La Santa Sede contra las nuevas esclavitudes

El arzobispo Marchetto ante obispos europeos y de África y Madagascar

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CAPE COAST, viernes, 23 noviembre 2007 (ZENIT.org).- Las nuevas esclavitudes, como el trabajo forzado o el tráfico de seres humanos, exigen la promoción de una «cultura de la acogida», afirmó el arzobispo Agostino Marchetto, secretario del Consejo Pontificio de la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes.

El arzobispo Marchetto intervino el pasado 16 de noviembre en el Encuentro del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (CCEE) y del Simposio de Conferencias Episcopales de África y Madagascar (SECAM), celebrado en Cape Coast, Ghana, del 13 al 18 de noviembre.

En su discurso sobre «Migraciones y Nuevas Esclavitudes», Marchetto se detuvo en la lacra del tráfico de seres humanos, que incluye la prostitución y otras formas de explotación sexual, el trabajo forzado, la esclavitud, la servidumbre y la extirpación de órganos.

Este tráfico, recordó, está definido por Naciones Unidas como «reclutamiento, transporte, traslado, dar refugio o recibir personas con medios impropios, como la amenaza, la fuerza u otras formas de coerción, incluso el secuestro, fraude, engaño y abuso de una posición de poder o de vulnerabilidad con vistas a la explotación».

La entrada en vigor del Protocolo sobre el Tráfico Humano, de diciembre de 2003, observó el prelado, «presenta importantes desafíos tanto en cuanto a conceptos como en cuanto al refuerzo de la ley».

El Protocolo introdujo en el derecho internacional el concepto de explotación «que era casi nuevo» y abarca tanto la explotación sexual como el trabajo forzado, mientras que hasta aquél momento las leyes antitráfico cubrían sólo la explotación sexual de mujeres y niños.

«La nueva esclavitud, sin embargo, no incluye sólo a las víctimas del tráfico», denunció.

El prelado recordó que un informe de Kevin Bales sobre las nuevas esclavitudes, publicado recientemente, explica que la esclavitud, entendida como condición en la que la gente es obligada a trabajar bajo violencia, y es detenida contra su voluntad con vistas a la explotación, no sólo existe sino que está aumentando en el mundo.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) calcula que al menos 12,3 millones de personas en el mundo viven en condiciones de esclavitud, mientras que para Bales son nada menos que 27 millones.

La OIT ha detectado tres tipos de esclavitud actual: «la impuesta por el Estado, la impuesta por agentes privados para la explotación sexual, y la impuesta por agentes privados para la explotación económica».

La primera categoría incluye «el trabajo forzado impuesto por los militares, la participación forzada en obras públicas, y el trabajo forzado en reclusión»; la segunda, «mujeres y hombres que han entrado involuntariamente en el sector de la prostitución u otras formas de actividad sexual comercial, o que han entrado voluntariamente en el campo de la prostitución, pero no pueden salir», e «incluye también a todos los niños obligados a actividades sexuales».

La tercera categoría comprende «cada trabajo forzado impuesto por agentes privados, por motivos que no sean la explotación sexual. Incluye, entre otros, el trabajo atado, el trabajo doméstico forzado, o el trabajo forzado en la agricultura y en las zonas rurales remotas».

Las víctimas de esta lacra, recordó el arzobispo Marchetto, son en un 56% mujeres y chicas –que son aún el 98% de las personas sujetas a explotación sexual–. Los niños están entre el 40 y el 50% de las víctimas.

Ante las modernas formas de esclavitud, afirmó el arzobispo, la Iglesia «no ha quedado indiferente o silenciosa».

Está «implicada en asistir a las víctimas del tráfico en muchos países, estando presente entre ellas, escuchándolas, dando ayuda y apoyo para sustraerse a la violencia sexual, creando casas seguras, ayudándolas a integrarse en las sociedades que las acogen, o a volver a sus países de modo sostenible».

En los países afligidos por las guerras, se ha ocupado también de los niños ex soldados: «se han emprendido actividades para su inserción socioeconómica en la sociedad, pero también para curar las heridas de estos antiguos combatientes y de sus familias y/o comunidades».

«La Iglesia combate contra las modernas formas de esclavitud, mediante sus convicciones, sus enseñanzas y sus acciones, inspirada por el Evangelio del amor y de la misericordia de nuestro Señor, y de la dignidad de cada persona humana, usando los medios que tiene a disposición, en conformidad con su naturaleza y su misión», declaró.

Para el arzobispo Marchetto, «la causa principal del horrendo fenómeno de las nuevas formas de esclavitud es sobre todo la enorme diferencia económica entre países ricos y pobres, y entre ricos y pobres dentro del mismo país», que empuja a muchas personas a dejar la propia tierra para buscar mejores oportunidades en el exterior.

Cada uno, concluyó, está llamado a responder al llamamiento de la instrucción Erga Migrantes Caritas Christi a «ser promotores de una verdadera cultura de la acogida» (n. 39), recordando que «el bien hecho al prójimo, especialmente al más necesitado, por amor a Dios, se hace a Él mismo» (n. 41).

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ZENIT Staff

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