CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 21 enero 2008 (ZENIT.org).- El obstáculo mayor a la unidad de los cristianos son «las diversas jurisdicciones humanas», explicó el patriarca latino de Jerusalén Su Beatitud Michel Michel Sabbah a los jóvenes del Centro Internacional San Lorenzo en Roma, Italia, en el contexto de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos.
En una misa celebrada el 18 de enero en este centro cercano a la Plaza de San Pedro, el patriarca dijo que en esta Semana «en Jerusalén, donde conviven trece Iglesias, de las que seis son católicas, cinco ortodoxas y dos protestantes, nos reunimos a orar juntos por la unidad».
El patriarca aclaró que «todos los cristianos deben estar unidos en Jesucristo» y subrayó que el problema de la unidad, aunque «se refiere a la teología y a los dogmas» está ligado principalmente a los «hombres y mujeres que asumen el puesto de Dios», es decir a las «diversas jurisdicciones humanas».
Partiendo de la primera lectura del Libro de Samuel, monseñor Sabbah dijo que en este texto «vemos que el pueblo pide a Samuel darle un rey. Antes de la monarquía, el pueblo era guiado por jueces, los cuales mantenían la relación entre Dios y el pueblo. El significado de su petición de un rey es esta: "No queremos tratar con Dios sino con los hombres"».
Y añadió: «La cuestión de la unidad suscita este interrogante: ¿Estamos tratando con Dios o con los hombres? Si estamos divididos es porque cada uno se rige desde sí mismo, desde su propia política, su propia ideología y su propia cultura».
«Griego no quiere decir Cristo y romano no quiere decir Cristo», subrayó.
Dirigiéndose a los jóvenes, les exhortó: «Es necesario volver siempre a este principio: el cristiano trata siempre con Dios, y si trata con los hombres lo hace porque ve en ellos la imagen de Dios. Si falta la visión de Dios, y nos presentamos sólo como seres humanos con nuestras simpatías y antipatías, es inevitable que haya divisiones entre los cristianos».
«El problema de siempre, no sólo de quienes provocaron el cisma sino también nuestro, de los creyentes de hoy, es éste: si caminamos con Dios, caminamos recto, y vivimos la verdadera alegría y la esperanza en la vida. Si caminamos sin Dios, nuestra vidas jóvenes quedan divididas a varios niveles: afectivos, de amistad, de fe y de coherencia».
«Es necesario en vuestra vida como jóvenes mirar siempre a Dios, y vuestra vida será la vida que ha anunciado Jesús», añadió.
«La vida cristiana no es una privación sino una vida de abundancia. Como nos recuerda el Evangelio de Juan, Jesús viene a darnos la vida en abundancia --recordó--. Por ello, perseverad siempre en vuestra fe cristiana católica: tratad con Dios y con los hombres en cuanto que son imagen de Dios. Cuando Jesús manda amar a todos, lejanos y próximos, amigos y enemigos, nos invita a amar a Dios mismo en aquella persona».
Por último, el patriarca confió a los jóvenes a la Virgen María para que sea guía de sus pasos en todos los caminos de la vida.
San Lorenzo es un centro juvenil creado por Juan Pablo II e inaugurado por él mismo el 13 de marzo de 1983. Ofrece acogida y animación litúrgica y sacramental a los jóvenes residentes y a los peregrinos de Roma. Conserva la primera cruz de las Jornadas Mundiales de la Juventud, donada por el papa Karol Wojtyla en el Año Santo de 1984.
Cada viernes, el centro celebra, a las 16 horas, dos horas de adoración seguidas por el rosario para rezar por las Jornadas Mundiales de la Juventud y una misa presidida generalmente por un obispo o un cardenal.
Por Robert Cheai, traducido del italiano por Nieves San Martín