CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 13 marzo 2008 (ZENIT.org).- Benedicto XVI impartió en la tarde de este jueves el sacramento de la confesión a algunos jóvenes en una liturgia penitencial con la que quiso darles la oportunidad de descubrir la alegría del perdón de Dios.
Y esta alegría es contagiosa, añadió, explicando así el sentido de la XXIII Jornada Mundial de la Juventud, que en este año tiene lugar en las diócesis del mundo el próximo Domingo de Ramos, 16 de marzo, y culminará con el encuentro de los jóvenes de todo el mundo con el Papa en Sydney, del 15 al 20 julio (www.wyd2008.org).
Antes de que algunos de los miles de chicos y chicas que llenaban la basílica de San Pedro se confesaran con el Papa y con los centenares de sacerdotes vestidos con el alba blanca y la estola morada, el obispo de Roma les invitó a prepararse a recibir el sacramento con una homilía en la que explicó el sentido de la confesión individual.
«No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva», ha explicado el Papa citando su encíclica, Deus caritas est, 1.
«Precisamente para favorecer este encuentro os disponéis a abrir vuestros corazones a Dios, confesando vuestros pecados y recibiendo, a través de la acción del Espíritu Santo y a través del ministerio e la Iglesia, el perdón y la paz», ha aclarado.
«Aparentemente el hombre no ha perdido nada», afirmó haciendo referencia a la situación contemporánea, «pero le falta el alma y con ésta le falta todo».
Por eso, el Papa invitó a sus «amigos», a prepararse «con un sincero examen de conciencia a presentarse ante quienes Cristo ha confiado el ministerio de la reconciliación».
«Con espíritu contrito, confesemos nuestros pecados, proponiéndonos seriamente no repetirlos más, sobre todo proponiéndonos a ponernos nuevamente en el camino de la conversión», exhortó Benedicto XVI.
«De este modo –aseguró–, experimentaremos la verdadera alegría: la que deriva de la misericordia de Dios, que se ha derramado en nuestros corazones y nos reconcilia con Él. ¡Y esta alegría es contagiosa! «Recibiréis la fuerza del Espíritu, que descenderá sobre vosotros, y seréis mis testigos» (Hechos 1,8)», dice el versículo bíblico escogido como tema de la XXIII Jornada Mundial de la Juventud».
Al final de la celebración, el diácono dijo: «El Señor os ha perdonado, podéis ir en paz». Y un aplauso estalló en la basílica.
Tras la celebración penitencial, un grupo de jóvenes llevó en procesión la Cruz del Año Santo al Centro Juvenil Internacional San Lorenzo, que se encuentra junto al Vaticano.
A las 20.00 horas el presidente del Consejo Pontificio para los Laicos, el cardenal Stanislaw Rylko, celebró la misa para los jóvenes, que luego participaron en una vigilia de oración y adoración del Santísimo Sacramento, hasta la medianoche.
Por Jesús Colina