ABIDJÁN, lunes, 28 mayo 2007 ( ZENIT.org).- Sin precedentes es el abrazo de paz que se han intercambiado, en la catedral de Abidján, el presidente de Costa de Marfil Laurent Gbagbo y su primer ministro Guillaume Soro –ex líder de la rebelión del país- en presencia del presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz, enviado por petición expresa del Papa.
Ochocientos kilómetros ha recorrido, del 15 al 20 de mayo, el cardenal Renato Martino en el país africano.
«Ha sido un viaje que he realizado por petición del propio Papa, quien me recomendó visitar Costa de Marfil precisamente en este momento de pacificación», explicó el purpurado a su regreso en los micrófonos de «Radio Vaticana».
Invitado igualmente por la Conferencia Episcopal local, el cardenal Martino ha presentado el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (como viene haciendo en los cinco continentes desde la publicación del volumen, en octubre de 2004) y se ha detenido en varias ciudades –especialmente Bouaké, bastión de la rebelión- de Costa de Marfil, que se esfuerza por salir del intento de golpe de Estado de 2002.
Como recordó el propio purpurado en la emisora pontifica, el país africano ha estado dividido más de cinco años; tras el acuerdo de Ouagadougou en Burkina Faso, favorecido por la comunidad internacional, el presidente nombró primer ministro al jefe de los rebeldes.
Este paso permitió la supresión de barreras, sobre todo en la zona de seguridad, de 30 kilómetros de anchura.
«Visité tanto al presidente como al primer ministro; después les invité a venir a la Misa solemne del domingo» [20 de mayo, en la capital, Abidján]; «en el momento del intercambio de la paz, les invité a recibir la paz de mí y después a intercambiarse el signo de la paz entre ellos: así lo hicieron», relata el cardenal Martino.
«Al intercambiarse la paz, dijeron: "Esto durará". Es posible imaginar qué impacto tuvo tal gesto tanto en los presentes –la catedral estaba a rebosar- como en todo el país, porque la celebración se retransmitió en directo por la televisión nacional», añade.
De acuerdo con el purpurado italiano, los obispos de Costa de Marfil «han definido el abrazo de "alcance histórico". Nunca había sucedido».
En su opinión, Gbagbo y Soro han dado al país un ejemplo de pacificación: «Y ello servirá para todo el pueblo, porque igual que se han dado ellos la paz, así se volverá a pacificar la gente del norte con la del sur».
Por su parte, el purpurado les indicó la necesidad de no olvidar jamás ese día, en caso de que surjan sombras en el futuro.
En la solemne Eucaristía el cardenal Martino alentó al pueblo marfileño a proseguir en el camino de la paz y a promover la reconciliación nacional y la participación de todas las fuerzas del país, sin exclusión alguna por razones políticas, religiosas, culturales o étnicas.
Como todo país después de una convulsión, Costa de Marfil afrenta la reconstrucción; el purpurado ha sido testigo directo de abandono y destrucción, sobre todo en el campo sanitario y educativo.
Es el contexto en el que desarrolla su misión la Iglesia católica, que en el territorio «no es mayoría», pero representa «una buena y consistente minoría, respetada por todos, también por los musulmanes», constata el purpurado.
«El episcopado, las comunidades católicas y todas las organizaciones de la sociedad civil que existen en el ámbito católico están y seguirán estando comprometidas en la reconstrucción», confirma.
El presidente del dicasterio sintetiza así su «bella experiencia» de esta visita: «He visto realizada la finalidad del Pontificio Consejo Justicia y Paz, exactamente la de promover la paz».
La Congregación vaticana para la Evangelización de los Pueblos, a través de su agencia «Fides», recalca la expresión de la cercanía espiritual y de la solidaridad del Papa por Costa de Marfil, que ha tenido oportunidad de transmitir el cardenal Martino.
En nombre de Benedicto XVI, el purpurado ha brindado una aportación económica para cubrir las carencias básicas de los más necesitados.
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May 28, 2007 00:00