CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 7 enero 2008 (ZENIT.org).- El cardenal Cláudio Hummes, prefecto de la Congregación para el Clero, ha comentado al diario vaticano «L’Osservatore Romano» la iniciativa, lanzada por el dicasterio que preside, de celebrar una adoración eucarística perpetua a nivel mundial para orar por la santidad de los sacerdotes.
El purpurado brasileño indica que los sacerdotes infieles a su compromiso de celibato son menos del 1%.
El cardenal Hummes reconoce, en la entrevista publicada por el diario vaticano el 5 de enero pasado, que «siempre hubo problemas porque todos somos pecadores», pero «en la actualidad se han denunciado hechos verdaderamente muy graves».
La iniciativa fue convocada por la Congregación vaticana para el Clero con una carta fechada el 8 de diciembre de 2007 (Carta por la santificación de los sacerdotes).
Obviamente, subraya el cardenal Hummes, se debe recordar que estos hechos afectan sólo a una mínima parte del clero: «Ni siquiera el 1% tiene que ver con problemas de conducta moral y sexual. La grandísima mayoría no tiene nada que ver con hechos de este tipo».
A pesar de ello, añade, todos los sacerdotes necesitan «ayuda espiritual para vivir la propia vocación y la propia misión en el mundo de hoy» y de ahí la propuesta de una iniciativa que tiene dos aspectos: «la adoración eucarística, perpetua si puede ser, y la maternidad espiritual en favor de los sacerdotes».
«Hemos propuesto a los obispos que promuevan en las diócesis auténticos ‘cenáculos’ en los que consagrados y laicos se dediquen, unidos y en espíritu de verdadera comunión, a la oración bajo forma de adoración eucarística continuada», señala el purpurado.
El objetivo es que «de cada ángulo de la tierra se eleve siempre a Dios una oración de adoración, acción de gracias, alabanza, súplica y reparación. Una oración incesante para suscitar un número suficiente de vocaciones al sacerdocio santas y, juntos, acompañar espiritualmente, con una especie de maternidad espiritual, a cuantos ya han sido llamados al sacerdocio».
El cardenal recordó que se eligió la adoración eucarística porque «es el centro mismo de la vida de la Iglesia, el punto más alto».
Añadió que «el sacramento de la Eucaristía está totalmente ligado al sacerdote que es ordenado sobre todo para celebrarlo» y que, por este motivo, «la adoración eucarística en favor de los sacerdotes recuerda la misma naturaleza del sacerdocio».
Los destinatarios de la iniciativa son «todas las fuerzas vivas, a partir de los niños que se preparan para la primera comunión».
Añade que corresponde un papel especial a las religiosas. «A ejemplo de María, las almas femeninas consagradas pueden adoptar espiritualmente a sacerdotes para ayudarles con su entrega, oración y penitencia».
El purpurado señala que la vocación a ser madre espiritual de los sacerdotes es «demasiado poco conocida, escasamente comprendida y por ello poco vivida, a pesar de su importancia fundamental y vital».
«Independiente de la edad y estado civil, todas las mujeres pueden convertirse en madres espirituales de un sacerdote», indica, y recuerda que esto implica orar «por un sacerdote específico y acompañarlo así durante toda la vida», en general de forma anónima.
«Esto, nos lo dice la historia, produce grandes frutos espirituales en favor de los sacerdotes» que «gastan toda la vida, aún con sus límites, por Dios y el prójimo», «predican y cultivan el bien, ayudan a las personas».
En una sociedad en la que la cultura ambiente es «muy crítica, incluso adversa, a la religión» y a menudo se actúa «como si la fe tuviera que desaparecer», todos los cristianos están llamados a rezar por sus ministros y por su santificación, conscientes de que los sacerdotes son «grandísimos benefactores de la humanidad».