CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 24 enero 2008 (ZENIT.org).- Publicamos las palabras que pronunció Benedicto XVI este viernes al recibir en audiencia a los miembros del Grupo Mixto de Trabajo entre el Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y el Consejo Mundial de Iglesias de Ginebra.
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Queridos amigos:
Con mucho gusto os doy la bienvenida, miembros del Grupo Mixto de Trabajo entre el Consejo Mundial de Iglesias y el Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, con motivo de vuestro encuentro en Roma para comenzar una nueva fase de vuestro trabajo.
Vuestro encuentro tiene lugar en esta ciudad en la que los apóstoles Pedro y Pablo dieron el testimonio supremo de Cristo y derramaron su sangre en su nombre. Os saludo afectuosamente con las palabras que el mismo Pablo dirigió a los primeros cristianos de Roma: «A vosotros gracia y paz, de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo» (Romanos 1, 7).
El Consejo Mundial de Iglesias y la Iglesia católica han disfrutado de una fecunda relación ecuménica que se remonta a los tiempos del Concilio Vaticano II. El grupo conjunto de trabajo, que comenzó en 1965, ha trabajado asiduamente para reforzar el «diálogo de vida» que mi predecesor, el Papa Juan Pablo II, llamó «diálogo de caridad» («Ut unum sint», 17). Esta cooperación ha sido una expresión efectiva de la comunión que ya existe entre los cristianos y ha hecho avanzar la causa del diálogo y la comprensión ecuménica.
El centenario de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos nos ofrece la oportunidad de dar gracias al Todopoderoso por los frutos del movimiento ecuménico, en que podemos ver la presencia del Espíritu Santo que fomenta el crecimiento de todos los seguidores de Cristo en unidad de fe, esperanza y amor.
Rezar por la unidad constituye de por sí «un medio eficaz para obtener la gracia de la unidad» («Unitatis Redintegratio», 8), ya que es una participación en la oración de Jesús. Cuando los cristianos rezan juntos, «el objetivo de la unidad parece más cercano» («Ut unum sint», 22), pues la presencia de Cristo entre nosotros (Cf. Mateo 18, 20) fomenta una armonía profunda de mente y de corazón: somos capaces de vernos mutuamente de una manera nueva, y de reforzar nuestra determinación para superar lo que nos aleja.
En este día, por tanto, volvemos la mirada con gratitud al trabajo de tantas personas que, durante estos años, han intentado difundir la práctica del ecumenismo espiritual mediante la oración, la conversión del corazón y el crecimiento en la comunión. Damos gracias también por los diálogos ecuménicos que dieron tantos frutos en el siglo pasado.
La recepción de esos frutos es, en sí misma, un paso importante en el proceso de promoción de la unidad de los cristianos y el Grupo de Trabajo Mixto está particularmente habilitado para estudiar y alentar este proceso.
Queridos amigos: rezo para que el nuevo Grupo Mixto de Trabajo sea capaz de edificar basándose en el encomiable trabajo ya realizado y de este modo abra el camino a una cooperación aún mayor, de manera que la oración del Señor «Que todos sean uno» (Juan 17, 21) se realice más plenamente en nuestro tiempo.
Con estos sentimientos, y con profundo aprecio por vuestro importante servicio al movimiento ecuménico, invoco cordialmente sobre vosotros y vuestras deliberaciones las bendiciones abundantes de Dios.
[Traducción del original inglés realizada por Jesús Colina
© Copyright 2008 – Libreria Editrice Vaticana]