MADRID, viernes, 25 enero 2008 (ZENIT.org).- Con el lema «El Evangelio en el corazón. La palabra de Dios en la Vida Consagrada», el obispo presidente de la Comisión Episcopal de Vida Consagrada de España, Jesús Sanz Montes, firma el mensaje para la Jornada de la Vida Consagrada que se celebra el próximo 2 de febrero.
La Conferencia Episcopal ofrece también una serie de materiales y textos litúrgicos para la celebración de este día que la Iglesia universal dedica a quienes consagran totalmente su vida a Dios.
En su mensaje, monseñor Sanz, franciscano y obispo de Jaca, recuerda que «Jesús mismo nos pidió que guardásemos sus palabras, aunque la pequeñez frágil y vulnerable de nuestra vida hace que no siempre las entendamos o que fácilmente lleguemos a olvidar lo que a duras penas hemos entendido alguna vez».
«Por eso -añade- Él prometió el envío de un Consolador que viniese precisamente a enseñar y recordar cuanto el Maestro dijo: «el Consolador, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os enseñará todas las cosas, y os recordará todas las cosas que os he dicho» (Jn 14, 26)».
Explica el obispo que en la historia de la Iglesia se han suscitado «los diversos carismas que han dado lugar a las distintas familias religiosas, como una actuación en el tiempo de la promesa de Jesús con el envío del Espíritu Santo».
«La Vida Consagrada en todas sus formas tiene esa estrecha relación con la Palabra de Dios, porque representa el corazón de la Iglesia que acoge incesantemente a quien incesantemente nos regala su hablar», añade.
«Detrás de cada fundador y fundadora, detrás de cada fundación consagrada, hay una Palabra de Jesús que es preciso saber guardar en el corazón como María», explica.
Recuerda que, el pasado año, el Santo Padre invitaba a los miembros de la Vida Consagrada a que acogieran la luz del Señor como la Virgen Santa y San José al presentar al Niño en el Templo.
Esa luz «resulta ser el más luminoso eco de lo que el Señor dice», subraya monseñor Sanz, haciéndose eco de las palabras que Benedicto XVI les dirigió en esa ocasión: «En la contemplación y en la actividad, en la soledad y en la fraternidad, en el servicio a los pobres y a los últimos, en el acompañamiento personal y en los areópagos modernos, estad dispuestos a proclamar y testimoniar que Dios es Amor, que es dulce amarlo».
«Esta luz elocuente --concluye el presidente de la Comisión-- la deseamos poner en el candelero de nuestra vida, dejando que con ella Dios siga narrando su buena noticia para la salvación de los hombres».
Entre los materiales que ofrece el sitio de la Conferencia Episcopal, se incluyen una serie de testimonios de personas consagradas.