LONDRES, domingo, 1 junio 2008 (ZENIT.org).- Las votaciones de la semana anterior en el parlamento británico no han solucionado los temas en juego en la fertilización y la embrionología humanas, afirmaba el arzobispo de Westminster, que pedía que se adoptaran a continuación dos medidas prácticas.
En una columna en el Daily Telegraph, el cardenal Cormac Murphy-O’Connor preguntaba si «la conciencia de la nación se siente molesta consigo misma», incluso aunque los políticos hayan ya emitido sus votos.
«Lejos de solucionar estos temas a través de la ley, los extraordinarios debates de esta semana nos han despertado a todos ante la realidad de lo que se está haciendo en nuestro nombre», afirmaba. «Muchas personas se han sentido molestas y perplejas, profundamente preocupadas ante la dirección que ahora estamos tomando».
En una serie de decisiones el lunes y el martes de la semana pasada, el parlamento votó a favor de los híbridos humano-animal, y aprobó la creación de «gemelos salvadores». También decidieron que los padres no son un prerrequisito a la hora de solicitar la fecundación in vitro, y mantuvo el límite máximo para abortar en la semana 24 de gestación.
Cuestiones dejadas de lado
El cardenal Murphy-O’Connor afirmaba que los debates no han concluido. «Una sola votación no puede y no debería cerrar la discusión. Dejando de la dos cuestiones que son cruciales. ¿Qué va a ser del ser humano? ¿Qué condiciones necesitamos para prosperar? ¿En qué clase de sociedad hemos puesto nuestra fe para saber que somos queridos y valorados y, sobre todo, para que se nos permita progresar en nuestra búsqueda de lo que es correcto y verdadero?».
En este contexto, el cardenal sugería dos cosas: una comisión nacional de bioética, y un esfuerzo común para reducir el número de abortos en Gran Bretaña.
«Primero, está cada vez más claro que necesitamos una Comisión Nacional de Bioética», proponía. «Una comisión nacional de bioética de alto nivel con los mejores expertos de diversas disciplinas puede no tener siempre unanimidad en sus puntos de vista. Pero podría ser de gran utilidad al bien común simplemente con que continuase con el diálogo y la exploración.
«Como sociedad, necesitamos de manera urgente crear la capacidad para seguir con la reflexión ética. La ética necesita seguir al paso de la ciencia, y el público no debería quedar de lado. Muchos otros países tienen tales comisiones y mal se sirve al Reino Unido sin una».
Quebrantar la decisión
Segundo, sugería el cardenal, «el voto de mantener el actual status quo del aborto no es el fin de la cuestión».
El aborto es legal en Gran Bretaña hasta la semana 24 de gestación. Se pidió al parlamento que considerara bajar el incluso, aunque sólo en dos semanas, debido al creciente número de caso que demuestran que niños de 22 semanas de gestación son viables fuera del seno materno.
«La idea de ‘viabilidad’, tan importante en el debate, es un concepto que depende de la disponibilidad de recursos y de la tecnología, no un concepto capaz de dar fundamento a una distinción moral entre una vida que es digna de nuestro respeto y protección, y una que no lo es», explicaba el cardenal Murphy-O’Connor. «La vida en el vientre materno necesita todos nuestros recursos y nuestra protección y lo exige desde el momento de la concepción».
«Para cada uno de los implicados, el aborto suele ser una decisión dolorosa y demoledora y sólo puede ser fuente de profunda angustia. Es por lo que creo que, sean cuales sean nuestras creencias, todos debemos trabajar unidos para encontrar una solución mejor».
Cada año hay 200.000 abortos en Gran Bretaña, algo en lo que, como decía el cardenal, coinciden ambas partes del debate: «son demasiados».
«Incluso sin cambiar la ley, el número de abortos podría descender drásticamente si más personas trabajaran juntas en el fortalecimiento de una nueva compresión y acercamiento a las relaciones personales, a la responsabilidad y al apoyo mutuo», sostenía el prelado.
¿Ciencia contra religión?
El arzobispo de Westminster también aclaraba que el debate de las últimas semanas no tenía que ver sobre el tema ciencia contra religión.
«Lo cierto es que la ‘ciencia’ nunca está en un lado o en el otro», afirmaba. «Necesitamos comprender lo que los avances científicos nos dicen sobre los mundos físicos y biológicos, sobre el material del que se construye la vida humana, y sobre la impresionante belleza y complejidad del desarrollo humano desde el embrión.
«Pero la ciencia sigue siendo una actividad humana. Y tiene lugar en un espacio moral, no en un vacío moral. Lo que consideramos con nuestros juicios éticos de fondo está informado, pero no determinado, por los hallazgos de la ciencia. Nuestros puntos de vista se conforman no sólo por los hechos científicos sino también por nuestra comprensión básica de qué es la vida humana, y también por nuestra filosofía de vida – que puede estar o no conformada por una creencia religiosa. La ciencia no puede reemplazar a la ética».
El cardenal afirmaba que no hay conflicto entre fe y razón, y pedía un debate razonado para examinar las posturas tanto de creyentes como de no creyentes.
«(Las personas con fe) no deberían ser excluidas o marginadas simplemente porque vienen de una perspectiva religiosa», afirmaba, «ni deberían recibir un privilegio especial en un debate democrático».
«La razón y la fe van mano con mano, y, para mí, la fe aporta una penetración en la verdad que ayuda a la razón», indicaba el cardenal.
Y concluía: «El debate de esta semana no marca el fin de la discusión sino, de hecho, de modo paradójico, abre la posibilidad de uno que sea mucho más profundo. Espero que pueda llegar a ser para todos una conversación marcada por una nueva apertura y un respeto mucho en la que tenemos mucho que aprender unos de toros. Y esto porque se trata de una búsqueda común sobre nada menos que la verdad última de lo que somos y de lo que estamos llamados a ser».