QUERÉTARO, lunes, 3 marzo 2008 (ZENIT.org-El Observador).-  El documento de Aparecida, al hablar sobre la dignidad y participación de las mujeres, señala que ellas son corresponsales, «junto con el hombre, por el presente y el futuro de nuestra sociedad humana».

Sin embargo, los obispos latinoamericanos lamentan que innumerables mujeres de toda condición no sean valoradas en su dignidad: muchas «son sometidas a diversas formas de exclusión y de violencia en todas sus formas y en todas las etapas de sus vidas.  Entre ellas, las mujeres pobres, indígenas y afroamericanas han sufrido una doble marginación».

Por eso, afirman, es necesario «superar una mentalidad machista que ignora la novedad del cristianismo, donde se reconoce y proclama la igual dignidad y responsabilidad de la mujer respecto al hombre».

Según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) la mayoría de los mil 800 millones de personas que viven con un dólar o menos al día son mujeres: se habla que representan cerca del 70 por ciento de ese universo.

A este fenómeno se le ha dado por llamar «feminización de la pobreza» e implica, además de la connotación económica, el crecimiento de la proporción de mujeres entre la población pobre: así se habla de un proceso, «no simplemente un estado de cosas en una coyuntura histórica particular», con una tendencia a que la representación desproporcionada de las mujeres entre los pobres aumente progresivamente.

  

El citado informe de la PNUD señala que muchas mujeres que viven en la pobreza en todo el mundo, «a menudo se ven privadas del acceso a recursos de importancia crítica, como los préstamos, la tierra y la herencia. No se recompensa ni se reconoce su trabajo y sus necesidades en materia de atención de la salud y nutrición no son prioritarias, carecen de acceso adecuado a la educación y a los servicios de apoyo, y su participación en la adopción de decisiones en el hogar y en la comunidad es mínima. Atrapada en el ciclo de la pobreza, la mujer carece de acceso a los recursos y los servicios para cambiar su situación».

  

Por Gilberto Hernández García