Día misionero de Hispanoamérica

Habla monseñor Octavio Ruiz Arenas, vicepresidente de la Pontifica Comisión para América Latina

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ROMA, sábado, 1 marzo 2008 (ZENIT.orgVeritas).- El próximo domingo, 2 de marzo, la Iglesia en España celebra el Día de Hispanoamérica, que por segundo año consecutivo gira en torno a la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, que tuvo lugar en Aparecida (Brasil), en mayo de 2007.

La agencia Veritas habló con monseñor José Octavio Ruiz Arenas, vicepresidente de la Pontifica Comisión para América Latina, que explicó la importancia de que haya misioneros que lleguen a Europa «para llenar de entusiasmo y de vitalidad el Cristianismo, que en algunos puntos se está apagando» y agradeció a los misioneros españoles, «que con gran celo apostólico sembraron el Evangelio en las tierras americanas».

Monseñor José Octavio Ruiz Arenas, nacido hace 63 años en Bogotá, era arzobispo de Villavicencio (Colombia), hasta que Benedicto XVI le llamó a Roma para asistirle en el seguimiento de América Latina, el 31 de mayo de 2007.

– El lema del Día de Hispanoamérica de este año «América Latina, continente en Misión» está vinculado con la Conferencia de Aparecida y la gran misión continental ¿Cómo puede apoyar España a esta misión?

–Monseñor Ruiz Arenas: En primer lugar hay que tener en cuenta que España ha contribuido muchísimo a la evangelización de América Latina, no sólo desde sus comienzos históricos, sino cuando envió una serie de misioneros, que con gran celo apostólico sembraron el Evangelio en la tierras americanas.

También en los últimos años -cuando el Papa Pío XII solicitó de manera muy urgente a los países europeos que enviaran misioneros para que pudieran reforzar la misión en los distintos países-, hubo una repuesta realmente muy grande por parte de España por medio de la OCSHA, que envió muchísimos sacerdotes.

El primer punto que tendríamos que reconocer es una actitud de agradecimiento a España por todo lo que ha hecho para que Jesucristo fuera reconocido en tierra americana. En este momento, lógicamente, España, más que apoyar directamente la misión debería aprovechar esos postulados de Aparecida, que son fundamentales para la vida cristiana, en países que por distintas causas se encuentran en un proceso de retroceso en su fe. El llamado de Aparecida es un llamado a toda la Iglesia.

–¿Qué pueden aportar ahora los latinoamericanos en «el intercambio misionero»?

–Monseñor Ruiz Arenas: Cuando Pío XII pidió en 1955 a los distintos países europeos que colaboraran en la evangelización del continente latinoamericano, él mismo llegó a decir que llegaría el momento en que América tendrá que devolver ese esfuerzo misionero a aquellos que vinieron a prestarle ayuda.

Creo que estamos en ese momento; hay un desinterés por la fe cristiana que requiere una nueva evangelización que lleve con nuevo ardor, con nuevos métodos el mensaje de Cristo para que volvamos a sentir ese entusiasmo de la presencia del Señor en la vida, que nos impulsa para poder realizar nuestra vocación humana.

En este momento, es muy importante que haya misioneros que lleguen a
Europa para llenar de entusiasmo y de vitalidad el cristianismo, que en algunos puntos se está apagando.

– ¿Qué cree que ha supuesto para el Santo Padre y para la Iglesia en general su primer viaje a América Latina para la Conferencia de parecida?

–Monseñor Ruiz Arenas: Para el Santo Padre ha sido muy importante este viaje, porque bien sabemos el amor que América Latina le tiene al Papa. Es un continente donde el Papa es amado, querido y respetado, donde la mayoría de los católicos tratan de seguirlo.

El entusiasmo que suscita la presencia del Papa es precisamente la presencia del apóstol Pedro, que viene a confirmarnos en su fe. Eso hace que el Santo Padre sienta esa inmensa sintonía del pueblo latinoamericano hacia la figura del sucesor de Pedro y que lo anime y estimule permanentemente en su misión.

Benedicto XVI quiso hacernos ver en diciembre, en la curia romana, cómo la visita a Brasil representó para él un momento importante, porque fue volver a encontrar ese entusiasmo y esa simplicidad de la fe del pueblo latinoamericano y a su vez, para los pueblos de América Latina representa el amor que el Santo Padre tiene por estos países y la grandísima esperanza de que América Latina pueda representar realmente una fuerza evangelizadora para todo el mundo.

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ZENIT Staff

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