas locales. “Cristo era el Salvador que anhelaban silenciosamente”, indicaba el Papa (No. 1).
Visto desde esta perspectiva, “el anuncio de Jesús y de su Evangelio no supuso, en ningún momento, una alienación de las culturas precolombinas, ni fue una imposición de una cultura extraña”, indicaba.
En cuanto a los desafíos que tienen que tener en cuenta los obispos, el Santo Padre mencionó la globalización. Esta trae consigo beneficios, observó, pero al mismo tiempo comporta el riesgo de que las prioridades económicas dominen la sociedad. La globalización, como otras actividades, debe guiarse por la ética, exhortaba el Papa.
También habló de los avances hacia la democracia alcanzados en los países de América latina y el Caribe. Todavía hay, sin embargo, algunos regímenes que siguen ideologías que no se corresponden con la visión cristiana del hombre y de la sociedad.
Debemos evitar el error, insistía el Pontífice, de considerar los bienes materiales como la única realidad de nuestras vidas. Este es el error cometido en el último siglo tanto por el sistema marxista como por el capitalista. “Sólo quien reconoce a Dios, conoce la realidad y puede responder a ella de modo adecuado y realmente humano” (No. 3).
Parte de su discurso lo dedicó a lo que el Papa ve como prioridades para la renovación de la Iglesia. A este respecto mencionó la familia, el papel de los sacerdotes y religiosos, y la misión confiada a los laicos.
En sus palabras, Benedicto XVI refirió cómo la región es denominada el continente de la esperanza. También auguró que pudiera convertirse en el continente del amor. Una aspiración compartida sin duda por muchos.
Por el padre John Flynn