ROMA, martes, 22 enero 2008 (ZENIT.org).- «Permaneced fieles al Santo Padre y esto sea perenne elogio de la Iglesia maronita; ayudad el camino de las Iglesias Orientales en estar al servicio de la unidad de los cristianos», recomendó el pasado 20 de enero el cardenal Leonardo Sandri, prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales.
La invitación dirigida por el purpurado a los religiosos de la Orden Maronita de la Beata Virgen María resonó en la basílica papal de Santa María la Mayor de Roma.
La orden pertenece a la iglesia maronita, la más numerosa en el Líbano, fundada por san Marón (siglo IV y V), y que se mantiene en plena comunión con la Sede Apostólica de Roma, sin renunciar por ello a sus estructuras y rituales propios en siríaco y árabe.
El purpurado presidió la concelebración eucarística de clausura del tercer centenario de la presencia en Roma de la Orden Maronita Mariamita, acompañado del cardenal Bernard Francis Law, arcipreste de la basílica de Santa María la Mayor, y por el superior general de la Orden, el abad Semaan Abou Abdo.
El abad Abou Abdo saludó y agradeció su presencia al nuevo cardenal prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales, así como al prefecto emérito, el cardenal Moussa Daoud, al embajador del Líbano ante la Santa Sede, Naji Abi Assi, y al embajador libanés en Italia, Melhem Mistou.
Hablando de la situación de Líbano, dijo: «Celebramos el sacrificio eucarístico mientras que nuestro país, Líbano, sucumbe bajo el peso de las dificultades económicas, políticas y sociales».
El abad invitó a la asamblea a orar al Señor para que ilumine las mentes de los responsables políticos y expresó su esperanza de que se elija un nuevo presidente capaz dar prioridad a «al carácter específico del Líbano como símbolo de convivencia entre religiones y culturas diversas».
En su homilía, el cardenal Sandri se detuvo en el sentimiento de acción de gracias que debe llenar esta celebración jubilar por las grandes cosas que el Señor ha hecho por la Orden Maronita Mariamita. El purpurado expresó su esperanza de que sea «María misma la que ponga en los labios y en los corazones el canto de alabanza a Dios».
«Junto a la familia mariamita, aquí reunida en torno a su padre general, elevamos a Dios el cántico de María: mi alma, el alma de toda la Orden y de toda la Iglesia magnifica al Señor», dijo.
El cardenal agradeció además a la Orden su servicio en todos los lugares donde está presente: Líbano, Italia, Estados Unidos, Argentina, Paraguay y Egipto.
Refiriéndose al carisma de la espiritualidad mariamita, el purpurado dijo: «Vuestra vida comunitaria en el amor por el Cristo obediente, casto y pobre es fecunda por el encuentro con María»; «¿Qué regalo podéis dar a la Iglesia si no es esta fidelidad a la vida religiosa, a la vida tras las huellas del Señor?».
El cardenal exhortó a los religiosos a reforzar la contemplación que debe ocupar el primer lugar en la vida religiosa: «Vuestra patrona os pide antes que nada la contemplación. Habitad siempre, al menos con el corazón, en el templo del Señor. Como María, dedicáos a guardar la Palabra de su Hijo Jesús».
«De la contemplación brotará la vía recta –añadió–, la de la caridad, que no distrae de la contemplación sino que la ahonda».
«De la vía recta –añadió– brota la acción de gracias, el ‘Magnificat’, como testimonio del amor de Dios al mundo».
María merece ser imitada como «modelo absoluto de aquella contemplación» que es la única en la que crecen la vida consagrada y la vida evangélica.
Hablando de la situación libanesa, les animó a desempeñar un papel activo en la resurrección del país.
«Apoyad el camino de vuestro querido país, Líbano», para el que «resuenan las palabras de Cristo a Lázaro: ‘Lázaro sal fuera del sepulcro’; Líbano sal fuera de esta situación», «y luego álzate y camina como gozne de paz y vida cristiana en Oriente Medio», dijo el cardenal.
No faltó un augurio de paz para Oriente Medio: «La oración por la paz, a través de las manos de María, se extiende desde el Líbano a la Tierra del Señor, a Irak y a toda la región como semilla de paz. Que la ‘Theotokos’ interceda por la paz, por Líbano y por toda la tierra».
«Oremos para que los maronitas sean también ellos protagonistas de esta resurrección de Líbano», concluyó.
A la concelebración eucarística siguió un recital del Coro de la Universidad de Nuestra Señora, de Líbano, titulado «Gloria al Justo». Fundado en 1993 por el padre maronita Khalil Rahme, que también lo dirige, está compuesto en parte por profesionales, como la cantante libanesa de ópera Aida Tomb, y por estudiantes de la citada universidad. Ganó la medalla de oro en el tercer concurso internacional de Laval, Quebec, en 2007.
Por Robert Cheaib, traducido del italiano por Nieves San Martín