CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 7 enero 2008 (ZENIT.org).- Al hacer un repaso de la situación internacional junto a los embajadores acreditados ante la Santa Sede, Benedicto XVI confesó este lunes su preocupación por la fragilidad de la seguridad y propuso el derecho natural como garantía de la convivencia.
En su tradicional intervención de inicios de año, en la que pasó revista a algunas de las situaciones más candentes del planeta, el Papa conmemoró los sesenta años de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, «uno de los más grandes títulos de gloria de las Naciones Unidas».
Tras haber analizado las dificultades que atraviesa la paz en regiones como Tierra Santa, o en países como Irak, el Líbano o Pakistán, el obispo de Roma constató «con claridad la fragilidad de la seguridad y la estabilidad en el mundo».
«Los factores de preocupación son diferentes; sin embargo, todos testimonian que la libertad humana no es absoluta, sino que se trata de un bien compartido, cuya responsabilidad incumbe a todos», reconoció.
«En consecuencia –aclaró–, el orden y el derecho son elementos que la garantizan. El derecho sólo podrá ser una fuerza eficaz de paz si sus fundamentos permanecen sólidamente anclados en el derecho natural, dado por el Creador».
Por este motivo, señaló, «no se puede nunca excluir a Dios del horizonte del hombre y de la historia. El nombre de Dios es un nombre de justicia, representa una llamada urgente a la paz».
Según el pontífice «esta toma de conciencia podría ayudar, entre otras cosas, a orientar las iniciativas de diálogo intercultural e interreligioso».
«Estas iniciativas son cada vez más numerosas y pueden estimular la colaboración en temas de interés mutuo, como la dignidad de la persona humana, la búsqueda del bien común, la construcción de la paz y el desarrollo», informó a los embajadores.
Entre otras cosas recordó con gratitud la carta que, el 13 de octubre pasado, le dirigieron 138 personalidades musulmanas.
«En todos los continentes –dijo–, la Iglesia católica, se compromete para que los derechos del hombre sean no solamente proclamados, sino aplicados».
El Papa pidió que «los organismos creados para la defensa y promoción de los derechos del hombre consagren todas sus energías a este cometido, y en particular, que el Consejo de los Derechos del Hombre sepa responder a las expectativas suscitadas tras su creación».