El Papa invita a descubrir a Cristo en los pobres con la limosna

En su mensaje de preparación a la pasión, muerte y resurrección de Jesús

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CIUDAD DEL VATICANO, martes, 29 enero 2008 (ZENIT.org).- Benedicto XVI propone a los creyentes que en esta Cuaresma descubran a Cristo en los pobres a través de la limosna.

La limosna es precisamente el tema del mensaje que ha escrito con motivo de este período litúrgico de preparación para la pasión, muerte y resurrección de Jesús, que en este año comenzará el 6 de febrero, Miércoles de Ceniza.

El lema escogido por el Papa está tomado de una de las cartas de San Pablo «Nuestro Señor Jesucristo, siendo rico, por vosotros se hizo pobre» (2 Corintios 8, 9).

«La Cuaresma nos invita a «entrenarnos» espiritualmente, también mediante la práctica de la limosna, para crecer en la caridad y reconocer en los pobres a Cristo mismo», alienta el pontífice en el mensaje presentado este martes a los periodistas.

La limosna, según él mismo recuerda, forma parte junto a la oración y al ayuno, de los compromisos específicos que propone la Iglesia para acompañar a los fieles en el proceso de «renovación interior» sugerido por la Cuaresma.

Esta práctica, aclara el Santo Padre, «representa una manera concreta de ayudar a los necesitados y, al mismo tiempo, un ejercicio ascético para liberarse del apego a los bienes terrenales».

«Cuán fuerte es la seducción de las riquezas materiales y cuán tajante tiene que ser nuestra decisión de no idolatrarlas», subraya. «La limosna nos ayuda a vencer esta constante tentación, educándonos a socorrer al prójimo en sus necesidades y a compartir con los demás lo que poseemos por bondad divina».

La misiva recuerda que, según el Evangelio, «no somos propietarios de los bienes que poseemos, sino administradores: por tanto, no debemos considerarlos una propiedad exclusiva, sino medios a través de los cuales el Señor nos llama, a cada uno de nosotros, a ser un medio de su providencia hacia el prójimo».

«La limosna evangélica no es simple filantropía –subraya–: es más bien una expresión concreta de la caridad, la virtud teologal que exige la conversión interior al amor de Dios y de los hermanos, a imitación de Jesucristo, que muriendo en la cruz se entregó a sí mismo por nosotros».

«La limosna, acercándonos a los demás, nos acerca a Dios y puede convertirse en un instrumento de auténtica conversión y reconciliación con él y con los hermanos», indica.

Recordando el episodio evangélico de la viuda que, en su miseria, echa en el tesoro del templo «todo lo que tenía para vivir», exhorta a «aprender a hacer de nuestra vida un don total».

Debemos estar dispuestos a dar, «no tanto algo de lo que poseemos, sino a darnos a nosotros mismos»

«El cristiano, cuando gratuitamente se ofrece a sí mismo, da testimonio de que no es la riqueza material la que dicta las leyes de la existencia, sino el amor».

«Por tanto –concluye–, lo que da valor a la limosna es el amor, que inspira formas distintas de don, según las posibilidades y las condiciones de cada uno».

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ZENIT Staff

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